Pedro Martin Ruiz

Andalucía necesita más industria

13 de noviembre 2024 - 05:00

Desde hace ya muchos años, Andalucía comparte con Extremadura y Castilla La Mancha los últimos puestos de la clasificación de las regiones españolas, según los indicadores socioeconómicos de desarrollo. Estos son renta per cápita, índice de convergencia, tasa de paro y desempleo juvenil, tasa de pobreza, abandono escolar, productividad, industria manufacturera, personal cualificado, minifundismo empresarial, gasto de I+D+i, economía digital, tasa de exportaciones, etc.

Hay que tener en cuenta que la población y el territorio andaluz representan alrededor del 18% del total nacional y con estas referencias debemos analizar el resto de los datos. En este sentido, quisiera destacar tres aspectos. El primero que la participación de la industria en el PIB regional es solo el 10%, cuando en el País Vasco representa el 24 y la media de España es del 18%. El segundo, que la exportación total de bienes y servicios equivale al 11%, mientras que Cataluña con menor población participa con el 25% de España. Por último, nuestro producto interior bruto ocupa el tercer lugar a nivel nacional con el 13%, muy detrás de Madrid y Cataluña con un 19%, cada una.

Pero no se trata de flagelarse ni de conformarse con la situación. Más que hablar de las debilidades preferimos centrarnos en nuestras fortalezas para el cambio y que son muchas. Disponemos de una gran variedad de recursos tradicionales, ya sean humanos, agrícolas, ganaderos, forestales, mineros, patrimonio cultural, biodiversidad ecológica o atractivos turísticos. Y otros con nuevas potencialidades como radiación solar, terrenos, viento, agua y estabilidad social, así como buena conectividad, extenso litoral marino y un adecuado sistema de puertos. 

Por supuesto no partimos de cero. Tenemos una potente industria aeronáutica, espacial y de defensa, química y alimentaria, así como un buen subsector turístico y una agricultura moderna. En esta ocasión, queremos señalar la necesidad de una mayor participación de la industria por ser un sector estratégico para el cambio y modernización de Andalucía. Es lo que nos hace falta y junto con los servicios tecnológicos avanzados es lo que más influye en la posición de vanguardia de Madrid, País Vasco y Cataluña, en relación con las tres últimas, Andalucía, Extremadura y Castilla La Mancha, con una diferencia de más de 50 puntos en el índice de convergencia nacional (PIB base 100). Es ésta, en mi opinión, la verdadera singularidad, que evidencia el grave desequilibrio territorial y la enorme desigualdad entre los españoles, y no la que se arrogan ciertas regiones para conseguir aún más privilegios.

Es necesario, por tanto, una política de Estado más proactiva que establezca una regulación específica y una serie de incentivos económicos, fiscales y de simplificación burocrática para que las empresas se instalen y, sobre todo, fijen sus sedes fiscales en los territorios más desfavorecidos que, precisamente, en la nueva economía verde y sostenible tienen una gran oportunidad de crecimiento. Se trata de las energías renovables y de la minería, pero no solo referida a la producción y extracción, sino a su uso y transformación “in situ”, aprovechando toda la cadena de valor posible en términos económicos.

La potencia eléctrica actual instalada en Andalucía es de 20.528 megavatios (MW), siendo un 61% de origen renovable y un 29% proveniente de ciclos combinados de gas. El resto se reparte en cogeneración, bombeo y carbón, según la Agencia Andaluza de la Energía. Por otra parte, hay 21 instalaciones de producción de biogás, a partir de purines con una potencia de 33 MW y 17 instalaciones de producción eléctrica de biomasa con 274 MW. En todo ello, destaca la producción fotovoltaica con 6.907 MW, la eólica 3.637 MW, la termosolar con 997 y la hidroeléctrica con 650 MW, además, del autoconsumo fotovoltaico con 1.122 MW.

El Plan Nacional de Energía y Clima (PNIEC) revisado, enviado a la UE en junio último, prevé para 2030 una potencia total instalada en España de 76.000 MW de solar fotovoltaica y 62.000 eólica. En cuanto al almacenamiento se quiere llegar a 22.500 MW y 19.000 en autoconsumo en los próximos seis años. Lo cual resulta algo difícil de conseguir y significaría que el 81% de toda la producción eléctrica fuese de origen renovable.

Andalucía podría representar un 25% de la electricidad limpia nacional, en especial por la de origen fotovoltaico y eólico. Para ello reúne todos los requisitos, como un extenso territorio con 3.000 horas de radiación solar, terrenos poco fértiles de pastoreo y matorrales, o de cereales y viñedos nada rentables, sin arbolado y no declarados de protección ambiental, así como suficiente viento y agua. De los 7.000 MW fotovoltaicos actuales se podría llegar a 25.000 y no solo en tierra y compatibles con aprovechamientos agrarios, sino, también, flotantes sobre embalses, en otras masas de agua o en balsas con colaboración de las comunidades de regantes. Por otra parte, el autoconsumo desde los 1.000 MW, de ahora, podría pasarse a 10.000, para viviendas, polígonos industriales y otras industrias con producción propia sin necesidad de acceder a la Red eléctrica o, en todo caso, como energía de respaldo.

En cuanto a la producción eólica, desde los 3.600 se podría llegar a 10.000 MW terrestre y off-shore a lo largo del litoral marítimo. Como ambas energías son de producción intermitente, según el clima, un buen objetivo sería alcanzar 5.000 MW para almacenamiento en grandes baterías. Respecto al resto convendría duplicar todas ellas, tanto la de origen termosolar, la hidroeléctrica e, incluso, por bombeo reversible y la de biomasa. En total, unos 45.000-50.000 MW renovables de nueva instalación en los próximos diez años, que requieren una buena red de distribución eléctrica que hoy es muy insuficiente. 

Toda esta producción eléctrica necesita la demanda correspondiente, a ser posible dentro de la región, al mismo tiempo, con medidas de ahorro y eficiencia energética. Para ello, el primer paso sería electrificar al máximo toda la economía productiva, el transporte por carretera, ferrocarril, puertos y aeropuertos. En segundo lugar, atraer la instalación de la industria electrointensiva: cementera, cerámica, Centro de datos con inteligencia artificial (CPD+IA), metalurgia, química verde, etc. En tercer lugar, se destinaría para la fabricación de grandes cantidades de hidrógeno y de todas sus aplicaciones, siguiendo la cadena de valor hasta los productos finales al consumidor dentro de una economía circular.

 Es decir, energías renovables para producir hidrógeno por electrólisis del agua, que con nitrógeno sería amoniaco que serviría como combustible para el transporte marítimo o para su venta, dado que es más fácil de transportar, o para la producción de fertilizantes nitrogenados. Otro recorrido del hidrógeno, como vector principal, seria como pila de combustible para el transporte pesado y ferrocarriles. También, combinado con el dióxido de carbono, mediante captura de la gasificación de la biomasa y de muchos procesos industriales, se obtendría un combustible sintético como metanol para la aviación o el transporte marítimo.

En estos momentos, la producción de hidrógeno verde resulta más costosa que la derivada del gas fósil, por lo que necesitará ayudas públicas durante unos cinco años. Los expertos calculan que antes del año 2030 los avances tecnológicos y las economías de escala igualarán los costes, además de que las emisiones de gases contaminantes se reducirán considerablemente. Por otra parte, se implantaría una nueva industria energética menos dependiente del exterior, del orden del 70%, así como la industrialización de muchas zonas rurales, en especial, en las tres regiones más atrasadas que hemos citado.

Algo parecido se puede decir de los gases renovables derivados de la biomasa, con la ventaja de que los costes son ya competitivos y existen unas infraestructuras que pueden ser aprovechadas. Nos referimos a la producción de biometano procedente del biogás, a partir de desechos orgánicos, cultivos energéticos, residuos agrícolas y ganaderos, biomasa forestal, restos de cosecha y de la industria agroalimentaria, aceites usados, lodos de las depuradoras, etc. Se trata de un combustible con alta concentración de metano que ha experimentado un gran despliegue en otros países como Alemania, pero en España debido a la falta de un marco regulatorio adecuado y de otros incentivos, está poco explotado.

Según Sedigás, la Asociación nacional del gas, España tiene un potencial para 2.326 plantas de producción, siendo Andalucía con 334 la segunda región por capacidad detrás de Castilla-León. El proyecto importante más avanzado se localiza en Gálvez (Toledo), donde se producirá e inyectará en la red el gas suficiente para 20.000 hogares. Como subproducto se obtiene un fertilizante ecológico llamado digestato, por lo que estas instalaciones aprovecharían una serie de residuos de difícil destino y crearían puestos de trabajo en áreas despobladas y de bajo desarrollo.

Siguiendo en la línea de las cadenas de valor y economía circular, otro aspecto a considerar es la fabricación en nuestra región de los componentes para la industria energética, como placas solares, estructuras metálicas, cableados, torres eólicas, palas, torretas eléctricas, transformadores de potencia, electrolizadores, grandes baterías, hidrogeneras, pilas de hidrógeno, electrolineras, así como el reciclaje y reutilización de todos estos materiales, después de su vida útil.

En este sentido, Andalucía cuenta con el 90% de la minería metálica española y con 17 de los minerales considerados críticos por la Unión Europea, necesarios para la transición energética. En especial, cobre, plomo, zinc, hierro, oro y plata. Con claros indicios tenemos estroncio, estaño, barita, titanio, cobalto, wolframio, grafito, fluorita, silicio, bismuto o antimonio, así como tierras raras. En la actualidad están en marcha más de 400 concesiones de exploración o en concurso que afectan a unos 250 municipios.

Todo esto puede crear mucha riqueza repartida por el territorio y puestos de trabajo de calidad que es de lo que se trata, al mismo tiempo, si las cosas se hacen bien, reduciría el enorme desempleo juvenil existente, un colectivo de unas 230.000 personas, en especial, mediante un fuerte impulso de la formación profesional dual, en colaboración pública-privada para satisfacer todas las necesidades de las empresas. 

La Unión Europea pretende producir para el año 2030 diez millones de toneladas de hidrógeno y España dos millones, la mitad para la exportación. Esta enorme demanda prevista obliga a intensificar los esfuerzos para que España y Andalucía, en particular, ocupen puestos de vanguardia en la producción eléctrica renovable, hidrógeno, amoniaco, fertilizantes nitrogenados, combustibles sintéticos-metanol-, biometano y oxígeno. Lo cual se explica porque el coste de la energía fotovoltaica es el más bajo de todo el continente y disponemos de los recursos necesarios. 

Soy consciente de las numerosas iniciativas actuales de inversión referidas a las energías renovables, hidrógeno y sus aplicaciones, en especial en Huelva, Cádiz o Sevilla, así como en minería moderna en la faja pirítica Huelva-Sevilla y en el norte de Córdoba impulsadas por el Gobierno andaluz. Solo en proyectos fotovoltaicos está prevista una inversión de 14.000 millones y en producción de hidrógeno unos 6.000 millones de euros. El problema es la lentitud de los procedimientos y la complejidad burocrática para que todo ello sea una realidad, por lo que los resultados, si no se ponen más medios e interés, no se verán hasta el año 2035.

De todos modos, es difícil un desarrollo industrial sin unas buenas infraestructuras, sobre todo, cara al exterior de la región. Andalucía requiere mejores comunicaciones con Extremadura y Portugal, pues el ferrocarril a Mérida está aún sin electrificar y no hay una autovía por Aracena hacia Lisboa y el gran puerto de Sines. Algeciras, uno de los mayores puertos de Europa, no tiene una salida digna en ninguna dirección y la autopista ferroviaria prevista hasta Zaragoza del eje atlántico tardará en llegar. Algo parecido pasa con el resto de los puertos, que deben preparase para tener mejores relaciones intermodales y ser suministradores energéticos para toda clase de barcos.      

En definitiva, creemos que el cambio y modernización de Andalucía puede venir por un fuerte crecimiento de las energías renovables, la producción de hidrógeno y sus numerosas aplicaciones, así como por la extracción, procesamiento y transformación de los recursos mineros. Por supuesto, la fortaleza de las actividades industriales tradicionales debe consolidarse y hacerse más verde y sostenibles, sin olvidar la pujanza del subsector turismo y el impulso de los servicios avanzados. De este modo, en una década podremos alcanzar el nivel medio de riqueza y bienestar del resto de los españoles.

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