Eduardo Castro | Periodista
“Mi libro es un tributo al talento de las mujeres que forjaron la tradición flamenca”
-¿Es hija de emigrantes marroquíes?
-Mi padre dejó Marruecos tras la independencia de Francia, en 1958, en busca de mejores condiciones de vida. Partió para Marsella pensando que se quedaría cinco años… ¡y fueron más de 30!
-¿Se sentía francesa o marroquí?
-En casa nos enseñaron a amar la Francia en que nacimos, y más aún el Marruecos del que procedíamos, pero sin pedirnos que eligiéramos.
-¿Por qué regresó a Marruecos?
-Casi por azar. Pedí prácticas en la RTM, la única cadena de televisión de la época, y me propusieron quedarme. Fue mi primer empleo, en el año 87.
-¿Le costó adaptarse?
-Me integré rápido, aunque fue difícil porque había muchos tabúes. Recuerdo que propuse un reportaje sobre el sida y mis superiores me lo censuraron.
-¿Y aceptó la censura?
-Estaba tan ofendida que ofrecí mi investigación a un periódico de la oposición. Ello me valió una advertencia, pero la lucha contra los tabúes mereció la pena. Hoy apenas existen.
-¿La apertura del régimen de Mohammed es real?
-Habría que estar ciego para no ver los cambios. El Rey ha sabido imprimir un ritmo muy rápido al país en 11 años. Tanto, que el Gobierno y algunos de sus colaboradores ¡parecen tener problemas en seguirlo!
-¿En qué se concretan esos cambios?
-Primero en avances políticos, como la Instance Equité et Réconciliation, que fue una forma de pasar página frente a los abusos contra los derechos humanos.
-¿Y qué otros avances destaca?
-La reforma del Código de Familia, la organización de elecciones transparentes, la política de proximidad cultivada por el Rey en todo el país… El Norte, antes marginado, es hoy la región donde el soberano pasa más tiempo: ¡los habitantes de la capital se ponen celosos!
-¿Estos avances se aprecian en Europa?
-A ojos de los marroquíes son signos de buena salud de la evolución democrática del país, por poco que los occidentales dejen de querer que copiemos su modelo.
-Para nosotros es el mejor, obviamente.
-Deben dejarnos elaborar el nuestro, obviamente más fuerte y justo porque está inspirado en nuestras especificidades.
-¿Las mujeres avanzan hacia la igualdad en el mundo árabe?
-Claramente sí, aunque tropiecen con fuertes resistencias, como en el mundo occidental. Lo que ocurre es que el islam se ha convertido en el único prisma a través del que los occidentales miran el mundo árabe-musulmán.
-¿Y eso perjudica a las mujeres?
-En esta tesitura, la situación de la mujer es el termómetro desde el que se pretende evaluar el grado de islamización de un país. Se trata de un grave error.
-¿Nuestras leyes de igualdad son posibles en el mundo árabe?
-Lo son ya en algunos países. ¡Pero no se trata de copiar un modelo occidental! No somos sociedades retrógradas: es la mirada que pone en nosotros Occidente la que lo es, llena de fallos y de mezcolanzas. El error occidental es querer que cambiemos nuestros valores.
-¿Cuál es su posición respecto al velo islámico?
-¿Por qué hablar de velo islámico? Hablemos simplemente del uso del velo, lo cual es una elección personal que hay que respetar. No es sinónimo ni de terrorismo, ni de proselitismo, ni de provocación.
-Pero…
-En el santo Corán no hay ni un versículo que imponga el velo, aunque muchas musulmanas conciban su elevación espiritual con un velo y no veo qué problema genera eso. ¡Y sabiendo que nuestras abuelas lo llevaban más por protegerse del sol que por otra cosa!
-¿Luego el velo no es símbolo de sumisión?
-Tal y como lo llevan la mayoría de las musulmanas, el velo no es sinónimo de sumisión al hombre. Esa sumisión, igual para todo musulmán, se debe únicamente a Dios.
-Y eso aquí no se entiende.
-Hay casos particulares a los que se agarran políticos y medios de comunicación en Occidente para apoyar sus argumentos anti-velo o anti-islam, en lugar de intentar separar las cosas.
-¿Hay velos más tolerables que otros?
-No todos los velos son iguales, para empezar porque no tienen el mismo origen. El niqab, que no deja ver más que los ojos, muy extendido en países como Irán, en Marruecos es un fenómeno totalmente marginal.
-¿Y el burka?
El velo integral es una costumbre tradicional afgana que no tiene ninguna relación con la religión musulmana, impuesta ahora por quienes contribuyen a propagar corrientes como el salafismo, que desvía y deforma los textos sagrados.
-¿Entiende el abolicionismo que recorre Europa?
-No hará sino ahondar el foso que ya existe, si las cosas no se plantean bien. Fustigando de una forma tan brutal a las decenas o centenares de mujeres que llevan burka es a toda la comunidad musulmana, una vez más, a la que se señala con el dedo.
-¿Y qué propone usted?
-Hay cientos de miles de musulmanes sobre el suelo español, la mayoría con nacionalidad española. Es hora de darles un lugar en el seno de la sociedad y de considerar el islam como una religión española junto a las demás, en aras de reforzar vuestra cohesión nacional.
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