Un visitante bastante cortés

La pasada campaña, un sensacional cabezazo de Javi Moreno en el último suspiro del partido contra el Castellón permitió al cordobesismo soñar con una meta fenomenal para un recién ascendido. El equipo entrenado por Paco Jémez acabó esa jornada sexto y haciendo, como la lechera, cuentas (de haber ganado en la siguiente cita al Eibar habría dormido en la zona de ascenso) para una pelea que al final vio desde las antípodas de la clasificación. En aquel choque, por cierto, jugaron el argentino Oberman (hoy cordobesista) como visitante y el chiclanero Diego Reyes (que ahora milita en el conjunto de La Plana) como local.

Fue la octava victoria ante el equipo orellut en sus diez visitas ligueras. Sólo dos veces ha sido capaz el Castellón de rascar bola en El Arcángel. La primera se remonta a 1976, en un partido con polémica. Jacinto de Sosa, el celebérrimo colegiado, expulsó a los blanquiverdes Rivero y Molina (a la sazón el portero del equipo). Así que Onega tuvo que acabar defendiendo el arco. El resultado final fue 2-4, un guarismo con el que el Castellón evitó la promoción de descenso a Segunda B a costa de un Córdoba que no se jugaba nada más que el orgullo.

Cosas del fútbol, la temporada siguiente el árbitro se reunió con varios directivos de la entidad y algún periodista para ver la moviola de aquel encuentro. Eran, evidentemente, otros tiempos. Ese mismo año, el Castellón salvó el cuello otra vez en la última jornada en Castalia, y una vez más ante el Córdoba (pese a una jugosa prima del Pontevedra y el Levante).

La última ocasión en la que pintaron bastos, en el nefasto año 83, el cruce deparó un sintomático (por lo malo) empate a cero.

El resto, todo triunfos locales más o menos holgados. Memorables como el 3-0 en la gran campaña 76-77 o trascendentes como el 1-0 del ejercicio 70-71 (ambos luchaban por un ascenso a Primera que al final cayó del lado de los blanquiverdes).

Mención aparte merece el 2-0 de la liguilla de ascenso del curso 94-95. Aquella alegría vengó el gol de Fermín de la ida y dio alas al estreno de Juan Verdugo como técnico del equipo; luego llegó el Mensajero y, en su fortín de La Palma, se las cortó.