La cosa consiste en que el balón no se embarque

La iniciativa propuesta por Cruzcampo y que ayer paralizó Córdoba durante un par de horas consiste en que una pelota -la misma todo el tiempo, se supone- atraviese España impulsada por ilustres deportistas y animosos voluntarios. Que luego recorra África (Marruecos, Egipto, Etiopía, Kenia, Zimbabwe y Namibia) hasta llegar al país anfitrión del Mundial, Suráfrica, y allí sea recibida por la selección española el 14 de junio. Se trata, según comentaron los representantes del cotarro, de acercar más si cabe la selección patria a los aficionados.
Ayer en el Vial Norte había una fauna muy particular. Contratistas, gorrones, periodistas, artistas, azafatas y unos cuantos deportistas. De hecho, eran los que más saben del tema de correr y golpear los que se suponía que debían ser protagonistas de la gala. Sin embargo, uno de los más brillantes de la ciudad, Domingo García, no pudo participar en el reto al ser minusválido. Su silla de ruedas no tenía cabida en el autobús que conduciría a los relevistas a la avenida de Carlos III, desde donde deberían empezar a trotar. Él se lo tomó con el humor que le caracteriza y, con paciencia de campeón, esperó su ocasión en la línea de meta.
Sí corrieron las futbolistas del Cajasur -lógicamente eran las que más virguerías hacían con el trozo de cuero-, la afable Belén Recio y Rafa Lozano. Ésos entre los más conocidos, porque representantes de otros clubes más modestos como el Ciudad Jardín también lucieron sus colores con orgullo.
El tramo era de 1,7 kilómetros, aunque al sol de las dos de la tarde y con -por algunos- unos cuantos litros ya ingeridos parecían más.
Ya llegando al último tramo, donde el AVE asoma a toda velocidad entre hormigón y hierro, hubo alguna mente maquiavélica que pensó en embarcar la pelota entre los raíles de un fuerte chut. ¿Qué habría pasado con esta gigantesca y bien montada campaña si el objeto de culto que da sentido y gracia al asunto se hubiese pinchado? No pasó nada. Al menos aquí. Todo fueron sonrisas en la llegada. Asen y Arteaga -que por órdenes superiores sólo intervinieron al final- exhibieron sus virtudes y los jerifaltes de la ciudad se congratularon y brindaron. Con birra, claro.
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