El peligro del efecto Manolo
Desde la llegada de Díaz al banquillo, el Castilla es el mejor equipo de la Liga Adelante junto al Sporting
Desde que Manolo Díaz llegó al banquillo del Real Madrid Castilla, el filial blanco es otro. En tres partidos había logrado tantos puntos como en los catorce anteriores, y tras ganar en Las Palmas (0-2) se ha colocado a cuatro puntos de la permanencia, un escenario que parecía imposible hace apenas un mes. Y todo desde la destitución del cordobés Alberto Toril, acelerada tras la sonrojante derrota en Éibar (6-0). Ése fue el punto de inflexión para un conjunto que ha pasado de ser un colista desahuciado a un equipo plenamente competitivo en la Liga Adelante.
De hecho, si sólo se tienen en cuenta los cuatro partidos con Díaz al mando, el filial blanco sería colíder de la categoría de plata junto al Sporting de Gijón. Diez puntos, tres victorias -Jaén (0-1), Girona (3-2) y Las Palmas (0-2)-, un empate en su estreno ante el Numancia (0-0), seis goles a favor y dos en contra son datos de aspirante al ascenso, una metamorfosis basada en un cambio de estilo evidente: mantiene la intención de conservar la pelota, pero ahora se siente cómodo replegado en defensa a la espera de que un destello individual marque la diferencia. Así ha cerrado el grifo de los errores defensivos y ha recuperado la puntería, suficiente para respirar y soñar con una salvación que ahora tiene al alcance de la mano.
Los males del Castilla arrancaron en verano, cuando la marcha de jugadores clave como Jesé, Morata -estos dos al primer equipo-, Cheryshev, Álex Fernández, Juanfran, Óscar Plano o Mosquera dejaron a Toril sin la columna vertebral del filial que tanto había gustado el curso pasado. Desmantelado el bloque, el técnico de Peñarroya se encontró con un plantel sin capacidad para competir en Segunda, y la realidad no tardó en plasmarse. Tres puntos en las diez primeras jornadas, siete sobre 42, siete goles a favor y 23 en contra... El set en blanco de Ipurua acabó con el crédito de Toril, al que ni su gran curriculum en la cantera blanca pudo mantener ni un minuto más.
Díaz, hasta entonces al frente del tercer equipo, mantuvo la línea de juego combinativo desde la posesión de balón, pero ajustando los errores flagrantes en las dos áreas. Y las cosas empezaron a cambiar. Atrás movió piezas pasando a Diego Llorente del lateral derecho al eje de la zaga formando pareja con Leandro Cabrera, mientras que en su puesto ha recolocado al cordobés Quini, extremo natural ahora más centrado en labores defensivas, aunque con enorme recorrido por la banda. En la izquierda, Noblejas ocupa ahora el sitio de Casado.
En ataque, José Rodríguez (al que Mourinho dio la alternativa la pasada temporada) y Omar Mascarell -con tres goles, máximo goleador del equipo- organizan el juego de Díaz, quien ha dado el protagonismo de la banda derecha a Lucas Vázquez, un jugador que ya ha trabajado varias semanas con Ancelotti y que ocupa el rol eléctrico y desequilibrante dejado por Jesé. El nuevo Castilla se obsesiona por abrir el campo y dar balones a sus extremos para proyectar el peligro por los costados.
Con esa premisa, el filial blanco ha encontrado la puntería que no tuvo en el inicio. Una de las razones está en el ex cordobesista Borja García, habitual ya el año pasado, pero que ahora tiene más protagonismo tras una primera fase de la temporada muy alejado de su nivel habitual. Dos goles en los tres últimos partidos refuerzan su papel en un Real Madrid Castilla que tenía un grave problema con sus delanteros. De hecho, sólo uno de los 13 tantos del filial ha venido por uno de sus atacantes, el de Raúl de Tomás hace diez días ante el Girona, pero eso también está cambiando.
Ése es el rival que se encontrará el Córdoba el sábado en Valdebebas (Alfredo di Stéfano, 18:15, LaSexta), un equipo que está en plena evolución y que ha convertido lo que parecía un desplazamiento asequible en una incómoda despedida de 2013.
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