Sanciones económicas: más allá de lo obvio (I)
Aunque Nicholas Mulder ha estado diez años trabajando en su libro El arma económica: la aparición de las sanciones como herramienta de la guerra moderna, no hay nada tan oportuno como esta voluminosa historia de las sanciones económicas en el período alrededor de las guerras mundiales. Es un atrevimiento resumirlo y sacar conclusiones, pero hay al menos seis ideas destacables. La primera, el acuerdo sobre estas sanciones en la Liga de las Naciones con la finalidad de evitar guerras, disuadiendo a países de agredir a otros. En segundo lugar, tuvo éxito con países pequeños evitando el ataque a Bulgaria por Grecia, o Albania por Hungría, pero no impidió que Italia invadiera Etiopía de una forma rápida. Tercero, pronto aparecieron las consecuencias sobre la población civil con centenares de miles de muertos por hambre y enfermedad en Centro Europa y Turquía, pero se consideró por algunos una alternativa a la guerra; en otras, ha sido una forma más o menos encubierta de venganza (como ocurre ahora con Afganistán, donde casi 23 millones de personas tienen inseguridad alimenticia y 7 padecen hambre). Cuarto; sin embargo, la respuesta de países grandes -Rusia, Alemania, Italia- fue acelerar las agresiones como forma de expandirse y ganar en autarquía de recursos y hacerse fuertes ante sanciones esperadas (caso de Alemania, que se preparó con tiempo para la II Guerra Mundial).
Hay dos cuestiones adicionales muy interesantes. La quinta es la interpretación del derecho internacional en cuanto al comercio y la propiedad privada, y la separación entre la guerra de los estados y la vida empresarial; incluso en la guerra entre Gran Bretaña y Rusia no dejaban de pagarse las deudas contraídas por los zares a inversores británicos, ni la emitida por Gran Bretaña comprada por Rusia. En un trabajo de fin de grado que dirigí en 2017, sobre la deuda pública en Ucrania, me llamó la atención que el 60% de la deuda externa del país estuviera en manos de Rusia; nuestro alumno Danylo Dyzhok decía: “Cabe destacar la dualidad de las relaciones, pues a pesar del conflicto militar se mantuvieron relaciones comerciales y de colaboración económica en el más alto nivel. Incluso antes de prácticamente cortar relaciones diplomáticas, Rusia era el principal socio comercial e industrial de Ucrania”. Explica Nicholas Mulder que la ingenua barrera entre guerra pública y comercio privado conocida como doctrina Rousseau-Portalis -cuando la burguesía y las élites aprendieron a vivir con conflictos armados ocasionales, mientras la propiedad se conservaba y los contratos se mantenían-, se rompe por los imperios europeos con guerras y apropiaciones en países relativamente débiles. De esta forma la economía es parte de la guerra, más que ser una alternativa disuasoria.
Por último, como sexta idea, aparece la alternativa de apoyar económicamente de manera intensa a los países agredidos. La asistencia o herramienta positiva la desarrolló John Maynard Keynes ya en 1924, en forma de apoyo financiero de emergencia a países agredidos. Como en tantas cosas no le hicieron mucho caso, pero Roosevelt lo utilizó en Latinoamérica y China frente a la influencia de Alemania y Japón; y en la serie “Atlantic crossing” se recoge muy bien la intervención de Roosevelt a favor de Noruega cediendo armamento bajo la fórmula “prestar y alquilar”. No es tan fácil como parece sacar conclusiones de estas experiencias para la situación actual, entre otras cosas porque, aunque el inicio de una guerra siempre es una barbaridad, en este caso resulta especialmente sin sentido, ni militar, ni económico.
También te puede interesar
Lo último
EN COLABORACIÓN CON EL GOBIERNO DE ESPAÑA
Con el lema ‘Nuestros valores no están en venta. Nuestros productos, sí’, esta acción anima a los españoles a apostar por los productos y servicios locales. Además, con este mensaje, el Gobierno transmite a la sociedad un llamamiento a la calma y una postura firme de apoyo