Globalización y competitividad de los países
EL crecimiento económico durante las últimas décadas ha experimentado un empuje continuado en el tiempo gracias a la intensificación de las relaciones tecnológicas, comerciales y financieras entre países. Una de las características ha sido el establecimiento de cadenas globales de producción en muchos sectores, con una intensidad desconocida en la historia.
La reducción de los costes logísticos y la rápida difusión de tecnologías digitales, impulsaron los flujos de bienes y servicios entre los distintos países. Las cadenas de valor globales (CVG) ponen de relieve la división de tareas productivas en distintas fases y países y el impulso a un flujo creciente de exportaciones e importaciones muy diversificadas.
Durante las últimas décadas, el desarrollo de esas cadenas implicó, en muchos casos, la deslocalización de la actividad productiva, pasando de producirse actividades manufactureras en los países desarrollados a países emergentes, buscando costes de producción más reducidos.
El reparto de tareas entre distintos países ha dado lugar a unas actividades manufactureras con mayor valor añadido que permanecieron en los países más desarrollados, mientras que las actividades menos sofisticadas tecnológicamente –intensivas en mano de obra barata– fueron localizadas en países emergentes.
España se ha situado en una posición intermedia en la que aspiraba –y aspira– a desarrollar actividades con fuerte contenido en conocimiento, mientras que va abandonando otras menos sofisticadas con unos costes de mano de obra crecientes.
No obstante, la creciente globalización ha tenido que hacer frente a episodios que han puesto de manifiesto su vulnerabilidad. La crisis financiera del año 2007 contrajo notablemente los flujos financieros internacionales. Adicionalmente, la pandemia y la Guerra en Ucrania, han puesto igualmente de manifiesto la vulnerabilidad de los nuevos flujos de bienes y servicios que componen la globalización.
Uno de los elementos que el estudio de las cadenas de valor pone de manifiesto, es el de la importancia de los bienes y servicios intermedios que forman parte de los productos y servicios finales, y que en muchos casos están asociados con ellos cuando se producen operaciones de exportación e importación. Estos elementos intermedios explican, en buena medida, el extraordinario impulso del comercio internacional en las últimas décadas.
El contenido en valor añadido (VA) del sector servicios en las exportaciones manufactureras de un grupo de países de la OCDE es relativamente elevado. Alrededor del 40% del VA de las exportaciones manufactureras de Países Bajos y Francia tiene su origen en el sector servicios. A excepción de cinco economías asiáticas, Rusia y Estados Unidos, los servicios suponen más de un tercio del valor exportado de las manufacturas en los restantes países analizados.
Resulta también de interés la proporción de servicios generados en el extranjero. En Países Bajos, Taiwán y México, la proporción de servicios foráneos sobre el contenido total en servicios supera el 50%. También es elevado el peso que tienen en las exportaciones manufactureras de Corea del Sur (43%), Reino Unido, Alemania, Francia y España (entre el 38% y el 39%),
Adicionalmente, la corriente de bienes y servicios intermedios generan también un flujo de conocimiento que se exporta de los países desarrollados a los emergentes. En consecuencia, esa dirección del comercio internacional está permitiendo que los países emergentes adquieran ese conocimiento, generando retos de futuro para los más desarrollados. Esa combinación de uso de altas tecnologías con salarios reducidos, que no se creía posible, está teniendo lugar a gran escala.
En todo caso, los países participan en las CVG con distinta intensidad. En general, los países más pequeños se caracterizan por una mayor participación hacia atrás (mayor uso de inputs importados), mientras que los exportadores de recursos naturales o los países especializados en actividades necesarias en las fases iniciales de la producción en las CVG presentan mayor participación hacia delante.
Respecto a la participación española en las CVG, esta se caracteriza por una mayor participación hacia atrás: en 2020, el contenido importado de las exportaciones españolas rozaba el 25%, unos cino puntos porcentuales por encima del valor en 1995, lo que supone un avance de su integración hacia atrás, pero sin haber recuperado los niveles de 2008. El índice que mide la participación hacia delante alcanza un valor del 20% al final del periodo analizado: un 20% del valor de las exportaciones españolas consiste en bienes intermedios que se han utilizado en otros países para producir sus exportaciones. Aunque su valor es inferior al de la participación hacia atrás, es superior al del inicio del periodo (14,2%), e incluso ha seguido avanzando después de 2008 (17,6%).
La comparación de los dos grandes sectores, manufacturas y servicios, muestra diferencias en su participación en las CVG. Como consecuencia de ello, la importancia relativa de estos dos grandes sectores en el comercio se altera sustancialmente cuando se adopta la perspectiva del comercio en valor añadido. A pesar de su menor peso en el PIB (en España el sector manufacturero representa el 10% del PIB), las manufacturas tienen un peso destacado en las exportaciones brutas (superior al 55%), mientras que los servicios representan un 40%. En cambio, cuando se observan los flujos en VA, la importancia relativa de ambos sectores se nivela. Esto se debe a que los servicios se exportan muchas veces de forma indirecta, incorporados en las exportaciones de otros bienes
Respecto del empleo, el generado por las exportaciones es de mayor calidad y muestra mayor capacidad de captar valor añadido para los habitantes del país. En cambio, cuando las cadenas implican que predominen los efectos de deslocalización de actividades y un aumento del peso del VA importado para exportar, el balance de las cadenas para la población resultará más desfavorable. Evaluar esta cuestión es, pues, un asunto muy relevante.
Los análisis llevados a cabo recientemente por el IVIE muestran que la proximidad geográfica importa. El volumen de exportación de España a la UE es muy elevado y reducido al resto del mundo. Una mayor diversificación geográfica y una mayor cualificación del empleo generado por las exportaciones, contribuirían a fortalecer el sector exterior de la economía española.
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