Duque de la Victoria, 3: Un patio de Córdoba con mucho arte
Los Patios de Córdoba en tiempos de crisis
El recinto, que pertenece a una casa construida en 1.700, apenas ha visto cambiar en siglos su estructura y su secreto floral está en la combinación de sus plantas de sol y de sombra
Las fotos en tiempos de crisis del patio de Duque de la Victoria, 3
El patio de Duque de la Victoria, 3 es pura fotografía, una mágica instantánea en tonos verdes en la que lo antiguo se viste de contemporáneo. “Poco ha cambiado su estructura desde que se hiciera la casa, aproximadamente en el 1700; el suelo de ladrillo moruno es el original y todo está montado en madera; sólo son de hierro dos puntales que sostienen dos vigas que atraviesan el patio, y las rejas de las ventanas, con arcos de mármol”, explica Manuel Morales, quien cuida el patio de Duque de la Victoria, 3 junto a su mujer, Paula Mantero. Ella nació en esta casa en la que llegaron a habitar 19 familias.
Muchas son las cámaras que han tomado imágenes del recinto, pero ninguna ha sabido capturar su alma como las de Manuel, fotógrafo desde los 14 años. Analógicas y digitales han inmortalizado momentos como las celebraciones de los bautizos, cumpleaños y comuniones de Araceli y Paula, sus dos hijas, instantes memorables a golpe de flash en un escenario en el que, como él siempre ha sostenido, "filmas una película ambientada a principios del siglo XX y no necesitas añadir decorados, incluso si es de algún que otro siglo anterior”, incide.
En ese escenario destacan un amplio zaguán con cancela, un precioso artesonado de madera vistiendo el techo y unos arcos de medio punto montados sobre elegantes columnas de mármol blanco con basas, que no capiteles, “columnas que se cree que proceden de Medina Azahara”, como Manuel siempre ha sostenido. "Yo siempre digo que se trata de uno de los patios más antiguos de los que se presentan año tras año al concurso municipal, no sigo que sea el más antiguo, pero sí que es uno de los más antiguos", sentencia sobre un recinto que viste junto a su mujer con mucho arte, el arte de un artista de la fotografía.
Manolo, como todo el mundo le llama, insiste en que al patio, que no entiende de crisis del coronavirus, lo ve "muy bonito", en estos momentos difíciles por el covid-19, tanto en lo que se refiere a plantas de sol como de sombra, que combinadas son el gran secreto vegetal del recinto.
"Está bonito porque las plantas se han cuidado y se están cuidando bien y no ha hecho mucho calor; tengo unos bonitos geranios chinos en el centro del patio y repartidos por el recinto hay, entre otras plantas, cactus, la flor de la gamba, clivias, gitanillas, otros tipos de geranios...está muy bonito porque las plantas tienen todavía mucha flor, al contrario que otros años por esta época en los que hubieran empezado a perder los pétalos", sostiene. En el patio como apenas da el sol durante el año y hay mucha humedad, la maceta de sombra se cría casi sola y salvaje, mientras que en Navidad suele vestir el recinto con plantas de invierno, abeto incluido.
En la pared ha colgado enmarcado un recorte de periódico de la época, ‘La Voz’, que recuerda que Duque de la Victoria, 3 ya participó en 1933 en el concurso municipal de patios. Ese año, ganó el segundo premio, que fueron 50 pesetas; el primero eran 100 y el tercero, 35; concursaron tan sólo una decena de recintos. Ese trozo de hemeroteca hace alusión callada a tiempos en los que se sacaba la silla al patio para hacer vida común, tiempos en los que la cámara de Manuel aún no había llegado a un lugar donde eran frecuentes las caracoladas, la celebración de fiestas y hasta alguna que otra pelea, como en cualquier casa de vecinos.
De aquellos tiempos queda una habitación contigua al patio en la que suele colgar exposiciones fotográficas coincidiendo con el certamen municipal. Esas exposiciones reflejan su manera de ver los patios cordobeses y de sentir el suyo propio, cuyo constante cuidado es la mejor medicina contra las preocupaciones. Manuel le dedica muchísimas horas al año al cuidado del patio, pero la decoración se la deja a su mujer. No falta a veces surcando las alturas una gran hormiga diseñada por una de sus hijas, ni unos galgos forjados sobre el suelo de ladrillo moruno.
Ese laborioso cuidado mantiene impecable ese recinto que parece una fotografía revelada y tratada en tonos verdes, una instantánea admirada por gente llegada desde muy diversos puntos geográficos. Ha contado en más de una ocasión que el mayor tesoro de este patio es que haya venido a verlo gente de Madrid, Valencia, Alicante, Barcelona el País Vasco e incluso del extranjero y le hayan dicho que les ha gustado. Nunca olvidará, por ejemplo, el día en el que un hombre se puso de rodillas en el suelo y lo besó como solía hacer el Papa Juan Pablo II, o aquel otro señor que le hizo una foto a la solería moruna para luego copiarla en la casa que se iba a construir. Esos y otros momentos y vivencias espontáneas que se han perdido máquinas analógicas y digitales los guarda Manuel con agrado en su memoria gracias a su mejor cámara, su retina.
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