Faisán, sucesión y otros líos
La investigación del chivatazo policial a ETA deja a Rubalcaba en una situación muy complicada y altera los planes de Zapatero, cuya candidatura a la reelección llevaría al PSOE a los peores resultados de su historia
HA pasado a segundo plano, cuando ha estado en el primero, por delante incluso del presidente del Gobierno, hasta hace apenas dos semanas. Muestra una actitud pública de cierto nerviosismo, nada que ver con la seguridad de principios de año, con el ingenio, la ironía y la mordacidad que siempre han sido los sellos de Alfredo Pérez Rubalcaba. La razón del cambio tiene un nombre: Faisán. Aunque le irrite al vicepresidente de primero y candidato in pectore a la Presidencia del Gobierno. Hasta hace unos días.
El llamado caso Faisán parecería un episodio sin excesiva relevancia, una obsesión del diputado del PP Ignacio Gil Lázaro, si no fuera porque Garzón tuvo que dejar su puesto en la Audiencia Nacional y su sucesor, Pablo Ruz, decidió sacar del cajón aquel asunto que Garzón había archivado.
Ruz ordenó nuevas diligencias y empezaron a salir datos escalofriantes que demostraban que había caso y que no erraba el PP cuando insistía en que un chivatazo de jefes policiales al cobrador de ETA -el hombre que llevaba a la banda terrorista el dinero recaudado a través del llamado impuesto revolucionario- había impedido la detención de varios etarras.
Las razones que llevaron a ese chivatazo, siempre según el PP, eran que en aquel momento el Gobierno negociaba con ETA y por tanto no convenía desarticular su red de extorsión. Por otra parte, el mismo día en que Joseba Elosúa, el dueño del bar Faisán, iba a entregar el dinero, Zapatero recibía en La Moncloa al presidente del PNV, Josu Jon Imaz, y uno de los hombres importantes del PNV, Gorka Aguirre, que había actuado en múltiples ocasiones como intermediario ante ETA, caería en esa operación.
Rubalcaba siempre ha negado los hechos, lo ha hecho además con ira y con evidente desprecio hacia quienes le pedían explicaciones y utilizaba como argumento más sólido para demostrar la buena fe con que había actuado la cúpula de su ministerio que, un mes después, todos los que iban a ser detenidos en aquella operación fallida finalmente fueron detenidos.
Sin embargo el transcurso del tiempo ha envenenado el escenario. En primer lugar porque el informe que la Guardia Civil ha entregado al juez Ruz demuestra que la policía manipuló cintas que demostraban que dirigentes policiales habían entrado en el bar Faisán en los momentos en que se produjeron conversaciones entre Elosúa y las autoridades que supuestamente le alertaban para que no viajara a Francia. Por otra parte, uno de los policías que trabajaba sobre el terreno, nervioso o disconforme por el hecho de que los jefes se hayan quitado de en medio y ocupen importantes cargos fuera de España y cargan las tintas contra sus subordinados, ha declarado al juez lo que allí ocurrió. Que es exactamente lo que denunciaba el PP. En cuanto a las detenciones que se produjeron días más tarde, los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado explican a quien les quiera oír que no es lo mismo detener a un etarra con las manos en la masa, cuando están recibiendo el pago de un dinero entregado por un empresario amenazado, que hacerlo días más tarde cuando ya no hay dinero y por tanto prueba concluyente de su delito, y además la anulación de la entrega les alerta sobre los pasos de la Policía y Guardia Civil y han podido deshacerse de todos los documentos más comprometedores.
Ruz ha colocado en una situación muy complicada al ministro del Interior y, al tiempo, ha provocado una convulsión interna en un PSOE que en los últimos meses había asumido con naturalidad que Zapatero daría un paso atrás para dejar vía libre a Rubalcaba que, sin duda, es mucho mejor candidato que el actual presidente y, esperaban los socialistas, tenía alguna posibilidad de dar la vuelta a las encuestas mientras que difícilmente Zapatero podrá ganar las elecciones.
En ese clima de desconcierto provocado por la difícil situación en la que se encuentra Rubalcaba, y con un Zapatero que últimamente se ha crecido y ya no da tantas pistas respecto a sus intenciones futuras, que hasta hace nada apuntaban hacia su deseo de retirarse, se produce el encuentro entre Zapatero y José Bono. Y es entonces cuando en el PSOE empiezan a darse cuenta de que el escenario previsto deben dejarlo de lado.
En los dos últimos días se difunden varias ideas desde las alturas socialistas. La primera y más importante, que el Faisán ha echado por tierra las aspiraciones de que Rubalcaba sea candidato. Tendrían que cambiar mucho las cosas para que lo fuera. Segundo, no aparece ningún otro que provoque excesivos entusiasmo, en unos casos porque todavía no tienen una imagen política suficientemente sólida, como Chacón, o porque no captarían suficientes de los votos perdidos, como es el caso de José Blanco, que además ha apostado con fuerza por la operación Rubalcaba. Por tanto, tendría que repetir Zapatero, al que se le ve nuevamente con ganas, pero … Zapatero es el peor candidato posible, su candidatura llevaría al PSOE al peor resultado de su historia.
¿Y José Bono? Tendría más votos que Zapatero y además captaría voto conservador, muchos españoles simpatizantes del PP sienten rechazo hacia Rajoy; pero el problema de Bono es que su enriquecimiento personal, aunque se trate de un enriquecimiento hecho legalmente, provoca cierta animadversión, por no hablar de que un sector importante de los socialistas no quiere a Bono ni en pintura. Que se lo digan si no a Zapatero, que ganó el congreso extraordinario del PSOE por el rechazo a Bono y no por sus propios méritos.
La dirección del PSOE maneja datos que indican que solo conservan el 55% de sus votos. El 10% se iría al PP, y el 35% restante es recuperable solo si se presenta alguien que no sea Zapatero y que les ofrezca suficiente confianza.
De ahí que las consecuencias del caso Faisán relacionadas con la candidatura de 2012 les tenga en vilo.
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