"La palabra 'mamá' es la más grande de nuestro idioma"
Pedro Sevilla | Poeta y narrador
Pedro Sevilla acaba de publicar «El amor es ahora» (editorial Renacimiento), libro de memorias donde el autor relata su paso por la política, la intrahistoria de la última poesía andaluza o la convivencia con enfermedades como el cáncer o el Alzheimer
“La calleja es una herida / honda y curada con cal”, escribió Fernando Villalón, perfilando esas calles estrechas y blancas de tantos pueblos andaluces. Como por ejemplo Arcos de la Frontera, donde nació el poeta y narrador Pedro Sevilla. La escritura de este autor gaditano se asemeja a esas callejas de su pueblo natal, pues contiene sosiego, plenitud, belleza. Una expresión despojada del preciosismo. Precisa, eso sí; sugerente y emotiva, también. Pedro Sevilla acaba de publicar El amor es ahora (editorial Renacimiento), páginas en las que relata su paso por la política –militando en Izquierda Unida-, su vocación poética –la intrahistoria de la última poesía andaluza-, sus fracasos personales, la enfermedad –el cáncer, la leucemia-. Pero sobre todo es un libro que recuerda a la madre del poeta, a la que dedica párrafos memorables.
-Ha publicado un libro de memorias cuyo primer capítulo cuenta el Alzheimer que padece su madre. Imagino que este arranque tiene su lectura.
Efectivamente. El amor es ahora es un libro de memorias que inicié cuando me vi obligado a atender a mi madre en sus últimos años, en esta enfermedad tan horrible. De alguna manera he querido contrarrestar, con mi memoria personal, la pérdida paulatina de memoria que mi madre iba padeciendo.
-Entre estos recuerdos está el grupo poético Alcaraván.
Sí. Se trata de un grupo crucial en la poesía arcense y en la poesía española. Alcaraván nace en el año 1949. Lo fundan poetas, en aquellos años jóvenes, como Julio Mariscal, Antonio y Carlos Murciano, Antonio Luis Baena, Cristóbal Romero o Juan de Dios Ruiz Copete.
-Después llegaría su generación, con el grupo Calima.
Antes de Calima, para ser justos, nació Liza. En los años sesenta. Ahí participaron Antonio Hernández, José María Velázquez-Gaztelu o Manuel Sánchez Mariscal. Calima surge al calor de uno de los poetas de Alcaraván, Cristóbal Romero. Él nos acogía en una mercería de la calle principal de Arcos de la Frontera. En Calima estuvimos Pepa Caro, Juan Luis Vega o José Luis Morante.
-En estas páginas aparece otro nombre, muy interesante: Francisco Bejarano.
Bejarano fue un poeta jerezano que trabajaba en el ayuntamiento de Jerez, en la delegación de Cultura. Publicó en los últimos años ochenta una serie de cuadernos que tituló La poesía más joven. Ahí escribieron poetas fundamentales en la poesía española: José Mateos, Juan Lamillar, José Manuel Benítez Ariza, Felipe Benítez Reyes, etc. Seguro que me dejo a algunos muy importantes.
-Describe usted a los poetas como gente de un carácter ácido y mordaz, aunque concluye que, en realidad, lo que buscan es afecto.
A mi juicio la mayoría de los poetas son personas complejas, desvalidas. Ese comentario en el libro sale a colación de unas lecturas que organizaba Francisco Bejarano con poetas de fuera. Con Francisco Brines, entre otros. Los actos empezaban con mucho formalismo y demás. Pero cuando nos íbamos al bar las personas se mostraban más como eran… Uno veía que detrás de la ironía y la mordacidad se traslucía alguien desvalido, con muchas carencias. Así veía yo a la mayoría de poetas que acudían a las lecturas que organizaba Bejarano.
-Define a la poesía con las siguientes palabras: compromiso, destino y religión.
A lo largo de mi vida he tenido diferentes conceptos de la poesía. Al principio entendía la poesía como un arma política. Una forma de ajustarle cuentas al mundo. Una actitud que hoy me parece ridícula. La poesía auténtica es un anhelo de algo que está muy por encima de nosotros. Un misterio. Creo que la poesía es siempre un recurso que se queda corto. Una aspiración que nunca alcanza lo que busca.
-Relata que en su juventud simpatizó con el PCE. Pero se le nota hoy desengañado de aquellas ideas.
En efecto. Aunque yo no escribo para renegar de mi pasado. Está y ya está. Pero hoy no me siento identificado ni con el PCE ni con las siglas de Izquierda Unida. Mi vida ahora va por otros derroteros. Entiendo que la política, aunque imprescindible para que un país funcione, no nos hace mucho bien a los poetas. Más bien al contrario.
-¿Por qué?
Porque el poeta debe ser una persona que tiene que estar en el mundo, pero dos pasos por detrás. El poeta tiene que aspirar al silencio. A la espera de ese misterio que se nos revela, pero que nunca termina de revelarse del todo. Un poeta que esté inmiscuido en el mundo pierde ese silencio y esa escucha que se debe tener. Esta concepción de la poesía fue la que me enseñó uno de mis maestros, José Mateos.
-Es muy emocionante cuando cuenta cómo le puso usted un ramo de flores a la estatua de los hermanos Cuevas, escritores arcenses y partidarios de la causa falangista en la Guerra Civil.
Yo fui joven en la Transición. Nací en el año 59. Conocí la Transición de la violencia y del terrorismo. Tenía una concepción clara y errónea: pensaba que en España los buenos habían sido los comunistas y los malos, los otros. Odiaba a los falangistas, a la derecha, por sistema. Me negaba a leer a unos señores que habían sido falangistas. Hoy me parece una aberración. Me arrepiento de esa animadversión. Cuando fui concejal en 2003, con Izquierda Unida, me nombraron delegado de Cultura. En mi grupo teníamos una actitud muy conciliadora. Y entendimos que había que hacer gestos. Uno de estos fue colocar un ramo de flores en la estatua de los hermanos José y Jesús de las Cuevas. Lo que cuento ahí es para expiar mis culpas de adolescente engreído.
-En este libro nos cuenta su paso por la política. Pero en lugar de cargar contra ella, como podría esperarse, carga contra usted.
La mayoría de los libros de memorias son fallidos porque el autor trata de poner su mejor perfil. En mi caso, he querido ponerme como soy.
-Su madre, más allá de todos los nombres, es la protagonista de estas memorias. Escribe que de la palabra "mamá" se derivan todas las que iremos pronunciando en nuestra vida.
Para mí eso es así. Cuando decimos "mamá" se abre el abanico del idioma. Ahí está el amor, la ternura, la educación. La palabra "mamá" es la más grande de nuestro idioma. Contiene las demás palabras.
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