Los críticos tumban a Pedro Sánchez
El secretario general se resistió a una votación que tardó casi 12 horas en producirse.
Después de casi 12 horas donde se rozó el bochorno, Pedro Sánchez tiró la toalla. Se reistió, se enrocó y casi se arrastra. El secretario general del PSOE y sus leales intentaron durante todo el día que no se produjese ninguna votación, pero finalmente la certeza de que iba a perder una moción de censura llevó a Sánchez a someter ante el comité federal del PSOE su propuesta de un congreso extraordinario y exprés. Perdió por 107 votos frente a 132. Tal como había explicado el viernes, Sánchez dimitió. Una gestora provisional se hará cargo del PSOE hasta el sábado, cuando se elija la definitiva. La persona que se ponga al frente de este partido será quien reciba el Rey si se produce una nueva ronda de consultas. La derrota de Sánchez supondrá un cambio en el liderazgo de la formación, pero también un posible desbloqueo de la crisis de ingobernabilidad de España. Uno de los nombres que más suenan para presidir la gestora es Javier Fernández, el presidente del Principado de Asturias.
En realidad, todo lo sucedido este sábado en Ferraz se lo podía haber ahorrado el PSOE. Cuando presentaron la dimisión los críticos de la Ejecutiva, ésta ya estaba inhabilitada según los estatutos. A partir de ahí, se tenía que convocar un congreso extraordinario, pero no del modo que quería Sánchez, con urgencia, antes de que España resolviese su crisis institucional. Ahora, y tal como se había decidido en el mes de abril, El PSOE elegirá a su nuevo secretario general en un cónclave que tendrá lugar cuando España cuente con Gobierno. Una de las personas que puede competir por la secretaría general es Susana Díaz, que ha liderado la oposición a Sánchez en estos últimos días.
Hora tras hora, desde las 9 de la mañana, el comité de los socialistas se adentraba en un difícil bucle. No se ponían de acuerdo ni en cómo votar. Sánchez intentó que la votación se celebrase de modo secreto, en urnas, en uno de los momentos más tensos del día. Cuando se levantó para votar, hubo un abucheo de los críticos, una tremenda bronca, que obligó al líder a volver a sentarse. Y es que los críticos querían votar a mano alzada, en llamamiento público.
Como Sánchez no claudicaba, los críticos reunieron votos para una moción de censura. Consiguieron 129 rúbricas de los 253 participantes, mayoría absoluta, pero no se llegó a plantear porque el secretario general pidió tiempo. Ya era una agonía. Fue entonces cuando sometió su propuesta de congreso a votación. Y cuando perdió, a pesar de que algunos opositores ya se habían marchado.
José Antonio Pérez Tapia, líder de Izquierda Socialista que se presentó a las primarias de 2014, abandonó antes el comité, y dijo: “El partido está roto”. Visiblemente preocupado, el dirigente granadino habló de sectarismo y criticó lo que había visto durante todo el día. En efecto, a la nueva gestora y al nuevo o nueva secretario general, cuando lo haya, le costará meses restaurar la paz en la formación y hacer olvidar una de las páginas más bochornosas de este partido.
Antes de las dos de la tarde, el presidente de Aragón, Javier Lambán, había acorralado dialécticamente a Sánchez. “Tú no eres ya el secretario general”. Las palabras de Lambán resumen la posición de los críticos contra quien se denominaba secretario general en funciones del PSOE. Pero Sánchez, que ha demostrado ser un tipo duro, muy duro, hasta la temeridad, no se dio por enterado. Como resumió uno de sus opositores, “ni los geos lo echan de Ferraz”. El comité federal de los socialistas se ha convirtió en el choque de legitimidades que se esperaba, pero los pedristas y los críticos no fueron capaces de alcanzar una solución de consenso. Después de cinco interminables horas de reunión en la mesa del comité –dos oficialistas y una crítica, Verónica Pérez- y de dos recesos de tres cuartos de hora, Pedro Sánchez ofreció a las 17 personas que han dimitido de su Ejecutiva que volviesen a su seno. Les perdonaba la rebeldía. Pero los críticos lo vieron claro: era la primera señal de bandera blanca, de una posible rendición. ‘No es no’ le respondieron sus opositores. Es decir, ni los dimitidos iban a volver, ni los 18 pedristas que han quedado en la Ejecutiva en funciones iban a poder votar en el comité. En el fondo subyacía una mayoría de los críticos sobre los oficialistas, de ahí que los pedristas retrasen una votación que debería decidir la fecha del congreso y la creación de una gestora. La dirección de Pedro Sánchez, elegido en 2014 líder socialista, ha pasado a la historia.
El choque de trenes quedó escenificado cuando los 17 leales de Pedro Sánchez y él mismo ocuparon los asientos que se dejan en todos los comités para la Ejecutiva. A su lado ya no estaba Micaela Navarro, la presidenta de la Ejecutiva, que es una de las dimisionarias. A la escena le quitaron una fila de sillas, la de las plazas vacantes, y se sentaron allí, cara a cara, frente al comité, en cuya primera fila estaba Susana Díaz. “Hay un silencio sepulcral, mucha tensión”, comentaba uno de los oficialistas para describir la situación que resume la pugna. Los críticos no reconocen a esa Ejecutiva, ése es el tapón que impedía avanzar a la reunión. Susana Díaz, señalada como la líder de los críticos, solicitó desde la tribuna que se reuniese el comité de garantías de partido y se votase la creación de la gestora.
Cinco horas estuvieron discutiendo los miembros de la mesa: la sevillana Verónica Pérez, el vasco Rodolfo Ares, ex consejero de Interior del Gobierno vasco, y la catalana Nuria Millán, una crítica y dos oficialistas. Según reconocen ambos bandos, fueron discusiones a cara de perro sobre aspectos legales, pero no hubo forma de encontrar una salida. Cuando volvieron al pleno, Verónica Pérez dijo que se iba a votar una resolución, pero Rodolfo Ares le quitó el micrófono para hablar. Fue, entonces, cuando Sánchez tomó la palabra para proponer que se admitiesen a los dimitidos y se pospusiese, para la semana próxima, un comité.
Lo vivido en Ferraz durante todo el día de ayer fue el esperpento. Mientras periodistas, curiosos, frikies y militantes ocupaban la calle, que quedó cortada al tráfico desde muy temprano, la plana mayor del PSOE, el máximo órgano entre congresos, se introducía en un berenjenal que rozaba lo absurdo del filme ‘Vida de Bryan’, pero carente de humor.
A Sánchez le había dimitido la presidenta del partido, 16 miembros más de su dirección, tiene rebelado al comité federal y los grupos de diputados del Congreso y del Senado amenazan con cambiar la dirección en las Cámaras. Lo ha perdido todo. Él sostiene que es un asunto de dignidad, y que lo que persiguen los críticos es cambiar la dirección para abstenerse ante el PP. Son elementos diferentes, pero es cierto que la mayor parte de ellos desean acabar con la crisis de ingobernabilidad del país. Son partidarios de pasar a la oposición y dejar gobernar al PP.
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