Galicia y País Vasco afrontan sus elecciones más reñidas e inciertas
Euskadi puede tener su primer lehendakari no nacionalista, mientras que Galicia está pendiente del escaño 38.
Fin de campaña con todas las quinielas abiertas. Gallegos y vascos están llamados este domingo a las urnas para elegir a sus representantes autonómicos en unas elecciones que se presentan más reñidas que nunca y con unos resultados tan inciertos que incluso podrían variar el escenario político actual en estas dos comunidades. La histórica ausencia de la izquierda abertzale deja abiertas muchas posibilidades de gobierno en el País Vasco, donde por primera vez puede haber un lehendakari, no nacionalista mientras que en Galicia el PP sueña con recuperar la mayoría absoluta si no quiere que continúe el bipartito entre PSdeG y BNG.
Las encuestas dadas a conocer en las últimas semanas apuntan hacia un desenlace muy ajustado, por lo que los indecisos podrían ser determinantes para decantar la balanza de un lado u otro, especialmente en Galicia. Por eso, los partidos de ámbito nacional no han escatimado esfuerzos para llevar hasta el norte del país a sus primeros espadas, con el presidente del Gobierno y secretario general de los socialistas, José Luis Rodríguez Zapatero, y el líder del PP, Mariano Rajoy, a la cabeza de este desembarco
En el caso de Euskadi, los vascos decidirán en un nuevo escenario político: por primera vez en 30 años no concurre a las urnas ninguna organización política próxima a ETA. El tripartito vasco podría alejarse de la mayoría absoluta (que tampoco ha tenido en esta última legislatura), con un alza muy significativa de los socialistas.
Tras las elecciones el panorama político del País Vasco podría cambiar sustancialmente a favor de los socialistas, que sólo contemplan el escenario de la victoria de su candidato y el desalojo de los nacionalistas de Ajuria Enea, lo que convertiría a Patxi López en el primer lehendakari no nacionalista. Además, sería la primera vez que el Gobierno vasco dejaría de estar controlado por el PNV. El PSE ya triunfó en las elecciones de 1986, en las que logró dos escaños más que los nacionalistas, pero acabó cediendo la Lehendakaritza al PNV. Ahora las cosas han cambiado y es la primera vez que se apuesta claramente por un lehendakari socialista.
En cualquier caso, y dado que ningún partido está en disposición de alcanzar por sí solo la mayoría absoluta, todos trabajan con el convencimiento de que las alianzas postelectorales serán básicas en este vacilante contexto, incluso aunque no culminen en pactos de gobierno estables y se limiten a forjar apoyos puntuales a un gobierno en minoría, sea del color que sea. Juan José Ibarretxe, que ha ganado las dos elecciones vascas a las que se ha presentado como cabeza de cartel del partido nacionalista (en 2001 y 2005), ha pedido el voto asegurando que lo ha dado todo por el País Vasco; Patxi López, que en 2005 mejoró notablemente los resultados electorales de los socialistas vascos, ha insistido en que si gana no gobernará ni con el PP ni con el PNV y Antonio Basagoiti, que se presenta por primera vez tras la renuncia de María San Gil a seguir en el partido por sus desavenencias con Rajoy, ha asegurado que el PP es la llave del cambio.
El PP y los indecisos
El caso de Galicia es radicalmente distinto y la mayoría absoluta es fundamental para que el PP recupere el Gobierno de la Xunta y que no continúe el bipartito PSdeG y BNG. Los pronósticos apuntan a un mantenimiento de la situación de la última legislatura, con una victoria para el PP y un repunte de los nacionalistas. Con ello, PSdeG y BNG podrían mantener holgadamente su gobierno bicolor en esta comunidad, sin perder de vista, sin embargo, que al PP sólo le faltó un escaño en la pasada legislatura autonómica para lograr la mayoría absoluta, que podría conseguir ahora, según le auguran algunos sondeos. Los populares han asegurado en los últimos días de la campaña que sus encuestas auguran un regreso a la Xunta, gobierno que perdieron en 2005 a pesar de que Galicia era uno de los feudos más destacados del PP gracias a Manuel Fraga, que fue presidente gallego durante 15 años.
Pero teniendo en cuenta que los indecisos en Galicia son casi una cuarta parte del electorado, tanto PP como PSOE han puesto toda la carne en el asador para movilizar a sus respectivos electorados, tarea que en la recta final de la campaña han dejado para sus máximos líderes, Mariano Rajoy y José Luis Rodríguez Zapatero, respectivamente. Los socialistas han insistido en sus mítines en hacer llamamientos para que nadie se quede sin votar y no han tenido reparos en acusar al PP de jugar con la abstención como la mejor baza para conseguir sus ambiciones de mayoría absoluta.
En cualquier caso, lo cierto es que Rajoy (natural de Pontevedra) se ha instalado prácticamente en Galicia durante los últimos 15 días, protagonizando una campaña paralela a la de Núñez Feijóo, aunque centrada, en su caso, en poblaciones medianas e incluso en núcleos rurales, donde creen que su electorado está menos motivado. El líder popular se juega mucho en estas elecciones. Recuperar la Xunta sería un gran argumento para acallar a los críticos que tiene dentro del partido, ocultaría las dificultades de los últimos meses (sobre todo en Madrid con los casos de espionaje y corrupción) y le colocaría en buena posición de cara a las próximas elecciones europeas.
También el vicesecretario general del PSOE, el gallego José Blanco, ha estado al pie del cañón en esta campaña electoral hasta el punto de que ni siquiera ha asistido a las últimas reuniones de la dirección socialista nacional en Ferraz. Para los socialistas, la derrota en Galicia sería el primer revés serio desde que Zapatero llegó a la Presidencia del Gobierno y podría interpretarse como una primera factura que la crisis económica pasa al PSOE.
Pérez Touriño ha contado en la campaña con numerosos cargos socialistas, entre ellos los tres ministros mejor valorados del Gobierno: la vicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega y los titulares de Defensa e Interior, Carme Chacón y Alfredo Pérez Rubalcaba. Además, el candidato socialista quiso que Zapatero le acompañara en el mitin de fin de campaña, donde fue arropado además por los cuatro ministros gallegos del Gobierno, incluido el nuevo titular de Justicia, Francisco Caamaño.
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