Las décadas perdidas

Tribuna Económica

Joaquín Aurioles

09 de enero 2020 - 02:34

Los prototipos de décadas perdidas son la de los 80 en Latinoamérica y la de los 90 en Japón y en ambos casos por la persistencia en el mantenimiento de decisiones políticas equivocadas que desembocaron en prolongadas crisis de deuda. El origen de la latinoamericana estuvo en los ambiciosos programas de industrialización que diferentes gobiernos del subcontinente promovieron en los años 60 y financiaron con deuda externa. Cuando la crisis de los 70 dio al traste con la intensa dinámica de crecimiento de los años anteriores y México decidió declararse en quiebra en 1982, la banca privada advirtió que el problema de impagos no tardaría en generalizarse y suspendió el crédito. El contagio se extendió rápidamente por un amplio grupo de países endeudados, sin liquidez e incapaces de hacer frente a sus compromisos de pago. Se iniciaba un largo periodo de penurias para una población empobrecida por los problemas financieros de sus gobiernos, cuyas cicatrices todavía son visibles para el observador interesado.

El origen de la década perdida por Japón estuvo en las presiones norteamericanas para corregir el déficit comercial bilateral (similar a lo que actualmente ocurre con China) a mediados de los 80. Entre los estímulos a la demanda interna que las autoridades japonesas se vieron obligadas a poner en marcha estuvo el aumento del crédito al sector privado, con los consiguientes efectos sobre el endeudamiento y la inflación de activos. El estallido de la burbuja se produjo cuando en el Banco de Japón decidieron recortar el crédito, argumentado que su problema no era la balanza comercial norteamericana, sino la inflación en su país. La imposibilidad de hacer frente a las deudas contraídas supuso un cambio de época en la historia económica japonesa, que iniciaba un largo periodo de crecimiento plano y presiones deflacionistas, cuyos efectos también son todavía visibles en la actualidad.

Los estímulos fiscales para intentar recuperar, sin éxito, el crecimiento y los precios dispararon el endeudamiento público hasta un nivel equivalente a 2,3 veces el PIB, el más elevado del mundo. A pesar de ello, en la crisis sistémica del modelo económico japonés también existen otras vertientes más lúcidas, entre las que destacan los elevados niveles de vida, empleo y productividad.

De las décadas perdidas en Latinoamérica y Japón se extraen enseñanzas sobre las consecuencias de la persistencia en las decisiones políticas equivocadas útiles para observar la realidad actual en Europa y España. Las señales de crisis sistémica en Europa aparecieron con el fracaso de la estrategia europea para salir de la gran recesión de 2008 y la crisis de deuda soberana, que convirtió a la Eurozona en el principal foco de inestabilidad financiera global. En el caso de España, debería reclamar nuestra atención, sino nuestra preocupación, la irresponsable complacencia con que aceptamos el enquistamiento del déficit y el endeudamiento público, al tiempo que se proclaman reconfortantes, pero falsos, mensajes sobre el equilibrio a largo plazo de las finanzas públicas y, en particular, sobre la viabilidad del sistema de pensiones.

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