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Juan A. Pineda Vergara | Facultativo en la Unidad de Enfermedades Infecciosas del Hospital Universitario de Valme
Veterano y célebre médico sevillano. Juan Antonio Pineda es facultativo especialista en Medicina Interna y en sus comienzos, en los años 80, trató a los primeros casos de sida en Andalucía y de hemofílicos en Europa. Desde muy joven se interesó por la investigación, habiendo dedicado casi 40 años al estudio de las patologías víricas y su relación con el VIH. Del mismo modo, destaca en los últimos años durante la pandemia la dirección de investigaciones relacionadas con el Covid-19. Vinculado al Hospital de Valme desde 1999, el doctor Pineda ha sido reconocido por el Grupo de Estudio de Hepatitis Víricas de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas.
–Es reconocido por un grupo médico-científico de primer nivel en el campo de las Infecciones y la Microbiología (Gehep), que fundó. ¿Cómo se siente?
–Enormemente satisfecho y agradecido a mis compañeros del Grupo Español de Hepatitis Vírica (GEHEP) de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas. He promovido la creación grupos locales, pero GEHEP tiene características especiales: aglutina a infectólogos, microbiólogos, farmacéuticos, médicos de prisiones, epidemiólogos,… de toda España.
–¿Cuándo se fundó?
–Iniciamos su creación en 2012, en un momento muy especial de la historia de las hepatitis víricas. Se estaban desarrollando fármacos muy efectivos frente al virus de la hepatitis C, el que más muertes por enfermedad hepática causaba en España. La aplicación de estos fármacos de una forma adecuada podía conseguir la eliminación de la hepatitis C de nuestro país, y hemos avanzado muchísimo .
–Atendió al primer enfermo de sida en Andalucía, ¿puede recordarlo?
–Para ser exactos, el segundo, que era hermano del primero, y posteriores.
–Hace ya 40 años. ¿Cómo se ha avanzado?
–En febrero de 1983, en mis primeras semanas de médico residente de Medicina Interna en el Hospital Virgen del Rocío, uno de los adjuntos con los que estaba formándome me envió a ver un chico hemofílico, con graves y extrañas infecciones oportunistas de repetición. Su hermano, también hemofílico, había fallecido unas semanas antes con el mismo cuadro. Era evidente que los dos chicos presentaban una grave inmunodeficiencia, pero no éramos capaces de saber de qué tipo era.
–¿Cómo evolucionó?
–Este chico también falleció unas semanas después, pero durante su hospitalización ya empezamos a tener noticias de una comunicación del CDC de julio del año anterior sobre que el llamado síndrome de inmunodeficiencia adquirida, que se había descrito en 1981 en EEUU, también afectaba a hemofílicos. Por aquel entonces la información médica circulaba mucho más lentamente que ahora.
–¿Y el tercer caso?
–Unos días después del fallecimiento del chico anterior, ingresó un nuevo paciente hemofílico con una neumonía por Pneumocystis jiroveci, que presentaban alteraciones inmunólogicas típicas de las descritas en el sida, con lo que el diagnóstico quedó hecho y, retrospectivamente, diagnosticamos también a los otros dos pacientes. Fueron los 3 primeros casos de sida en Andalucía y los primeros en hemofílicos en Europa.
–¿Cambió el perfil?
–Después vinieron algunos casos más en hemofílicos; y en los años siguientes otros, principalmente hombres que tenían sexo con hombres y usuarios de drogas parenterales, a los que más duramente afectó la epidemia en esos años siguientes.
–¿Cómo han evolucionado los tratamientos?
–Radicalmente. Entonces nos limitábamos a tratar los procesos oportunistas de estos pacientes que eran tratables y esperar el fin en pocos meses, tras ingresos repetidos. A partir de 1987, empezamos a tener antivirales (el AZT fue el primero) y, desde 1995 dispusimos de lo que denominamos el tratamiento antiviral de gran actividad, que fue el que cambió dramáticamente las expectativas de vida de estos pacientes, transformando a la infección por VIH en una enfermedad crónica, pero ya no mortal. Estos tratamientos han evolucionado hacia los actuales, que se toman una sola pastilla una vez al día, o incluso sólo una inyección cada dos meses, prácticamente sin efectos secundarios, que permiten que el paciente con VIH haga una vida normal, con muy buena calidad, y tenga que acudir al hospital sólo 1-2 veces al año a revisiones de rutina.
–¿Estigma?
–Por aquel entonces los pacientes sufrían en tremendo estigma fruto del desconocimiento que había de los mecanismos y el riesgo de transmisión del VIH. Afortunadamente, este estigma ha disminuido muchísimo.
–Y ¿la vacuna del sida?
–Es difícil dar una fecha. Hay que distinguir las llamadas “vacunas terapéuticas”, que en realidad son tratamientos del tipo de las inmunoterapias, que podrían estar disponibles en la próxima década, de las verdaderas vacunas preventivas, las que se ponen para evitar la infección. Estas últimas siguen siendo complicadas de conseguir.
–¿Por qué?
–Los mecanismos de escape del VIH son variados y complejos y lograr una respuesta inmune protectora no es fácil. Se están haciendo ingentes esfuerzos de investigación en este sentido, hay varios productos en desarrollo, pero aún no logramos los resultados que deseamos.
–¿Desafíos frente al sida?
–La eliminación de la infección por VIH. En España se estima que hay más de 150.000 pacientes infectados por VIH, pero probablemente unos 20.000-30.000 no están diagnosticados, por lo que pueden estar transmitiendo. Diagnosticar a todos los pacientes infectados y tratarlos, consiguiendo que se queden con carga viral indetectable, los convertiría en no transmisores, lo cual reduciría de forma dramática la incidencia, pudiéndose alcanzar de ese modo una situación de muy baja incidencia que en Epidemiología se conoce como de eliminación. Es un enorme desafío en el que estamos trabajando.
-¿Otros desafíos?
-Las enfermedades infecciosas emergentes. El Covid-19, la viruela del mono y la enfermedad por virus del Nilo Occidental, son ejemplos muy recientes de enfermedades que no se conocían o que no afectaban a nuestro país y que pueden causar brotes o epidemias, pandemias incluso, muy graves. Otro desafío son las resistencias bacterianas a los antibióticos, que son un grave problema creciente y que exigen un correcto manejo de los antibióticos.
-¿Claves para afrontar estos desafíos?
-Para afrontar estos y otros desafíos en España es imprescindible el reconocimiento de la especialidad de Enfermedades Infecciosas (es el único país de la Unión Europea donde no está reconocida), que permita la formación adecuada de nuevos especialistas y la renovación de los que actualmente nos dedicamos a esta disciplina, que en buen número nos vamos a jubilar en la próxima década.
-¿De qué se siente más orgulloso?
-Después de 40 años de ejercicio de la Medicina, la verdad es que me han sucedido muchísimas cosas buenas, en su mayor parte conseguidas gracias a un trabajo compartido con muchos compañeros, por lo que cualquier orgullo tendría que ser compartido. Pero reconozco que hay tres cosas que sí vivo con mayor satisfacción.
-¿Puede nombrarlas?
-La primera es cuando me encuentro con un paciente o familiar, que a veces vi hace muchos años, y me agradece de forma sincera mi actuación con él o su familiar, que permitió que su enfermedad se curara o aliviara, o simplemente pude consolar. La segunda es haber formado muchos estudiantes y residentes, que en su ejercicio diario actual hacen algunas cosas como las aprendieron conmigo, y que así lo reconocen. La tercera es haber decidido apostar por crear, junto al Doctor Juan Macías, un grupo de investigación en Enfermedades Infecciosas el Hospital Universitario de Valme a principios de este siglo.
-¿Puede recordarlo?
-Cuando eso sucedió, nuestro Hospital era el más pequeño en dimensiones de Sevilla y por aquél entonces tenía una tradición investigadora menor. Lo más fácil para un médico con aspiraciones como investigador hubiese sido trasladarse a un centro mayor. Pese a ello, conseguimos formar un grupo en el Hospital que se convirtió en referencia nacional e internacional en enfermedades hepáticas en la infección por VIH, donde se han formado varias decenas de investigadores y que fue el germen de los grupos multicéntricos nacionales HEPAVIR y GEHEP. Ver que, al final de mi vida profesional, lo que he hecho ha sido útil y ha dejado un cierto poso, me causa un modesto, pero legítimo, orgullo.
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