Camps sorprendió a Rajoy
Hasta el miércoles a las 15:00 el líder nacional creyó que el ya ex presidente de la Generalitat valenciana aceptaría su culpabilidad y pagaría la multa por el caso de los trajes. La dimisión fue una sorpresa para él
LE presionaban para que se declarara culpable y pagara los trajes que le había confeccionado el sastre José Tomás y la sorpresa fue mayúscula cuando Francisco Camps, insensible a las presiones, anunció que no pensaba declararse culpable porque era inocente, dimitía como presidente de la Generalitat valenciana y se sentaría ante un tribunal popular.
Se tomó su tiempo antes de tomar esa decisión. Y dudó antes de hacerlo. Personas de su entorno más íntimo coinciden en que uno de los factores concluyentes fue la actitud de su mujer, que no estaba de acuerdo con que se declarara culpable de algo que según Camps no había hecho, ya que insiste en que pagó los trajes que le ofrecía a buen precio su amigo Álvaro Pérez, el hombre de Francisco Correa en la comunidad valenciana. El otro factor determinante fue que una vez que el juez Flors le procesó, el presidente de la Generalitat perdió el apoyo que hasta entonces le habían ofrecido los medios de comunicación más afines al PP, tanto valencianos como nacionales. Camps, cuentan, quedó consternado cuando la mañana de miércoles leyó las portadas, editoriales y columnas de periódicos que hasta entonces habían defendido la "presunción de inocencia", y se acrecentó su disgusto cuando le comentaron lo que se había dicho en algunas de las tertulias radiofónicas.
Por otra parte, era perfectamente consciente de que Mariano Rajoy marcaba distancias con él y con sus problemas, y le llegaban noticias desde meses atrás de que Mariano Rajoy no quería pedírselo directamente pero tenía la esperanza de que presentara su dimisión para impedir así perjudicar al PP en un momento clave, a pocos meses de unas elecciones generales que se podían ganar. Rajoy había puesto excusas para no acudir a los actos organizados por Camps en los que pretendía que se visualizara el apoyo del partido, y en las dos o tres ocasiones en las que se encontró con Camps en los últimos meses -entre ellas el obligado mitin en Valencia durante la campaña de las elecciones autonómicas y municipales- la cordialidad muy medida sustituía a la calidez y gestos de afecto de tiempos pasados. Rajoy no ocultaba su incomodidad.
Una incomodidad que se agudizó cuando, a los pocos meses de que estallara el caso Gürtel en la Comunidad Valenciana, y aparecieron datos que podían vincular a Ricardo Costa, entonces secretario general del PP valenciano con la trama, con noticias además sobre el nivel de vida de Costa que parecía impropio de un dirigente político, Rajoy le pidió a Camps, durante un encuentro que mantuvieron en el parador de Alarcón, que le cesara. Camps prometió hacerlo pero no lo hizo. Insistió Rajoy en nuevos encuentros y siempre tuvo como respuesta que Costa sería destituido, pero pasaban las semanas sin que Camps hiciera efectivo el cese, hasta el punto de que se transmitió la idea de que no cesaba a Costa por temor a que el secretario general pudiera hacer pública información perjudicial para Camps.
El enlace de Camps con la dirección nacional era Federico Trillo, diputado por Alicante, amigo personal y sobre todo asesor para todas las cuestiones relacionadas con su situación jurídica y legal. Cuando se conoció la noticia del procesamiento de Camps y de tres de sus colaboradores, Rajoy llamó a Trillo para que le diera su opinión sobre lo que se podía hacer. Trillo, abogado de profesión además de inteligente político, propuso que Camps , junto a Batoret, Costa y Campos se declararan culpables y pagaran la factura de los trajes. De esa manera evitaban comparecer ante un tribunal popular en una cita que coincidiría con la campaña electoral. El inconveniente era que la aceptación de culpabilidad significaba que los cuatro tendrían antecedentes penales.
Rajoy pidió a Trillo que convenciera a Camps. En Valencia encontró un muro: Ricardo Costa se negaba tajantemente. Camps en cambio parecía aceptar esa decisión que le permitía continuar al frente de la Generalitat. Durante todo el martes las presiones de Trillo a Costa fueron constantes, insistentes, y además De Cospedal llamaba a Camps para que aceptara esa salida; a última hora de la noche Costa pareció ceder, En la mañana del miércoles cuando todo parecía solucionado Camps llamó a Costa para decirle que él no iba al juzgado y que avisara a Batoret y Camps de que no se presentaría. A continuación le dijo a Trillo, que estaba con él, que era inocente, que no admitía su culpabilidad, que dimitía como presidente de la Generalitat y que comparecería ante el tribunal. Un Trillo estupefacto vio cómo Camps cogía nuevamente el teléfono y llamaba a Rajoy para anunciarle su decisión. La sorpresa fue total pero la decisión estaba tomada. Alberto Fabra sería el sustituto de Camps al frente de la Generalitat.
Rajoy tuvo un último gesto hacia Camps: desde su entorno enviaron un largo sms a un buen número de columnistas y tertulianos pidiendo generosidad con Camps en los análisis, destacando que su gesto que demostraba generosidad, responsabilidad y dignidad.
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