Vaya dolor de cabeza (0-1)
Copa del Rey · Córdoba - Lugo
El CCF dice adiós a la Copa a las primeras de cambio con un esperpéntico duelo que provocó la brutal pitada de la grada. Juegue quien juegue, las dudas atrás y la nulidad ofensiva permanecen.
El equipo aplaudiendo en el centro del campo para agradecer el aliento del público tras la segunda derrota consecutiva en casa; la grada, prácticamente vacía, pitando con fuerza tras otro esperpento visto sobre el verde de El Arcángel. No es una imagen esperada cuando hace apenas tres semanas que ha empezado una competición llamada a devolver la ilusión. Pero es con la que tiene que convivir desde ya este Córdoba, cada día más desquiciado y fuera de sí tanto fuera como dentro del terreno de juego, sin ideas, con gravísimos problemas defensivos, nulo en ataque y que, para colmo de males, se ha instalado en una guerra civil de consecuencias impredecibles, pero difícilmente buenas. Es cierto que la Copa del Rey es un marrón para los equipos de Segunda, que el perdedor siempre se lo toma con buena cara porque se quita el quiste a las primeras de cambio, pero en la situación de este CCF autoseñalado como aspirante al ascenso, con una supuesta plantilla top de la que aún hoy no hay señales de vida, este tropiezo supone un punto más de fractura y alejamiento con la idílica imagen que muchos dibujaban en verano. Pero es que de lo prometido... poco a nada. Ni con un once plagado de teóricos suplentes con ganas de reivindicarse ni ante un rival relajado fue capaz de dar lo mejor de sí. Y la afición estalló, apuntando con fuerza de nuevo al palco y poniendo en la diana a jugadores como Víctor Pérez o Falcón. A la yegua se le ha puesto mal ojo... y el sábado toca Liga en La Romareda. Casi ná.
La imagen que dejó el final del partido, con Falcón regalando saques de puerta a los contrarios, la grada despoblándose y la afición repartiendo pitos entre el palco y el campo, era difícilmente imaginable. Porque es cierto que el Córdoba salió con otra cara, mejor, a la mostrada el domingo. Algo que, por otra parte, tampoco era muy difícil. Oltra recuperó el 4-2-3-1 de infausto recuerdo en Leganés, esta vez con Rafa Gálvez de ancla junto a Víctor Pérez y Carlos Caballero haciendo las veces de enganche. Esa variante permitió al equipo alternar de salida el juego en corto y en largo gracias en parte a que el cordobés se incrustaba bien entre los centrales, ofreciéndose siempre. Era una buena manera de medir a un rival que salió a verlas venir, a estudiar lo que tenía enfrente. Con la primera aparición entre líneas del madrileño llegó el primer susto para José Juan, aunque el pase de la muerte de Fidel lo cortó Carlos Hernández para echar el balón a córner, en una acción similar a la del 0-1 del Alcorcón. Era una buena puesta en escena, sobre todo tras el ruido de los últimos días.
Sin embargo, poco a poco el Lugo consiguió equilibrar la contienda con su juego de toque, pausado. Tranquilo atrás y dejando hacer a sus cuatro hombres más adelantados, los gallegos casi encuentran un premio inesperado con un error de Dalmau en la cesión que casi aprovecha Ferreiro. Luego Deivid y hasta Falcón se encargaron de refrendar que las dudas que transmite la línea defensiva van más allá de los nombres. Pero, claro, el fútbol se gana en las dos áreas, y en la contraria el Córdoba sí tiene calidad, aunque no aparezca lo que debiera. Pedro Ríos y Fidel, muy activos, ofrecían algo distinto cada vez que tocaban la pelota, especialmente el onubense, del que salió un envío que Raúl de Tomás no pudo hacer bueno. Poco después, una combinación de lado a lado entre los dos extremos la culminó, mal, el zurdo, con un tiro tras recorte que murió muy desviado en la grada.
Aunque el partido estaba sin dueño, el conjunto blanquiverde exponía más merced a su mayor posesión de balón. Pero cada vez le costaba más enlazar en campo enemigo, llegar con criterio y peligro. Además, como si quisiera dar emoción a la cosa y vida a un enemigo que moría siempre en tres cuartos, Falcón falló un saque de puerta y Joselu mandó arriba su vaselina. Fue sólo una señal de que el equipo no está cómodo cuando tiene que jugar cerca de su área, cuando le toca defender, algo que captó la grada para regalar unos tímidos pitidos. Curiosamente, eso hizo reaccionar a un Córdoba que antes del intermedio respondió por partida doble: un cabezazo forzado de Raúl de Tomás que no encontró portería y una filigrana de Fidel que no terminó de burlar a José Juan.
Esa doble oportunidad hizo de lavado de cara a un primer tiempo mediocre, aunque no pudo esconder la pésima reanudación, con un gol del exblanquiverde Joselu tras el enésimo regalo de una defensa que hace aguas por todos lados. Aunque el problema grave está atrás, al verse con el marcador en contra a Oltra no le quedó más remedio que mover una carta para la otra mitad del campo: el ataque. Arturo relevó a Gálvez entre algunos pitos -¿al jugador, al entrenador?- para dejar un doble pivote con Víctor Pérez y Caballero, más jugón, más al estilo del valenciano. De primeras, la solución de emergencia casi da sus frutos, pues un pase de Carlos a la espalda de los centrales dejó a Arturo solo ante José Juan, que sacó con toda la fortuna del mundo el disparo abajo del cartagenero a pesar de estar ya vendido en el aire.
Esa ocasión dio nuevos bríos al Córdoba, que pasó a jugar más en campo contrario, aunque sólo fuera por inercia ante un Lugo que con parte del trabajo hecho pasó a controlar la situación sin volverse loco, esperando su ocasión para asestar otro golpe. Pero esa mínima relajación permite al rival crecerse. Los blanquiverdes, obligados por otra parte, dieron ese necesario paso al frente, si bien Ríos no acertó con la diana tras un pase de Fidel que se paseó por el área. Tampoco lo hizo acto seguido, y en mejor posición, el recién ingresado Lemos tras un pase de Campillos que lo dejó delante de Falcón.
Con 20 minutos por jugar, la lesión de Abel Moreno trastocó los planes y obligó a Oltra a quemar un segundo cambio. Por si los problemas atrás eran pocos, Luso entró como lateral derecho, desplazando a Dalmau al izquierdo. La opción de ir con todo a por el empate, dejando la banda para Fidel forzado por el 0-1, no se contempló en un equipo que siguió buscando el equilibrio, aunque quizás primero deba encontrar el juego y la seguridad defensiva. Eso es tarea de un técnico que sólo cinco minutos más tarde dio otro giro de tuerca, superado por la situación, con la entrada de Pineda por un Víctor Pérez sentenciado por la grada con una pitada brutal; línea de tres atrás -ya la tenía con la lesión de Abel y sin gastar un cambio-, tres delanteros, Fidel por dentro...
Un desaguisado difícil de comprender del que apenas salió una jugada individual de Arturo con pase de la muerte que Pineda pifió sin oposición para que el balón llegara manso a las manos de José Juan, un portero que cumplió viendo desde lejos el bochornoso espectáculo ofrecido por un Córdoba desquiciado que no sabe hacia dónde camina. Y lo peor es que ahora mismo lo hace lejos de su gente, que no ha encajado de buen grado que a las primeras de cambio el jamón sepa a mortadela.
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