Contrarreloj desesperada para evitar las urnas

Manuel Campo Vidal repasa el calendario político donde marca la convocatoria del Comité Federal del PSOE y el 31 de octubre como fecha límite para investir a Rajoy.

Manuel Campo Vidal

10 de octubre 2016 - 01:00

EN octubre no hay Vuelta a España pero se va a correr la más emocionante contrarreloj política que se recuerda. Si hace dos sábados el PSOE ofreció un penoso drama familiar en directo, ahora toca correr. Recuperando el resuello, hay que convocar un nuevo Comité Federal -lo de consultar a la militancia queda archivado de momento- y decidir la abstención a la investidura de Rajoy para acabar con casi un año sin gobierno. El país ya no aguanta más. Las fechas son de vértigo con el 31 como fecha máxima para investir presidente; reunión del Federal el domingo 23; lunes y martes para consultas del Rey, investidura del miércoles al viernes, o al sábado, y sólo quedaría el domingo como colchón. O sea, a la catalana, que eligieron a Carles Puigdemont a pocas horas de expirar el plazo. Que ni el Rey ni Rajoy se pongan enfermos esos días porque iríamos a terceras elecciones en diciembre. Y allí terminaremos sin remedio si el Comité Federal del PSOE en estas dos semanas próximas no se pasa mayoritariamente a la abstención en una brusca maniobra en la que pueden salir despedidos bastantes dirigentes y más militantes por la ventanilla del autobús.

Para que esto no llegue a buen fin, para que la contrarreloj fracase, hay personal poniendo cristales rotos en la carretera. De entrada, el aparato del Partido Popular que no oculta su deseo de ir a terceras elecciones para acercarse a la mayoría absoluta y machacar al PSOE, malherido en esta refriega. El argumento es poner condiciones a los socialistas -no basta con la abstención, sino que tienen que jurar aprobación de Presupuestos y lo que se les ponga delante- para humillarlos todo lo posible. Eso incendia a los partidarios de Pedro Sánchez que se reafirman en su "no es no". Rajoy, más sensato que su gente, no pone condiciones.

Junto al aparato popular, en coincidencia de intereses tácticos, Pablo Iglesias, autoproclamado ya líder de la oposición, llama a los diputados del PSOE a romper la disciplina de voto. Leña al fuego, tanta como se pueda, porque así el humo tapa los problemas internos: los del PP porque está en el banquillo de la trama corrupta de la Gürtel y tiene a muchos ex altos cargos en el juicio de las tarjetas black. Y Podemos porque está librando una feroz batalla en Madrid para el control de la organización entre Pablo Iglesias e Íñigo Errejón mediante candidatos interpuestos. Iglesias cuenta sólo con las dos federaciones castellanas y la aragonesa, con problemas serios en las demás. Desde Valencia, Mónica Oltra, de Compromís, le ha dicho en público que fue un error no apoyar a Pedro Sánchez tras su pacto con Ciudadanos para así alejar un Gobierno conservador. Y le espeta que nada de romper los gobiernos autonómicos de coalición con el PSOE aunque se abstenga en la investidura de Rajoy. Ciertamente, Pablo no pasa por sus mejores días y se le ve alterado. "Ya ha comprendido que después de la que ha contribuido a liar -estima Albert Rivera- nunca será presidente del Gobierno, salvo que gane por mayoría absoluta".

Entretanto, van conociéndose crónicas emocionales de lo que fue el Comité Federal del PSOE que si desde fuera estremeció, desde dentro hundió en la miseria a docenas y docenas de dirigentes. "Nunca había visto llorar a tantos adultos, ni en un entierro. Aquello fue un despropósito y lo que se pudo resolver por la mañana, porque sabíamos cómo iba a acabar, se alargó sin sentido hasta la noche", confiesa un dirigente muy afectado por las escenas vividas.

Ahora toca recomponer y no fusilar. Mientras Pedro Sánchez ha viajado a Estados Unidos, se pide a Antonio Hernando, Óscar López, Patxi López y a otros dirigentes de la Ejecutiva disuelta que continúen en sus responsabilidades. En el fragor de la batalla, Patxi llegó a decir: "Prefiero perder que romper el PSOE. Llevo en este partido 40 años y no quiero ver eso".

Por si las terceras elecciones son inevitables, Susana Díaz, que es la que manda y sabe que también ha salido perjudicada del conflicto, tiene un plan B: presentar a un independiente como candidato. Nadie mejor que el profesor Ángel Gabilondo. Si se deja, claro.

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