Zubillaga vivió lo más grande como realista

T. C. / Córdoba

21 de octubre 2009 - 05:02

Javier Zubillaga es de la Real. El director deportivo del Córdoba no puede ocultar su amor por unos colores en los que fue adoctrinado y de los que aprendió todo lo que ahora utiliza para vivir del fútbol. A pesar de su origen riojano, con tan sólo 17 años se fue a vivir a Donostia como futbolista del entonces Sanse.

Con el filial consiguió ascender a Segunda B, mientras sus mayores gestaban el embrión de sus dos mayores logros deportivos en su centenaria historia.

En el verano del 81, el pipiolo Zubillaga se coló en la primera plantilla txuri-urdin. Ese equipo aunaba a futbolistas de tanta calidad como Arconada, Larrañaga, Perico Alonso, López Ufarte o Bakero. La base de la selección española del Mundial'82.

En esa campaña, la Real revalidó su título tras un partido decisivo en Atotxa con el eterno rival, el Athletic, como oponente. Los goles de Zamora y López Ufarte dieron a los albiazules (y a Zubillaga) el campeonato. Esa temporada, el ahora director deportivo del Córdoba jugó ocho partidos.

En la Copa de Europa que disputaron como campeones de Liga (82-83) consiguieron llegar a las semifinales. Únicamente el gran Hamburgo -luego sería campeón-, merced a un gol de Von Heesen a poco del final del partido de vuelta, frenó a los vascos en semifinales. Antes se habían cargado al Vikingur islandés, al Celtic y el Sporting de Portugal.

El otro gran alegrón de la carrera de Javier Zubillaga como futbolista fue la Copa del Rey del ejercicio 86-87. Los realistas, que realizaron un discreto campeonato de Liga, eliminaron al Baskonia, el Montijo, el Villarreal, el Eibar y el Mallorca Atlético. En semifinales apearon al Athletic y en la final de La Romareda, tras los goles de López Ufarte, Beguiristain, Da Silva y Rubio en el tiempo reglamentario, los fallos de Da Silva y Quique Ramos dieron el título a los de Toshack frente al Atlético.

Después de esa temporada, Zubillaga abandonó la Real Sociedad para embarcarse en una nueva aventura en Barcelona con el Espanyol. Atrás quedaron 118 encuentros y seis goles como realista. Delante, una admiración eterna por el que el sábado será rival.

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