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Juana de Aizpuru · Galerista
-Hoy celebra en el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo (CAAC) el 40 aniversario de la apertura de su primera galería, en la sevillana calle Canalejas. ¿Qué le sugiere la efeméride?
-Es un hecho entrañable para mí y por eso quiero compartirlo con mis amigos. Ser galerista ha sido mi medio de realizarme personalmente y de ofrecer un servicio a la sociedad. Nunca lo planteé como un negocio. Galerista es el que descubre nuevos artistas y los promueve; estoy orgullosa de decir que son
muchos los que siguen conmigo desde los años 80.
-¿Quiénes fueron sus primeros clientes?
-Todos los estamentos de la sociedad sevillana de la época. Logré involucrar a aristócratas, estudiantes de la Escuela de Bellas Artes, arquitectos... Mi galería se convirtió en el punto de encuentro.
-¿Cómo era aquella Andalucía de los años 70 comparada con la actual?
-Fueron unos años muy bonitos. Había gente con unas ganas enormes de entrar en la modernidad. Vendí en los años 70 en Sevilla más que en los 90. Creo que esa década no ha sido suficientemente estudiada y fue muy importante para el desarrollo cultural andaluz.
-¿Cuáles fueron los primeros artistas que representó?
-Un grupo que había roto con la tradición academicista y expuesto en La Pasarela, donde me hice amiga de todos ellos. Cuando esa galería cerró, ellos me convencieron para tomar el relevo. Fueron pintores de primer nivel que trajeron aires de modernidad, como José Ramón Sierra, Juan Suárez, Gerardo Delgado, Francisco Molina o José Soto, entre otros muchos.
-En 1983 abrió su galería en Madrid, toda una referencia internacional. ¿Qué le gusta de la capital española?
-Madrid es una ciudad muy abierta, el público siente curiosidad por todo lo que ocurre y el arte que yo manejo, muy vinculado a las nuevas tecnologías, despierta un gran interés. Además, más del 50% del trabajo de mi galería es internacional y eso sólo puede canalizarse desde una metrópolis así.
-Usted fundó ARCO y la dirigió durante siete años. ¿Cómo se le ocurrió la idea?
-Cuando murió Franco se produjo un cambio enorme en la sociedad pero la cuestión cultural no era la máxima preocupación. Yo en esos años ya acudía a ferias internacionales con mi galería sevillana y veía las ingentes posibilidades de los colegas extranjeros. Había que dar pasos de gigante para salir de décadas de atraso y pensé que promover una feria de arte contemporáneo era el camino más adecuado. Mi proyecto encontró acogida en el Madrid de Tierno Galván, que estrenaba una feria de muestras, Ifema. Empezamos en 1971 hasta imponerlo en todo el mundo pero las reuniones preparatorias se hicieron aquí en Sevilla, en mi galería y en el restaurante El Burladero, así que puede decirse que la feria ARCO fue un invento que surgió desde Andalucía.
-Cerró su galería de Sevilla en 2005, tras simultanear durante dos décadas esta sala con la de Madrid. ¿Fue un paso inevitable?
-Sevilla ha ido para atrás en el mercado del arte contemporáneo, las instituciones invierten cada vez menos en su promoción y apenas hay coleccionistas. Sin embargo, la gente joven de esa ciudad sí es muy inquieta y sigue atentamente lo que hacemos desde Madrid.
-La Bienal de Arte Contemporáneo de Sevilla (Biacs) está en trance de desaparecer. Usted fue su fundadora. ¿Qué aportó ese proyecto?
-Con la creación de la Biacs quise lanzar un grito que despertara a Sevilla del letargo en que estaba sumida. Mi galería había cerrado ya y me pareció que la ciudad necesitaba un revulsivo, un aldabonazo fuerte para entrar en el calendario internacional del arte contemporáneo. Recurrí a uno de los mejores comisarios del mundo, mi amigo Harald Szeeman, y quise vincular el proyecto a la sociedad civil, de ahí que creáramos una Fundación. Pese a todas las dificultades, aquella primera edición (La alegría de mis sueños), la única que yo dirigí, fue un éxito. La Biacs debería continuar. Fue un estímulo muy importante. Demostramos que en Andalucía, pese a los problemas, se pueden y deben hacer cosas importantes.
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