“La Mona Lisa está sobrevalorada”

Clara González Freyre | Historiadora de arte

Clara González Freyre. / M. G.
Fátima Sigüenza

13 de julio 2024 - 05:59

Clara González Freyre (Benidorm, 1995) es una historiadora del arte especializada en crítica y comunicación cultural. En sus perfiles de redes sociales (@claramore_) trata de desacralizar el arte compartiendo sus pasajes como si fueran el último cotilleo del mundo del corazón. Conocida por visibilizar artistas femeninas y personalidades del colectivo LGTBIQ+, Un Van Gogh en el salón (Temas de hoy) es su primer libro.

-Describe su libro, ‘Un Van Gogh en el salón’, como una ‘Súper Pop’ de la historia del arte. ¿Cuál es su objetivo?

-Quería demostrar al público general que el arte puede ser accesible, entretenido e incluso divertido, y que no tiene por qué ser algo frío y elevado, sólo para gente que ya sabe sobre el tema o que tiene determinada formación. El hacerlo como una Superpop surge de la idea de unir algo que socialmente se asocia con la alta cultura, como son las artes visuales, con algo que socialmente se asocia con la baja cultura o el entretenimiento, como son este tipo de revistas, usar esa parte de entretenimiento para acercar las artes visuales.

-¿El arte es para todo el mundo?

-Yo creo que sí es para todo el mundo, o al menos debería serlo, porque al final la cultura no deja de ser una manifestación de lo que hemos sido y somos como sociedad y debería ser más accesible para todo el mundo porque, al final, conocer nuestra historia, aparte de a no repetir, va a ayudarnos a comprender cómo hemos llegado al punto en el que estamos ahora. Para mí debería serlo, otra cosa es que lo sea realmente.

-¿Qué parte del arte cuesta más?

-Las vanguardias. Cuando te sales del arte figurativo, es lo que más cuesta, sobre todo porque ya entran otros factores, como en el arte conceptual, por ejemplo, que lo que te venden es la idea, no lo que estás viendo a primera vista. Pero en gran medida creo que no es culpa de la gente, sino más bien de las instituciones, que no lo venden como deberían, en el sentido de que si tú estás acercando a una obra cuyo peso está la idea, debería facilitar ésta también al público. Y muchas veces los museos de arte contemporáneo no acercan esa idea a primera vista. 

-¿Entendemos el arte abstracto? 

-El público general no lo entiende porque se sale de los factores que tienen asociados a lo que tiene que ser arte, que es normalmente que tenga una técnica, que sea algo que puedas entender como difícil de recrear... Pero realmente cualquier persona a la que preguntes que sepa de un poco de arte o que sea artista te va a decir que que es mucho más difícil llegar a la abstracción y hacer una obra abstracta buena que hacer una obra realista, no por la técnica, sino porque es mucho más difícil crear algo de cero que copiar algo que tienes delante. La sociedad no entiende las vanguardias porque requieren de un ejercicio por parte de las instituciones y de los profesionales para acercarlas. Hay que profundizar en el tema y hacerlo de forma accesible. Es el error que cometemos muchas veces los profesionales, dar por hecho que se entiende y no tiene por qué.

No tiene sentido separar la obra del artista, ni cancelar al que no entra en el canon de buena persona”

-Asegura que el primer ‘selfie’ de la historia no fue con una cámara. ¿Cómo surge?

-La idea de los selfies realmente es muy parecida a la de los autorretratos porque no deja de ser una forma de capturar tu propia imagen, sólo que con los selfies tardamos un segundo y los autorretratos tienen un trabajo detrás, pero realmente el concepto es el mismo. Por eso creo que se puede asociar así lo que hacemos ahora con lo que se hacía antes. La idea de todo el libro y por lo que hago este tipo de asociaciones es por bajar a la tierra a los artistas y demostrar que no tenían intereses tan distintos a los que tenemos ahora, dentro de que vivían épocas totalmente distintas, y los autorretratos son un ejemplo de ello.

-¿Es posible separar la obra del artista?

-Para mí definitivamente no, pero principalmente porque no tiene sentido. Igual que no podemos separar la obra del momento en el que nació, su contexto histórico, económico y social, tampoco podemos separarla de la persona que la hizo porque el artista, con sus intereses, su personalidad y sus vivencias, mancha la obra en gran medida, a veces de forma más literal, a veces menos. Separar obra y artista para mí no tienen ningún sentido. Conocer al artista nos va a ayudar a comprender mejor esa obra. Ni tampoco cancelar a los artistas que no entran dentro del canon de lo que es una buena persona porque eso, para empezar, sería un poco presentista, ni tampoco es lo que se busca, que es tener una idea más global de lo que es el artista en sí, ni eliminar las partes feas, que es lo que se está haciendo ahora en gran medida. 

-Dedica un apartado a los artistas silenciados, mujeres en su totalidad. ¿Cuál fue su papel realmente?

-Para mí es importante que no existan dos historias paralelas que sean la historia del arte y la historia del arte de las mujeres, pero quise incluir ese apartado para que se viese en un conjunto de varias artistas seleccionadas y muy distintas entre sí el tipo de vivencias que tuvieron las mujeres a lo largo de la historia y cómo todas comparten el haber sido condenadas al olvido en gran medida. Las hubo más fundamentales y menos, como todos los artistas masculinos, pero están elegidas para demostrar que las artistas femeninas que tuvieron peso en la sociedad y que no tiene nada que ver con lo que ahora estudiamos. La historiografía se encargó de borrarlas y ahora se están recuperando en gran medida.

-Desde su punto de vista, ¿cuál es la obra de arte más sobrevalorada? ¿Y la más infravalorada?

-Para mí, la más sobrevalorada es la Mona Lisa. Dentro de que es un gran exponente del esfumato de Leonardo Da Vinci, esa técnica que le hizo tan conocido, no es su mejor obra, pero se hizo muy famosa en gran medida por el robo que vivió a principios del siglo XX. Creo que el icono que tenemos ahora mismo de la Mona Lisa no se corresponde con su valor artístico, dentro de que obviamente es una obra importante. Y la más infravalorada, cualquiera de alguna mujer, que son las que normalmente están más infravaloradas. Quizás los bodegones de Clara Peeters.

-¿Cómo se pueden acercar los museos a la gente?

-Adaptando su discurso y haciéndolo más accesible a públicos que no están iniciados. Se tendría que hacer un ejercicio para adaptar un poco el discurso a este tipo de público, que al final es al que realmente tienen que atraer, porque los museos ya nos tienen súper fidelizados a los que sabemos de arte. Ya hay museos que hacen actividades que se salen un poco de la línea tradicional, pero todavía queda mucho.

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