El cisma deja en el limbo el control sobre el grupo parlamentario
Los 85 diputados del PSOE tienen en su mano la posibilidad de desbloquear la investidura.
A los críticos aún le quedan varios bazocas en caso de que Pedro Sánchez siga atrincherado en Ferraz al frente de una dirección a la que consideran inhabilitada. Y no es un arma cualquiera, son los grupos parlamentarios en el Congreso y el Senado, donde los electos críticos superan en amplia mayoría a los oficialistas. En último término, son los diputados del Congreso los que tendrían que dar su apoyo, con el voto, a un Gobierno de Pedro Sánchez o los que se abstendrían ante Mariano Rajoy. En el caso de que la dirección siga forzando su situación, fuentes de los críticos explicaron que no había que descartar el cese de la actual dirección, liderada por Antonio Hernando, en el Congreso, y Óscar López, en el Senado.
Hay que tener en cuenta que, de los 85 diputados, 20 son andaluces, pero también hay críticos extremeños, valencianos, manchegos, asturianos y gallegos. A Antonio Hernando se le agradece que convocase el martes pasado al grupo y dejase que hablasen de la convocatoria del congreso por parte de la Ejecutiva. Allí se escucharon una mayoría de voces críticas contra esa convocatoria. En el caso de Óscar López, se ha señalado mucho más como un defensor de las tesis de Pedro Sánchez en los últimos días.No sería la primera vez que una crisis interna en el PSOE se lleva por delante a la dirección del grupo parlamentario. En plena guerra entre renovadores y guerristas, estos últimos forzaron la dimisión de Carlos Solchaga y José María Mohedano al frente del grupo.
De los 17 miembros de la Ejecutiva dimitidos y enfrentados a Sánchez, sólo dos -Micaela Navarro, vicepresidenta del Congreso, y el hasta ahora secretario de Política Federal, Antonio Pradas- tienen escaño en el Congreso. La fractura del partido puede tener también efectos en la propia organización del Grupo parlamentario Socialista. Caben tres posibilidades. Que los perdedores de la pugna orgánica sean expulsados del grupo -cosa prevista en su reglamento interno-, que lo abandonen voluntariamente y pasen al Mixto o que, sin salir del Grupo Socialista, decidan romper la disciplina de voto.
Lo que está meridianamente claro es que no existe ninguna posibilidad legal de que el partido obligue al diputado a renunciar a su escaño, que es propiedad del parlamentario. Tampoco el Reglamento del Congreso contempla la posibilidad de que una parte de un grupo se escinda de otro y forme uno separado. De materializarse la fractura, lo único viable es que los perdedores de la pugna orgánica pasen al Grupo Mixto o que la nueva dirección del partido, sea cual sea, los expulse del grupo en aplicación de la normativa interna del partido.
El reglamento interno del PSOE también establece que todos los miembros del grupo parlamentario aceptarán el "compromiso" de presentar su dimisión si una vez elegidos causan baja en el PSOE "por cualquier circunstancia". También obliga a los diputados a cumplir la disciplina de voto en las resoluciones y acuerdos adoptados por la dirección del partido y, en el caso de que no haya acuerdo orgánico, en lo que decida la mayoría del grupo.
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