Para madurar... o para pudrirse

Francisco Merino

08 de marzo 2009 - 05:02

"Esto se tiene que acabar algún día, no puede durar siempre", me cuenta Javi Flores. Se refiere el de Fátima a la "mala suerte" que viene causando estropicios a un Córdoba que debe hacer verdaderos esfuerzos por mantener la compostura -la futbolística y la mental- ante situaciones que se toman -seguramente esto es un error- por incontrolables. "¿Viste lo de Girona? Fue para morirse". Ayer, después de mucho tiempo, Javi Flores no jugó un solo minuto con el Córdoba en El Arcángel. El equipo ganó, así que no parece probable que vuelva a entrar como revulsivo. O sí. ¿Cuánto dura un producto como Javi Flores en la nevera? La pancarta que reclama la presencia del cordobés en la selección española ondea triste en el estadio.

Fuera de las salas de prensa, alejados de los micrófonos revoltosos en las zonas mixtas de los estadios, de las declaraciones prefabricadas y de las excusas recurrentes para salir del paso ante la jauría mediática, los futbolistas pierden el halo de superioridad que les da al uniforme y se transforman en seres vulnerables y perplejos.

Para quienes que están aquí por razones de trabajo, como recalcó Eto'o sobre su condición en el Barcelona, el asunto de las desdichas cordobesistas no deja de ser una contingencia laboral, un gaje del oficio que puede enojar pero que apenas deja huellas. Para los que se han construido aquí, como Javi Flores, la situación es distinta. No ha habido en toda la historia del club demasiados jugadores -¿quién recuerda alguno?- que se hayan puesto la blanquiverde a los 7 años para salir cada fin de semana a pelear por los campos hasta llegar a la Segunda División.

Flores lleva 16 temporadas bregando con una maldición. Todos dicen de él que es uno de los elementos más talentosos de la plantilla. Lleva ya mucho tiempo escuchando esa cantinela, demasiado. Muchos entrenadores, por aquello de querer reforzar su autoridad de modo chusco mostrándose impermeables a las sugerencias de su entorno, han exigido a Flores el doble y el triple que a otros cuyo estatus de figuras se refleja en la nómina y se desmiente en el campo.

Flores es un magnífico futbolista. Ha cumplido 23 años y ha perdido la titularidad con Luna Eslava. Se ha puesto de moda criticarle, igual que antes había que elogiar hasta extremos inverosímiles cualquier gesto suyo bajo la amenaza de ser tachado de enemigo del cordobesismo si uno no se rendía a las habilidades de Florinho. Puede que dejar pasar un balón para que un rival lo recoja y que su deficiente tiro lo meta en su propia portería el defensa más fiable del último lustro, en el segundo final del descuento de un partido vital, sea mala suerte. Puede. Pero el bucle en el que se ha metido -o han metido- a Javi Flores sí que es un varapalo de la fortuna. Cuando Flores no anda fino -como sucede precisamente ahora-, se le cuestiona más allá de su estado puntual y se traslada el debate a su capacidad para ser el que todo el mundo dice que es. Flores tiene juventud, experiencia y capacidad, pero a muchos les empieza a parecer viejo.

Muchos de los que dicen que están hartos de él aplaudirán en el futuro sus jugadas cuando le vean, por televisión, con la camiseta de otro equipo. Flores es la promesa de algo grande. Flores es el Córdoba mismo.

SIEMPRE ASÍ

Se puede cambiar de nombre, de jugadores, de patrocinador, de competición, de directiva y de camisetas, pero hay cosas que nunca mueren. El Baloncesto Córdoba 2016, o Cajasur Córdoba 2016, anda por la calle de la amargura tras protagonizar este fin de semana uno de esos episodios que descolocan mentalmente al más centrado. Si un equipo recibe una paliza tras hacer el ridículo en la pista, existe un manual de recetas que se puede utilizar a gusto del consumidor: a) cadena de broncazos: del presidente al director deportivo, de éste al entrenador, de éste a los jugadores…; b) señalamiento de culpables en los medios de comunicación, para mayor burla y escarnio; c) ultimátum y/o despido del entrenador; d) todo lo anterior: Las dudas llegan cuando el equipo hace un partido más que decente y el resultado es negativo. ¿Cómo reparar el asunto? ¿Borrón y cuenta nueva? ¿Aquí no ha pasado nada y a la próxima será? El BC2016 perdió, del modo más lastimoso, un encuentro crucial ante el Lobe Huesca en el Palacio de Deportes Vista Alegre. El club se harta de reclamar la presencia de público en las gradas, pero resulta complicado que el personal se vuelva a volcar con este deporte si se le ofrecen productos de este corte. "No tenemos dinero para más", dirán los rectores del asunto. ¿Y cuándo ha habido dinero para el baloncesto?

Córdoba siempre ha tenido un equipo de baloncesto representativo metido en problemas. Más en las arcas que en la cancha, todo hay que decirlo, porque generalmente los balances en la segunda categoría nacional -el sitio más habitual en los últimos 30 años- resultaban más que aceptables en la clasificación final. El de Córdoba fue siempre un equipo solvente. Sólo existía un problema: no se podía ascender de categoría. No había dinero ni nadie tenía intención de aportarlo. Competir en inferioridad de condiciones es una hazaña conmovedora, incluso atractiva para un público que llegó a identificarse con un puñado de jornaleros que se rebelaban contra la lógica de los presupuestos cada viernes en Vista Alegre. Pero si no se mira más arriba, hasta eso llega a hastiar. El asunto es que se abandonó la vecindad con equipos de fuste y se entró en ligas menores, con una miserable espiral de parches, amiguismos y horizontes muy, muy, muy cercanos. El porvenir no va más allá de mañana. Si Escalante se dedicara al baloncesto se sentiría más que satisfecho al ver plasmada con absoluta fidelidad una de sus más célebres teorías: "No somos perseguidores, sino huidores". El buen señor ascendió dos veces al Córdoba huyendo del descenso, estimulándose más con la amenaza del infierno que con la cercanía del cielo.

En el baloncesto, nadie ha encontrado un Escalante. O no lo han querido ver. Quién sabe. El caso es que el equipo unificado, nacido de la fusión del viejo Juventud Cajasur y el nuevo Salsas Musa Ciudad de Córdoba, huye del descenso, eso parece claro, pero también de sí mismo. No hay ni uno solo de sus miembros que no esté deseando que termine ya esta temporada en la que se confirmó -es de desear que de forma definitiva- que en Córdoba no cuajará jamás un proyecto deportivo cuyo objetivo declarado sea salir "a verlas venir".

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