Una fractura que estremece a España

Crónica política

Manuel Campo / Vidal

02 de octubre 2016 - 01:00

HAY quien celebra la fractura del PSOE, ejecutada por ambos bandos de forma rancia y deplorable, pero la mayoría de la población está estremecida y preocupada. Cierto que es una victoria de quienes desde la derecha política y mediática alentaron esas divisiones e impulsaron a Podemos como ariete para quebrar la socialdemocracia española. Es, desde luego, lo que pretendía Pablo Iglesias, y así se lo escuchamos, cuando dibujaba la estrategia de engullir primero a Izquierda Unida y más tarde quebrar el PSOE. Pero en la derecha, sobre todo más en la económica que en la política, se detecta alarma. Y en Podemos destaca la leve autocrítica de Iñigo Errejón cuando reconoce que haber facilitado el gobierno de Pedro Sánchez con Ciudadanos en la pasada primavera, quizás hubiera servido para evitar los cuatro años de Rajoy que ahora parecen inevitables.

Pero la verdadera decepción y la inquietud están en la calle. Militantes del PSOE, simpatizantes y votantes, pero incluso quienes jamás han votado socialista, sienten que con el derrumbe de esta fortaleza, que aseguraba la alternativa de Gobierno, el campo queda abierto para el nuevo bipartidismo que asoma en España: el del PP y el de Podemos; es decir, una España muy polarizada, más aún, que no augura nada bueno.

"La sangría de credibilidad del PSOE, llevó a una sangría de votos", declaraba Felipe González en esa entrevista en la SER del lunes 26 que se programó por los críticos a Sánchez como la emisión de la canción Grandola, vila morena, detonante de la Revolución de los Claveles en Portugal en 1975. Sangría de credibilidad, de votos en consecuencia y, sobre todo, sangría de responsabilidad, añadiríamos. Esa guerrilla contra Pedro Sánchez nada más llegar, en julio de 2014, seguramente porque Susana Díaz ayudó a ponerlo ahí sólo como hombre de transición hasta que ella estuviera lista para coger el tren de Madrid, se sumó a la gestión deplorable desde la dirección del partido con un secretario general rodeado por algunos torpes insignes. El resultado de todas esas conspiraciones internas y externas y de esos errores de organización que soliviantaron a tantos dirigentes y militantes, es lo que ha llevado a esta gravísima crisis.

"Ese espectáculo en la calle Ferraz de periodistas que no dejan entrar en la sede, militantes insultando a Felipe González y con policías por si se pegan, me crea ansiedad y me tiene nervioso todo el día", se lamentaba el sábado un ex jugador de baloncesto de la selección española que siempre votó progresista. "Si se consuma esa división de los socialistas, estamos a merced de la peor derecha y del populismo rampante", teme un abogado del Estado con altas responsabilidades empresariales. Desde dentro del PSOE una diputada del sur, explica en privado: "Los actores principales de este desencuentro se formaron en técnicas conspiratorias en las Juventudes Socialistas. Luena, la propia Susana y Verónica Pérez, entre tantos otros, son de esa escuela y han puesto en práctica lo que aprendieron". Para completar el cuadro, un alto cargo de la Generalitat Valenciana confiesa que celebra el no formar parte ya del Comité Federal, órgano al que perteneció durante ocho años, para no tener que participar en ese infierno con el alma rota.

"Me duele el PSOE", escribió en un tuit Patxi López y todos se apuntaron a compartirlo. Se inspiró en Miguel de Unamuno cuando dijo "me duele España". Si a todos estos dirigentes políticos les doliera España, quizás no hubieran despilfarrado tanto capital político y emocional acumulado por el PSOE durante más de un siglo.

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