Para echarse a temblar

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Pitos contra la directiva, los jugadores y el entrenador para escenificar una descomposición que se lleva por delante a Oltra y que amenaza con conducir al cordobesismo a un año negro

Para echarse a temblar
Para echarse a temblar

Pitos contra el técnico, bronca a los jugadores y reproches al palco. El cordobesismo vive días de hastío, de hartazgo ante tanto despropósito acumulado en tan poco tiempo. Cansado de la tomadura de pelo en la que se ha convertido esta temporada a las primeras de cambio, porque el envoltorio con el que el club cubrió su planificación deportiva era tan fino que, a nada que han llegado las dificultades, ha saltado por los aires. Y claro, pasa lo que pasa, que la gente se frustra y chilla contra todo y lo que parece aún más triste, se marcha a casa un ratito antes del pitido final, para evitar atascos y un nivel de cabreo mayor.

El devenir de la temporada del Córdoba está tomando unos tintes muy peligrosos. En las tripas de El Arcángel las caras denotan más indiferencia que dolor ante las derrotas, casi que conformismo, como si el batacazo que el equipo se está dando se hubiese visto venir desde hace tiempo. Nadie, más allá de las obligadas ruedas de prensa antes y después de los partidos, da la cara en el club para explicar una situación compleja que puede poner en serio riesgo el futuro deportivo de la entidad. Y cuando se produce alguna declaración institucional, como las de Carlos González el pasado jueves, la autocrítica brilla por su ausencia y aparece una autocomplacencia y una negación de la realidad que resultan bastante difíciles de tomar en serio. Por no hablar de la defensa a ultranza de Oltra, retratada apenas tres días después de su fulminante despido.

Por desgracia, el cordobesismo conoce más batacazos que grandes alegrías en su historia y esta temporada está tomando unos derroteros de sobra conocidos por estos lares. Ni la afición cree en la grada -ayer se volvió a cantar contra el presidente, contra su sucesor, contra Oltra y contra el equipo- ni los jugadores, con algunas excepciones, parecen hacerlo sobre el césped. Es la triste rutina a la que se está acostumbrando El Arcángel. Y bien harían todos, afición incluida, pero sobre todo la propiedad y los jugadores, en trabajar desde ya para salir de una situación que amenaza con hundir al equipo blanquiverde. Que el relevo presidencial anunciado para el final de año no sirva de excusa para la inactividad, porque el peligro de acabar dando de bruces en Segunda B es ahora mismo, visto lo visto, mucho más real que el de pelear por subir a Primera.

Y esa reacción, vista la nula capacidad de la directiva y la dirección deportiva para reforzar al equipo ante la lesión de Deivid, deben liderarla los que ya están en el vestuario, que son los primeros que deben hacer piña y creer en sus posibilidades, como mínimo similares a las de otros equipos de la categoría que sin grandes nombres se fajan, juegan en conjunto y mantienen un espíritu de lucha que los hace mejores. El mejor ejemplo lo pueden encontrar los futbolistas del Córdoba en su próximo rival, un Reus que pese a ser un recién ascendido está metido de lleno en la pelea por el play off. Cambiar los mensajes vacíos de contenido tras cada tropiezo por un mayor esfuerzo individual que eleve el nivel del colectivo parece el camino más indicado para que el equipo se recupera y al menos logre salvar la temporada con dignidad. Oltra, por lo pronto, ya dejó de ser ese parapeto que absorbe las críticas de la afición.

Hace tiempo que no se escucha una ovación en El Arcángel dirigida hacia alguien que no sea un rival. Ayer, dos hombres del Getafe vivieron un choque especial. Por un lado, el guardameta Alberto García, que volvía a la que durante años fue su casa. El arquero catalán fue bastante bien recibido por su antigua afición, a la que siempre ha mostrado un tremendo respeto, y se llevó una ovación tanto al saltar a calentar antes del partido como cuando al final se acercó a saludar hasta Fondo Sur. También volvía a casa el cordobés Álvaro Jiménez, que para variar (en algo que ya se está convirtiendo en habitual justo la temporada en que no hay ni un solo jugador cordobés en la plantilla del CCF) hizo un gran partido. Los pitos que recibió al ser sustituido son, además de injustos, buena muestra de lo que había hecho sobre el campo. Al menos, la parroquia blanquiverde recibió la pequeña alegría de la victoria del filial en Mérida, anunciada en el videomarcador del estadio como propina y justo premio a los fieles que todavía mantienen una mínima esperanza y siguen acudiendo al estadio, esos que nunca dejarán de hacerlo pase lo que pase. Por ellos, vale la pena luchar para voltear una temporada que ahora mismo invita a echarse a temblar.

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