La interminable sombra de un penalti en Riazor

Córdoba CF

Djukic pasó a la historia por 'regalar' la Liga 93-94 al Barça con una pena máxima fallada contra el Valencia.

González detiene el penalti a Djukic en el encuentro que midió al Deportivo y al Valencia en Riazor en 1994.
González detiene el penalti a Djukic en el encuentro que midió al Deportivo y al Valencia en Riazor en 1994.
C. L. / Córdoba

21 de octubre 2014 - 05:02

Un penalti. Once metros entre el éxito y el fracaso. Una batalla entre dos con el balón como único testigo. Tres pasos. Un soplido. Un derechazo. Una parada. Y un recuerdo imborrable. Todo eso acompaña a Miroslav Djukic (Sabac, Serbia, 19 de febrero de 1966) desde que hace algún mes más de veinte años fue el elegido -hay que recordar la espantada del entonces especialista albiazul, Bebeto- para lanzar la pena máxima que podía dar la primera Liga al Deportivo de La Coruña. Falló y el título fue a parar al Barcelona. Lo demás es una historia bañada en lágrimas que siempre acompañará al hombre en el que ahora confía el Córdoba para buscar las sonrisas que le han faltado en este inicio de temporada.

Djukic, central con clase, de esos que sacaban la pelota jugada desde atrás sin ningún tipo de problemas, echado p'alante y dispuesto siempre a mirar a la portería contraria, ha tratado de dotar siempre a sus equipos de una mezcla de ambas cosas. Bajo un sistema 4-2-3-1 marcado por el orden y el trabajo, pero con libertad para la creación cerca del área enemiga, el preparador serbio exprime también la pizarra para sacar todo el jugo posible a la competición. Además, por si alguien tiene dudas, es un hombre con carácter, aunque rara vez pierde los nervios (ya le pasaba de futbolista). Y eso es algo que trata de trasladar a sus equipos, caracterizados por un enorme rigor táctico y una colocación siempre notable.

Sólo esos aspectos ya invitan a pensar que tendrá trabajo en este CCF que ha adolecido de gran parte de esos argumentos hasta la fecha. Ahora le toca a Djukic moldear un equipo a su imagen y semejanza. Y a la plantilla, dar un paso al frente para revertir la situación. Al mando, un hombre al que el fallo de un penalti no le impidió conquistar una Copa del Rey y una Supercopa en La Coruña, y los mismos trofeos más una Liga en Valencia, donde también vivió una final de Champions. Porque si uno cae siete veces, debe levantarse otras siete.

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