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Manuel Jesús, El Cid | Matador de toros
Reparte abrazos por doquier en el torerísimo bar Taquilla y recibe el cariño de una parroquia ducha en la materia. Tras 20 temporadas, Manuel Jesús Cid (Salteras, Sevilla, 1974) dejó los ruedos en España el 12 de octubre en Zaragoza y mañana se despide de América en la plaza de Ambato (Ecuador). De trato muy afable, El Cid invertirá su tiempo en la familia y en disfrutar del campo. Tampoco faltará a Heliópolis este bético de carné, íntimo de Joaquín y a quien le hubiera encantado correr la banda izquierda por el césped del Villamarín.
-Es un tipo normal que vive en su pueblo, Salteras. Sus memorias serán más aburridas que las de Luis Miguel Dominguín...
-Me ha gustado siempre pasar desapercibido y quizás por eso nunca me he ido de mi pueblo, soy uno más.
-Allí va mucha gente a por sofás, pero usted no es nada de tirarse a la bartola.
-Al contrario. Me tomo las cosas muy en serio, he sido constante y trabajador. He conseguido lo que me he propuesto, pero porque me he marcado metas cortas, paso a paso, feria a feria.
-¿Con qué toro y en qué tarde se dio cuenta de que sería profesional del toreo?
-Más que por tardes o por toros, son síntomas del día a día, ver que la gente conectaba con las novilladas.
-¿Cómo se sale adelante cuando se pierde la concentración en una faena?
-Se va muchas veces y es muy peligroso. Debes tener una rapidez mental tremenda para reconectarte o salir lo más toreramente posible.
-Señor Díaz de Vivar, ¿cuántas veces le habría gustado tener a mano la Tizona en vez de un estoque?
-Muchas, no para cortar cuellos, como el señor Díaz de Vivar, pero sí para dar algún toque de atención. ¿A quién no le hubiese gustado tener alguna vez la Tizona?
-¿Llamó a su segundo hijo Rodrigo para que saliera un buen españolazo?
-No, nos gustó a mi mujer y a mí. Venía al pelo con lo de Cid. Con el primero no nos comimos la cabeza: Manuel.
-Sevillano y encumbrado en Madrid, pero tiene dos puertas grandes en Las Ventas y cuatro puertas del Príncipe en La Maestranza.
-Taurinamente me hice en Madrid, en los últimos 10 años he sido el que más paseíllos ha hecho en Las Ventas. Pero soy de Sevilla, ésta es mi plaza [la charla es a la vera de La Maestranza], mi templo. En Madrid pude tener 14 o 15 puertas grandes, pero con la espada andaba como Mateo con la guitarra, más mal que la mar.
-Como especialista en esa ganadería, ¿qué tiene Victorino que le falta al resto?
-La peculiaridad es la personalidad que le ha dado a la ganadería. Hay muchas con las mismas reatas pero cada una embiste distinto. ¿Cuántas ganaderías descienden de Juan Pedro? ¿El 80%? Pero ninguna embiste igual que Juan Pedro.
-En los inicios de Rafa Nadal, dijo un cronista que tenía "la segunda mejor mano izquierda de España después de la de El Cid".
-La mano izquierda de Nadal supera a la mía.
-Y es diestro...
-Lo sé porque lo conocí por Feliciano López. Eso sí que es difícil, jugar así con la zurda siendo diestro.
-Sin embargo, los toreros hoy, ideológicamente hablando, no son muy zurdos.
-El mundo del toro es apolítico. Hay grandiosos aficionados de izquierdas y de derechas. Y al contrario.
-El filósofo Francis Wolff dijo que no ha sentido nada más emocionante que aquella tarde de El Cid con seis victorinos en Bilbao...
-25 de agosto de 2007. Ha sido de los últimos hitos en el toreo, aunque esté feo que yo lo diga. Francis es superculto y te enriquece hablar con él. A estas personas las cosas con pureza les llegan muchísimo. Y yo no tengo dobleces: estoy bien o estoy mal. Más que artísticamente, que fueron cuatro orejas, aquella fue una faena emocionante. Fue el máximo, tarde de hombría, de sobreponerte a las adversidades.
-Se ha sentido peor tratado que otros compañeros con mejor marketing. ¿Por qué?
-Quizás vende menos ser normal. Nunca he tenido el rédito de otros que con una tarde hacen una temporada.
-¿Se le ha resistido la suerte de matar por su impericia con la diestra?
-Empecé a torear por mi hermano, que mataba con la diestra, y yo igual, aunque soy zurdo cerrado y la confianza no es la misma. Lo he suplido con entrenamiento, pinchar muchos toros, encontrar mi forma, no fijarte nunca en nadie...
-Su gran hándicap, vaya.
-Sí, la espada ha sido mi talón de Aquiles. Los toreros altos nunca hemos sido buenos matadores, quizás por la sincronización. En el fútbol pasa igual, salvo que sea un crack como Ibrahimovic.
-¿Con qué matadores se ha emocionado más?
-José Tomas te llena muchísimo, es distinto. O Morante cuando coge a un toro. Enrique Ponce emociona por sacar rendimiento de toros complicados. Me encantan Emilio de Justo, Paco Ureña, Roca Rey...
-A toro pasado, ¿visualizó su muerte en los ruedos?
-No, porque si la visualizas, no te pones, nadie quiere morir delante de un toro ni en ningún sitio, la vida es bonita. Palpas el peligro muchísimas tardes y sabes que la muerte está ahí, pero no la visualizas. Un torero tiene miedo pero la capacidad de aguantarlo, del valor, que es efímero y va por días. Pero si visualizas la muerte, ya no es miedo, sino pánico. Y si tienes pánico, malo, muy malo.
-¿La Fiesta va camino entre unos y otros del Funeral?
-Artísticamente goza de un gran momento. Hay muchos toreros llamados a ser figuras, pero si no cambiamos cosas, nos hará daño. Sobre todo el giro que está tomando la sociedad por el animalismo. Los animales tienen sus derechos, pero hasta cierto punto. Los que nos regimos unos por otros somos los seres humanos.
-Tenía fama de afortunado con el sorteo de los toros.
-Sí, lo decían porque me embestían muchos toros, pero el sorteo son tres bolas que ni siquiera cojo yo. También mi toreo hace que embistan más que con otros. Y cuando tienes una mala racha la gente no lo dice.
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