Tribuna Económica
Carmen Pérez
Un bitcoin institucionalizado
La inmensidad del Palau Sant Jordi no era suficiente para esconder ciertos gestos de sonrojo. Era jueves, 23 de abril de 1998 y la Kinder de Bolonia acababa de coronarse campeona de Europa. Pero pocos miraban al marcador. El 58-44 final del duelo ante el AEK de Atenas era un motivo de vergüenza. Se hablaba de tostón-cesto. Apenas tres años después, la Kinder era otra vez campeona de Europa, aunque esta vez era un grupo aclamado. Pero, ¿qué había cambiado? Desde luego, el tanteador. Y, por encima de todo, el juego: Messina convirtió a esa Kinder en un equipo de trepidantes recursos tácticos encauzados hacia el talento.
Lo cierto es que el curso empezó un tanto amargo para los boloñeses. A poco de iniciar la competición, Danilovic anunciaba su retirada. Una baja sensible, toda vez que el gran Ettore quería plantear un formato revolucionario: su intención era jugar sin base ni alero definidos, sino con un trío de exteriores que pudiera cumplir con las tres funciones -base, escolta, alero- indistintamente. La marcha de Danilovic permitió encumbrar a Manu Ginobili como estrella. Él, Rigadeau y Jaric completaban esa tripleta inédita de jugadores cercanos a los dos metros que se empleaban en todas las facetas exteriores sin resentirse, secundados desde el banquillo por Abbio, un jugador de similares características pero de más edad y menor talento. Bajo tableros, Frosini cumplía con las exigencias del puesto de cuatro con profesionalidad, mientras que el center americano Griffith, cuyas frágiles rodillas le habían alejado de la NBA, era el cerrojo de la zona. Messina fió la suplencia de su juego interior a dos jóvenes talentos, ambos aún lejos de cumplir los 20 años. Smodis y David Andersense curtieron al amparo del talento de Ginobili, Rigadeau y Griffith. En suma, una plantilla joven y de lujo al servicio de un genio de la táctica. Las comparaciones con la Jugoplatika estaban servidas.
Los torneos domésticos no fueron problema para una Kinder que dejó sus mejores actuaciones para la recién creada Euroliga, más aún tras la derrota en la jornada inicial ante el AEK de Atenas por 78-77. El nuevo formato de la competición -una fase regular de grupos y eliminatorias desde los octavos de final- obligaba a los boloñeses a ser primeros de grupo para evitar cruces incómodos desde primera hora. Kakiouzis y, sobre todo, Gurovic dieron problemas a Ginobili y Jaric desde el principio, y el experimento de Messina parecía inútil en la Euroliga. La victoria ante la Cibona sirvió para la reacción de Manu (22+6), mientras que el joven Andersen (17+5) fue el pilar sobre el que se sustentó el triunfo ante el TAU. Así, concatenando actuaciones destacadas de los diversos peones del grupo, siempre buscando la ventaja en las debilidades del rival, Messina puso en órbita al Kinder, que devolvió el golpe al AEK y logró el liderato del grupo.
Los inéditos octavos de final encumbraron a Marko Jaric. Ante Estudiantes, la Kinder exhibió todo su potencial al derrotar a los madrileños por 113-70 liderados por el serbio (21+5+9). En cuartos de final, el prometedor Olimpia puso en muchos problemas al cuadro boloñés (80-79), y repitió en Eslovenia, aunque cayó por 79-81. Por la vía rápida, pero con menso sufrimiento, la Kinder aniquiló al Paf en el derbi boloñés de semis.
En la final esperaba el TAU de Ivanovic, con Oberto, Bennet, Stombergas y Scola como puntales básicos. El formato a cinco partidos, con ventaja de campo para la Kinder, y la ausencia de precedentes no permitía más que augurar la ventaja boloñesa basada en los duelos de la primera fase. Por eso la cómoda victoria alavesa en Bolonia (65-78) hizo saltar las alarmas de la mítica Virtus. El segundo de la serie reestableció una igualdad aparente, pero en el tercero la sociedad Ginobili-Jaric-Rigadeau cercenó toda posibilidad de reacción cuajando su mejor partido, en el que sumaron 49 puntos. El triunfo del TAU en el cuarto (96-79) no sirvió más que para volver a un formato conocido: un quinto partido con el título en juego. El plan de Messina, basado en el acierto de Ginobili (16+4+6) y Griffith (14+10), puso el 82-74 final y encumbró a la Kinder como primera campeona de la Euroliga.
Pero si el reinado de la Jugoplastika fue breve, más lo fue el de la Kinder. El Panathinaikos de Bodiroga, un año más tarde, impidió que el equipo repitiese título. Ese mismo verano, la NBA captó a Ginobili y Jaric, y el equipo perdió a su patrocinador, Kinder, y al técnico Messina. El club entró en una espiral de caos e impagos y, tras un verano de 2003 dantesco, la Federación Italiana descendió administrativamente el Virtus de Bolonia por la deuda acumulada. Y mientras el club languidecía, los que fueron miembros de su etapa más brillante, triunfaban. Messina, Andersen, Smodis y Ginobili son, aún hoy, nombres de rango mundial.
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