"Todos los 'cracks' económicos tienen un comienzo moral"
-¿Tiene sentido el esnobismo en días como hoy?
-La defensa del esnobismo podría formularse diciendo que, cuando en el mundo reina Nerón, sólo caben dos posturas críticas: o Séneca o Petronio. Yo prefiero al segundo porque con el estoicismo puede hacerse una secta o un Estado, mientras que el esnobismo es libertad sin fronteras.
-Su obra versa, simplificando, sobre el fin de Europa. ¿Es el hundimiento de Wall Street el epílogo?
-La gente se preocupa, naturalmente, por la caída de la Bolsa. Pero haría mejor en preocuparse primero por la caída de los valores espirituales. Todos los cracks económicos tienen un comienzo moral.
-¿Me lo resume en una fábula?
-Y así sus abusos y sus engaños, queridos niños, les llevaron a la ruina...
-¿El vino nos puede redimir del desmoronamiento de nuestra cultura?
-El vino es un último resto de una cultura antigua y de un culto que fue importante en las sociedades civilizadas y en las religiones mediterráneas. Pero no soporta la falta de gusto. Si se le quita al vino su significado de alimento, de evocación, de poesía, de alegría serena y de convivencia... se convierte simplemente en una toxina cursi. También el vino peligra cuando se desmoronan los valores estéticos de la cultura.
-¿Qué aportó Andalucía a la Europa que usted describe en sus libros?
-A mí me aportó muchas cosas que espero haberlas sabido llevar a mis libros. Ante todo, Andalucía me enseñó la lección de la tolerancia. Es una cultura de culturas, un pueblo de pueblos, un mundo de formas antiguas y muy elaboradas. Aquí se puede tener fe en los viejos dioses griegos, porque tienen rostro humano. Aquí se rinde culto a la Virgen, que es la figura más bella y más poética creada por la cultura caballeresca europea desde la Edad Media. Este es un pueblo que cree en una Madre. Y ese, precisamente, es el culto propio de la cultura europea frente a las religiones de judíos y árabes.
-Dice el crítico Harold Bloom que leer no nos hace mejores ni peores. ¿Para qué sirve?
-Hay un mensaje escrito que nos dejaron nuestros mayores. Y sería terrible pasar por el mundo sin poder leer lo que dice esa carta lacrada. Tan terrible como no poder pasar a nuestros hijos la posibilidad de leerla y conocerla.
-La novela última que ha escrito, Luz de Vísperas, abarca un inmenso periodo de tiempo.
-Mi novela comienza a finales del siglo XIX y recorre, a través de una saga de personajes, los acontecimientos de la historia de Europa hasta la segunda mitad del siglo XX: dos guerras mundiales, la Revolución Rusa, el auge y la caída del nazismo y el fascismo, la guerra de España...
-Un crítico ha dicho de ella que es Lo que el viento se llevó de Europa.
-Podría haberse titulado así. Creo que ahora, a comienzos de un nuevo siglo, tenemos perspectiva para juzgar lo que fueron esos tiempos. En ellos está el secreto de nuestra decadencia actual. Porque Europa tomó partido por el materialismo, tanto en el mundo socialista del Este como en el capitalista del Oeste, y olvidó sus valores y su fe.
-¿Le dicen algo, literariamente, nuevas expresiones como burbuja inmobiliaria, activos tóxicos o hipotecas contaminadas?
-Me recuerdan los títulos del doctor Pierquin de Gembloux, famoso polígrafo belga, que publicó, entre otros libros, Semiótica de los envenenamientos.
-Ha contado muchas veces de dónde venimos. ¿Hacia dónde vamos?
-El futuro de la juventud es siempre la vejez. Eso es todo.
-Es un incasable viajero. Un lugar para huir de todo, para no volver.
-Mirar cada día las personas, los lugares y las cosas, como si fuese la primera vez. Y verlas como si fuese la última vez. Así se huye y así no se regresa.
-¿Qué escritor estaría más dotado para contar lo que está sucediendo, Dostoievski o Kafka?
-Dostoievski era mejor para un mundo en el que aún quedaban personajes. Ahora ya no hay. Quedan los últimos fragmentos de Kafka y de Joyce.
-Un réquiem por Europa. -No era una nación. No era un Estado. Al fin es espíritu puro.
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