“Este álbum tiene algo de fiesta de los horrores”
RIGOBERTA BANDINI | CANTANTE Y COMPOSITORA

Paula Ribó se reencarna en Jesucrista Superstar para el segundo álbum de ese peculiar proyecto llamado Rigoberta Bandini. Tras un primer disco en 2022, La Emperatriz, que dejó canciones como In Spain we call it soledad, Too many drugs o Ay mamá –con la que participó en el Benidorm Fest–, la artista se confirma con esta nueva propuesta, ambiciosa en melodías, temáticas y referencias, como una necesaria mesías de originalidad en el panorama musical. Su próxima gira arranca en Andalucía, en Sevilla (31 de mayo) para luego visitar Málaga (18 de julio).
–En estos tiempos de consumo veloz se atreve con un álbum doble con 22 canciones. Le va la marcha, ¿no?
–(Ríe) Sí, claramente. Cuando se mete una idea en la cabeza, es muy difícil sacarme de ahí. Esta me apareció cuando, en pleno proceso de composición, me hablaron de los 22 arcanos mayores del tarot. Encontré como un camino intrínseco del álbum, pero pensé: “Ni en broma voy a tener 22 canciones, no voy a poder”. Pero pasaron los meses y le dije a mi equipo: “Lo siento, pero esta idea está ya dentro de mi piel”. Este álbum es una declaración de intenciones, no porque yo sea la más chula de España, sino porque ya el concepto, Jesucrista Superstar, no es discreto. Que sea extenso, grande y ocupe espacio de repente cogió sentido incluso como concepto de álbum.
–¿Cuál es el mensaje de esta Jesucrista Superstar?
–Hay muchísimos mensajes, pero realmente también hay uno de esperanza en casi todas las canciones. Intento tratar temas grandes, que me atraviesan, pero que rozan la cotidianeidad para que la gente no se sienta sola y hacer una especie de comunión. Hay algo muy poderoso en que la gente conecte con la música sin darse cuenta. Y luego tú tienes la capacidad, con las letras, de meter mensajes que les puedan hacer sentir mejor; siempre ha sido mi objetivo. En este álbum lanzo como muchas lianas al público, para que se juzgue menos, que entienda que todas somos contradictorias. Esa sería la Jesucrista Superstar; no es tan importante como Jesucristo –ríe–, pero bueno, va haciendo.
–¿Hay ruptura en el disco?
–Sí, varias cosas. Es un álbum que habla de una tristeza, una apatía. No es tan brillante como el anterior, no como excelencia, sino de shiny, de luminoso. Para mí componer tiene algo terapéutico, yo misma me sorprendí de que muchas canciones hablaban de tristeza, de juicio hacia mí misma, de necesidad de validación externa... como muchos monstruitos que no conocía previamente o sentía que no tenía se me despertaron. Una de las cosas que sí diferencian este álbum del anterior es que he decidido que estos monstruitos salgan conmigo en la foto, no esconderlos, sino celebrarlos. El álbum tiene algo como de fiesta de los horrores –ríe–, cada uno con sus movidas y abrazando las partes más y menos bonitas de mí.
–¿De qué la salva la risa?
–El humor me parece una herramienta potentísima de creación y en la vida también la uso mucho, es una máscara perfecta para no enseñar del todo el dolor. Es muy importante para mí la broma, reírme de mí misma. Es algo que también he vivido en mi casa, se lo agradezco mucho a mis padres, es muy sano. Te permite frivolizar problemas que te parecen muy grandes en primer plano. Es un ingrediente muy importante para ver las cosas con distancia y está siempre en mi música.
–¿Cómo ha encajado las piezas sonoras de un trabajo tan ecléctico?
–Ha sido lo más complicado. Yo no tengo ningún tipo de purismo estilístico, no estoy aferrada a un género musical a sangre. Una de las características de mi proyecto ha sido oscilar entre géneros, pero con tantas canciones era un reto. Ha sido un trabajo de poner capas, cada canción iba por un lado y había algunas que igual se desmarcaban más, pero las modificábamos con el mismo beat, el mismo violinito... Después ha habido un trabajo posterior de casi barnizar con las mismas capas sutiles algunas cosas para que fueran diferentes, pero existiera esta homogeneidad y coherencia.
–En la canción Soy mayor cita al “periodismo de Art Attack”. ¿Debemos hacer autocrítica los medios?
–Sí, tenemos que hacer autocrítica todos. Cuando escribo esta frase lo hago siendo consciente de que yo también soy consumidora de según qué titulares. Lo que pasa es que cuando eres tú misma la que está en el centro, es cuando no te gusta. Tampoco quiero atacar al periodismo de este país porque, desde que empecé el proyecto, me ha apoyado muchísimo, ya que no he tenido discográfica ni nada. No me parece justo decir que todo es culpa de ellos, sino que vivimos en una vorágine en la que todo es colores, clickbaits, sensaciones..., todos somos parte de este Art Attack que no deja de ser internet, pero que a veces se podría tratar con un poquito más de respeto y amor.
–Ha lanzado el tema Busco un centro de gravedad permanente. ¿Cuál es el suyo?
–(Ríe) Claramente mi familia y amigos. Mi hijo es un centro de gravedad absolutamente permanente y es una de las cosas más bonitas que me da la maternidad, una serenidad, una sensación de pertenecer que me da mucha paz. También mi pareja, familia y todo mi grupo de amigos de siempre, es mi máximo tesoro. Es algo que cuando empezó el proyecto a crecer, a ser más conocido, lo empecé a valorar mucho más.
–Y por último, en KAIMAN: “Mi ambición quiere comer”. ¿La tiene satisfecha?
–A ver, también es una contradicción. Ambiciosa soy, tengo muchísimas ganas de conseguir muchísimas cosas profesionales y personales, desde sacarme el carné de conducir hasta crecer espiritualmente, conectar conmigo misma en muchos aspectos. Pero al mismo tiempo, cuando desde una discográfica se me habla de que el proyecto puede crecer, pues a mí las cosas que no crecen orgánicamente me frustran un poco, prefiero controlarlo yo. Pero si tiene que crecer hasta la Luna, yo estaré aquí porque la vida lo habrá decidido así; yo también seguramente lo he generado. No ocurre nada que tú no te imagines antes.
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