“Cuidar un patio es algo vocacional, puedes vivir por y para él, pero no de él”
Santiago Hernández | Cuidador del Patio de Zarco, 13
Este joven abogado es el ejemplo de ese relevo generacional que poco a poco necesita la Fiesta de los Patios y que él defiende que “está muy difícil” porque no hay medidas para ello
Santiago Hernández (Córdoba, 1995) es un joven abogado que representa el ejemplo vivo de ese difícil relevo generacional que necesita poco a poco la Fiesta de los Patios, la cita por excelencia del Mayo Festivo cordobés. A Santiago “ese gusanillo”, como él mismo dice, de la dedicación a su patio, el del número 13 de la calle Zarco, en el barrio de Santa Marina, y el presentarlo al concurso municipal le viene “por vocación”, la que le inculcó su abuela, Julia Alonso, quien ya presentaba el recinto al certamen hace décadas. Él es el cuidador más joven de la cita que comienza este 3 de mayo.
–¿Desde qué edad empezó a cuidar el patio?
–Mi abuela era quien lo cuidaba y cuando ella falleció, en 2002, yo tenía siete años. Desde esa edad, de una u otra forma, he estado cuidando el patio.
–Y usted empezó a presentarlo al concurso en 2018, cuando solo tenía 23 años. ¿Cómo se decidió?
–Sí, empecé a presentarlo con esa edad, pero el patio ya estaba cuidado como para presentarlo al concurso desde que yo tenía 18 años, cuando me vine a vivir a la casa. Lo que ocurre es que yo era reacio porque tenía el recuerdo de cuando mi abuela lo presentaba.
–¿Le costó convencerse?
–Sí, lo que ocurre es que entre mi madre y mi vecina Juana [Romero, la propietaria y cuidadora del patio de Zarco, 15] y mi tata, que también lo cuidaba cuando lo presentaba mi abuela, empezaron a insistirme en que lo preparara para participar en el concurso, y, al final, ya sabes, martillo pilón, la gotita rompe la piedra.
–¿Desde entonces cuál ha sido su experiencia?
–Mi experiencia ha sido muy positiva. Yo estoy muy contento de haberme atrevido a participar en el concurso. Hasta el año pasado, en el que tuve el problema que tuve con el Ayuntamiento, que no me dejaron participar por la puntuación que le dio a mi patio la comisión técnica que da el visto bueno para esa participación, algo que se me comunicó cuando faltaban diez días para el certamen.
–Eso le supuso no estar en el Concurso del Centenario de los Patios, algo por lo que le dolió aún más no participar, ¿verdad?
–Hombre, claro que me dolió. Aunque, a mi manera, estuve, porque después los políticos y los técnicos rectificaron y se me posibilitó poder abrir extraordinariamente en octubre por el Centenario. Pero la verdad es que a mí me sentó muy mal porque al final en el concurso estamos todos de paso, tardaremos más o menos años, pero, insisto, estamos todos de paso. Además, pensé que en esa decisión poco contaba el relevo generacional, me argumentaron que me excluían por unos baremos de puntuación y cuando fui a ver otros patios sentí que habían sido muy injustos conmigo. Mi patio no estaba ni más bonito ni más feo que muchos de los otros que participaron en esa edición de 2021.
–Usted se quejó entonces de que se le excluía y de que, sin embargo, se aceptaba el patio del convento de Santa Marta, que según defiende, no está vestido de flores durante todo el año.
–Es que ese fue el remate. Se trata de un recinto que está adornado por la Hermandad de la Misericordia exclusivamente para el concurso, algo en lo que las monjas no tienen nada que ver. Eso contravenía las bases del concurso y yo exijo que, como me ocurre a mí, todo el mundo cumpla las bases. Si yo no las cumpliera, no me dejarían participar este año.
–¿Es consciente de que su caso ha supuesto la creación de una nueva modalidad de participación en el concurso que se suma a las de arquitectura antigua y arquitectura moderna, la de patios singulares?
–Con la concejala de participación, Marián Aguilar, hablé de posibles soluciones. Antes había cogido las bases del concurso y las había examinado punto por punto. Y después del concurso, en la asamblea de la Asociación, Claveles y Gitanillas, de cuya junta directiva formo parte, los socios propusimos algunos puntos que creíamos que serían buenos que se modificaran en el certamen; entre ellos, yo fui uno de los que propuso que tenía que abrirse una nueva modalidad, porque había patios, e incluso a día de hoy me atrevo a decir que los hay, que no se ajustan a lo que es intrínsecamente el concurso.
–Pero estará conmigo en que todo evoluciona en la vida y el concurso, también.
–Por supuesto. Las cosas tienen que evolucionar, pero con un cierto criterio. Una de esas modificaciones que propusimos era que se incluyera una nueva modalidad en la que entraran los patios asociativos y en la que finalmente han entrado tanto los de las asociaciones con ánimo de lucro, como los de las sin ánimo de lucro.
–Sin embargo esto ha caído como un jarro de agua fría en la Asociación Amigos de los Patios, que han visto como a sus dos recintos –San Basilio, 44 y Siete Revueltas, 1– se les obliga a participar en esa nueva modalidad, lo que consideran que les perjudica.
–Sé que están disgustados, noto su malestar, pero creo que lo de crear la nueva modalidad es una decisión justa para quienes participamos a título individual en el concurso. Ellos argumentan que sus patios los abren todo el año y es verdad que uno de ellos sí, el de San Basilio, 44, porque tiene negocios, si tuviera inquilinos seguramente no abriría todo el año. Lo que sí es verdad es que gracias a mi ausencia del año pasado se ha podido depurar un poco la Fiesta de cara a nuevas ediciones y creo que los cambios en la Fiesta deben ser algo evolutivo que se dé de forma progresiva; hay que estudiar los déficits que tiene el concurso para poder ir mejorándolo.
–¿Qué déficits tienen los Patios?
–Uno de los déficits es el de la dificultad que nos encontramos los cuidadores a la hora de resolver los problemas que surgen en las casas de la modalidad de arquitectura antigua [en la que participan aquellas construidas antes de la pasada década de los 60], que por su edad tienen muchos más problemas que los de las casas de arquitectura moderna.
–¿Se refiere a problemas de índole arquitectónico?
–Exactamente. Yo, por ejemplo, tengo desde hace tres años una gotera en una de las habitaciones, voy a Vimcorsa y pregunto, y lo típico cuando acudes a un organismo público, que sí, que tienes ayudas especiales para las casas patio, que sí, pero a partir de ahí no son nada más que impedimentos con eternos trámites burocráticos. Yo preferiría que a mí no me dieran dinero por participar, sino que me ayudaran con esos problemas. Que se me está cayendo el techo, pues que me lo rehabiliten a cambio de que tenga que estar equis años en concurso, me da igual, siempre cumpliendo las bases, porque hay que ser consecuente y mantener un mínimo de calidad.
–Habrá algún déficit más.
–Sí. Otra de las cosas que observo y que no es justa es la repartición de los premios. Un patio puede estar para un primer premio un año, dos años, pero consecutivamente, un año primero, otro año segundo, otro año primero, otro año segundo, no. Creo que todos los patios son bonitos y especiales y son merecedores de llevarse un premio en alguna ocasión.
–¿Eso llega a desanimar a la hora de participar?
–Por supuesto. Es más, creo que las cuantías de los premios del concurso municipal deberían bajarse para que fueran simplemente meritocráticos, que el premio no supusiera un aliciente económico muy superior a lo que supone el accésit por la entrada al certamen. Entrar en el concurso es algo que uno no hace por el dinero, porque al final te cuesta el dinero.
–¿Tiene cuantificado cuanto le supone mantener el patio?
–Mucho. A mí me cuesta entre agua, plantas, tierra, tiestos... unos 6.000 euros al año, seguro. Y si te surge algo extra de albañiles, de pintores, y demás, esa cuantía se incrementa mucho. Ese mantenimiento continuo supone mucho dinero y el Ayuntamiento se debería volcar más por ello con los cuidadores, resolviendo esos problemas de los que le hablaba antes. Y mientras, otros haciendo negocio.
–¿A qué se refiere?
–Todo negocio con una casa con patio cordobés se está subiendo al carro de la gallina de oro, Patio del Pañuelo, Patio la Costurera, el Patio de San Basilio... El Ayuntamiento debería cortar un poco las alas en este asunto, no sé si registrando la marca, y a la vez ayudar más a las familias que llevan tantos años abriendo sus patios.
–¿Cree que Córdoba es consciente de lo que tiene con unos Patios que son ya mundialmente conocidos?
–Soy cordobés de nacimiento y amo muchísimo a mi tierra, pero esta vez no voy a romper una lanza a favor de los cordobeses. Si en Sevilla tuvieran la Fiesta de los Patios, de hecho ya están haciendo rutas por los patios sevillanos, los Patios no decaerían y al final es algo que vemos que no se está renovando, porque la edad media entre el cuidador más joven, que soy yo, que tengo 27 años, y la más mayor, Ana Muñoz Fimia [de Tinte, 9], que tiene 87, está entre los 60 y 65 años.
–¿Cómo ve el relevo generacional en los Patios?
–Muy difícil. Yo, porque me encontré con la suerte de tener esta casa y de querer abrir el patio, pero es muy difícil, porque todo el mundo no puede acceder a una casa en el Casco Histórico. Hay muchos problemas para ello, por los precios, porque no te permitan reformar esa casa antigua, porque las licencias de obra tardan cuatro o cinco años, como le ha pasado a un vecino de la calle Aceituno. Si el Ayuntamiento no propicia que los jóvenes puedan acceder al Casco Histórico y que no se derrumben casas, como va a pasar en la calle de Enmedio, pues al final no estamos haciendo nada.
–¿Os sentís los cuidadores respaldados institucionalmente?
–Sí y no. Sí, porque los patios se promocionan y son un aliciente económico para la ciudad. Y no, porque el Ayuntamiento debería de mimar más a los cuidadores, que somos la verdadera esencia de los Patios.
–¿Y cómo se mima más a los cuidadores?
–En el sentido, como antes le he dicho, de que, por ejemplo, si en la casa surgen desperfectos, pues que manden a un albañil a arreglarlos. Luego hay otro problema, te dan un accésit por participar que se supone que es para mantener el patio durante el año y por ese accésit a tu hijo no le dan una beca de estudios. Hay muchas maneras de mimar; mi vecina Juana, por ejemplo, me ha repetido en más de una ocasión que sería importante que el Ayuntamiento mandara a su patio a alguien dos veces por semana para bajar y subir macetas. Si yo de subirme y bajarme de la escalera acabo reventado, imagínese quien cuida un patio con más de 60 años.
–Dice que el accésit es para el mantenimiento del patio todo el año, pero si a usted le cuesta ese mantenimiento unos 6.000 euros, el accésit poco cubre.
–Cuidar un patio tiene que ser vocacional. Tú puedes vivir para el patio y por el patio, pero no del patio. Si te tuvieran que pagar por las horas que le echas, cobrarías como un ministro. Por cierto, los cuidadores notamos otro déficit en el concurso y es que los patios grandes son los que abarcan todos los premios, sean antiguos o sean modernos, sobre todo en arquitectura antigua es mucho más descarado, cuando hay patios recogidos que son preciosos y no se les premia de la misma manera. ¿Cuántos patios chicos hay con un primer premio?
–Por ejemplo, el más chico del concurso, Tafures, 2, también en Santa Marina, que lo ganó en dos ocasiones.
–Y se llevó también dos segundos premios, pero es una excepción.
–Ahora que el concurso de Patios va a empezar, ¿qué le recomienda al visitante?
–Que todos los patios de Córdoba son bonitos y únicos, no solo los de Alcázar Viejo y La Judería, que recorra también los patios de la Axerquía, desde el de la calle Tinte, 9 –en Santiago– hasta Marroquíes, 6 –en Santa Marina–.
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