Ayuso, la mujer que se enfrenta a Sánchez

Las claves

La sensación en la Casa del Reloj de la Puerta del Sol es que son más difíciles las relaciones personales entre ella y su vicepresidente que con el jefe del Ejecutivo

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ante la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, durante el pasado Día de la Fiesta Nacional. / Kiko Huesca (Efe)
Pilar Cernuda

18 de octubre 2020 - 04:00

Hace apenas dos años era una auténtica desconocida. Incluso en Madrid, donde ha desarrollado toda su carrera política, como diputada regional y viceconsejera de Presidencia y Justicia del Gobierno de Cristina Cifuentes.

Estudió periodismo, que ejerció desde dentro de la política, como asesora de prensa en el gobierno de Esperanza Aguirre. Cuando Pablo Casado la eligió candidata a la presidencia del Gobierno de Madrid provocó conmoción: su nombre no figuraba en ninguna quiniela, porque aparentemente no contaba con el perfil necesario para enfrentarse a los adversarios de peso de otros partidos. Sin embargo, desde el primer momento, estuvo convencida de que sería la presidenta del nuevo Gobierno: tenía claro el escenario que se iba a producir tras las elecciones, ganaría Gabilondo con el PSOE pero no lograría las alianzas necesarias. Acertó.

Le costó el acuerdo con Ciudadanos porque Ignacio Aguado se resistía a estar subordinado a una presidenta a la que consideraba con escasa experiencia y curriculum, pero finalmente se avino a las indicaciones que le llegaban desde la sede nacional y accedió a ser vicepresidente, consejero de Deportes y portavoz del Gobierno madrileño. No han sido fáciles las relaciones entre ellos, les separaban no solo cuestiones ideológicas y de proyecto, sino los respectivos egos.

Tan es así que la sensación en la Casa del Reloj de la Puerta del Sol, sede del Gobierno madrileño, existe la sensación de que son más difíciles las relaciones personales entre Ayuso y Aguado que las de Ayuso con el presidente Pedro Sánchez.

Confrontación pura y dura

Ayuso se ha hecho un nombre gracias a la confrontación que mantiene con el Pedro Sánchez y su Gobierno. Una lucha implacable que no gana pero que ha provocado que su figura se haya engrandecido para un sector de madrileños que, aún sin compartir su ideología y su estrategia contra el Covid, su principal reto, admiran la fortaleza que demuestra ante el acoso de un Sánchez que quiere conquistar el Gobierno de Madrid a cualquier precio. Ayuda que las políticas de Sánchez, que han provocado rechazo casi generalizado por su alianza con fuerzas inconstitucionales, que además imponen su criterio, y con una amenaza de quiebra en las cuentas públicas que da pavor, haya provocado simpatía hacia la mujer que no se amilana ante su poder y le hace frente.

Suele decir Ayuso que su fuerza es su equipo. Con la excepción de Aguado, que pretendía crear un Gobierno de Ciudadanos dentro del Gobierno madrileño, aunque se ha encontrado con dos o tres consejeros de su partido que apoyan a la presidenta. Consiguió la presidenta lo que parecía imposible, que el ex juez Enrique López aceptara ser consejero de Justicia e Interior. Un fichaje importante que aprovechó Casado para incorporar después a su propio equipo, la dirección nacional, a López, al que además encargó las negociaciones con el Gobierno central sobre los asuntos relacionados con la Justicia.

El peso de MAR

En el equipo de Ayuso tiene un papel destacado Miguel Ángel Rodríguez (MAR), su jefe de Gabinete. Un personaje polémico al que miran con recelo algunos de los consejeros por su enorme influencia, y detestan los adversarios de la presidenta.

MAR no deja a nadie indiferente, ha asesorado de forma inteligente a la presidenta, pero también le ha causado problemas por su fuerte carácter y porque cuando se marca un objetivo, en este caso favorecer a la presidenta, arremete contra quien se le ponga por delante.

Sin embargo fue importante su papel en un hito que ha sido clave para Ayuso: la reunión de las banderas con Pedro Sánchez.

Ayuso había escrito varias cartas al presidente pidiéndole una cita para hablar sobre la situación sanitaria de Madrid, sin éxito. Hasta que hace tres semanas MAR recibió una llamada de Iván Redondo en la que le decía que Sánchez estaba dispuesto a acudir a la Puerta del Sol para reunirse con la presidenta. Fue idea de Redondo llevar las banderas, que a MAR le parecieron bien porque recordaban las reuniones de las instituciones europeas.

Tres días de 'tregua'

La sorpresa fue que ese acercamiento entre Moncloa y Puerta del Sol apenas duró tres días: se produjo una reunión de los negociadores sobre la situación de Madrid, y al finalizar Aguado anunció que habían llegado a un acuerdo. Ayuso le desmintió en cuanto conoció el contenido del supuesto acuerdo y, además de provocar un nuevo conflicto entre la presidenta y su vicepresidente, también el ministro de Sanidad mostró una cara distinta a la habitual, de contención y moderación, para enseñar desde entonces las uñas a Isabel Ayuso, a la que aparentemente exige más que a cualquier otro presidente regional con peores cifras contra la pandemia que las de Madrid.

Sánchez hace cuanto está en su mano, y más, para intentar que Ayuso no llegue al final de la legislatura. La lucha es a muerte y, en esa batalla, Ayuso no está saliendo mal parada porque es tan clara la maniobra de desprestigio contra su persona, son tantos los escollos que le ponen desde Moncloa, tan burda la campaña en la que la presentan como una política simple incapaz de afrontar una situación de máximo riesgo como la que se está viviendo, que para una parte no menor de la opinión pública Ayuso está apareciendo como una política que se defiende como gato panza arriba; transmite además que su prioridad es defender los derechos de los madrileños frente al cerco que le ponen Sánchez y su ministro Illa.

Su fuerza está en que no se deja ganar, ni por Moncloa ni por Aguado. Ayuda al movimiento de cierta simpatía hacia su persona que el Gobierno está tomando decisiones que conmocionan incluso a quienes dieron su voto a Pedro Sánchez, y que jamás pensaron que iba a abrazar causas abiertamente constitucionales como las que defiende Podemos. Si esas iniciativas supusieran al menos un alivio de la gravísima situación sanitaria y económica que se vive, quizá se podría asumir que el presidente de gobierno está obligado a tomar decisiones drásticas para salvaguardar la estabilidad de futuro de los españoles, pero no es el caso.

La batalla por Madrid continúa y es implacable. Hace unos días la estaba ganando Sánchez, con más medios para anular los esfuerzos de la presidenta madrileña, y pocos creían que Isabel Ayuso pudiera completar la legislatura. Hoy, es difícil predecir el futuro. Aguanta y, además, las políticas del gobierno central no colocan a Sánchez precisamente en un pedestal.

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