Patios de Córdoba: En 1921 comenzó todo
Mayo Festivo
El primer Concurso de Patios Cordobeses fue convocado hace 123 años por el entonces alcalde de la ciudad, Francisco Fernández de Mesa
Los Patios de Córdoba abren al público hasta el 12 de mayo con 52 recintos a concurso
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El primer Concurso de Patios Cordobeses fue convocado en 1921 por el entonces alcalde de la ciudad, Francisco Fernández de Mesa, con la denominación de Concurso de Patios, Balcones y Escaparates. Entonces se establecieron tres premios de 100, 75 y 50 pesetas que fueron repartidos entre los pocos participantes que participaron en el mismo. Tal y como destaca el periodista Francisco Solano Márquez en la publicación Córdoba es Patio, el certamen obligaba a los recintos participantes a permanecer abiertos del 24 al 26 de mayo.
Márquez cuenta que el primer premio fue para el patio del número 8 de la calle Empedrada, en el barrio de Santa Marina e inscrito por Francisco Velasco Jurado; el segundo premio fue para el de Buen Pastor, 17, de María Salamanca López; y el tercero fue para el de Almanzor, 11, de Eduardo Pino. Estos dos últimos, ubicados en la Judería. Debido a la escasa respuesta vecinal –solo se inscribieron los tres recintos premiados–, el concurso no volvió a celebrarse hasta 1933, cuando los Patios comenzaron a popularizarse y se presentaron 16 recintos repartidos por la ciudad, con premios cuantiosos para la época, según detalla el portal municipal patios.cordoba.es.
El alcalde de entonces era Francisco de la Cruz Ceballos. Entre 1933 y 1936 la media de patios participantes fue de 16 y el importe del primer premio era de 500 pesetas. En esos años los patios que alcanzaron los primeros premios fueron los de Gutiérrez de los Ríos, 60; San Juan de Palomares, 84; Mayor de Santa Marina, 24; y Mayor de Santa Marina, 26. El portal detalla asimismo que durante la Guerra Civil (1936-1939) el concurso fue cancelado, regresando una vez concluida la contienda como un acto más de la Feria de Córdoba.
En 1943 se comenta en la prensa local la necesidad de volver al tradicional Concurso de Patios. Para ello se hace una enumeración de algunos que en aquella época estaban adornados y eran visitados sin que hubiera apoyo y certamen por parte del Ayuntamiento. Se trataba, entre otros, de los de la calle Leiva Aguilar 10, la calle Buen Pastor, la calle de los Ángeles y la Casa de las Bulas esquina con calle Judíos.
Fue en el año 1944, durante el mandato de Antonio Luna Fernández, la primera constatación de posguerra en la cual se convoca concurso, cuando también se establecen los primeros criterios de valoración como la arquitectura, la decoración y sus características. De este período cabe destacar el establecimiento de los primeros criterios de valoración de los patios, de modo que el jurado tuvo en cuenta la arquitectura, la decoración y el tipismo de los mismos. Los dos años siguientes se celebró el Festival, aunque no se datan los premios, por lo que será en 1947 cuando se consolide el concurso.
El papel de Cruz Conde
El portal municipal destaca que para potenciar los patios como atractivo turístico, el innovador alcalde Antonio Cruz Conde aumentó el número y la dotación económica de los premios desde que llegara al consistorio en 1952. Así, el primer premio que entonces era de 3.000 pesetas pasó a las 8.000 de 1962, último año de su gobierno. Se concedieron además ayudas económicas a los patios no premiados con el fin de compensar los gastos y el esfuerzo de sus cuidadores.
En esta época surgieron asimismo dos iniciativas para impulsar este certamen: el Festival de los Patios Cordobeses y la Reina de los Patios. El primero, celebrado actualmente, fue concebido en 1956 como una programación paralela a la fiesta de música clásica y flamenca en los patios de antiguos monumentos y en los jardines del Alcázar de los Reyes Cristianos. Por su parte, la Reina de los patios fue un concurso de belleza instaurado en 1962 que se mantendría hasta 1983.
El papel de Julio Anguita
Entre 1979 y 1985 se estableció que los patios debían adornarse exclusivamente con flores del tiempo, se prohibió también la instalación de bares y se suprimieron como mérito a evaluar por el jurado la actuación de artistas flamencos. El Ayuntamiento añadió además otros criterios de valoración, todos ellos en consonancia con su deseo de preponderar la autenticidad sobre aspectos artificiosos o tópicos, y mejoró la dotación de premios y ayudas.
No fue hasta 1988 cuando las bases del concurso precisaron los aspectos ornamentales que debían valorar el jurado: variedad floral, cuidado de macetas y arriates e iluminación natural. Y no se contemplaron diferentes categorías de premios hasta prácticamente una década después. Los patios se distinguieron entre arquitectura antigua y moderna, otorgándose galardones que responden a aspectos específicos como la conservación arquitectónica, la decoración natural, el esfuerzo vecinal o el uso artístico del agua. Así en estos últimos años democráticos del siglo XX fue aumentando la participación hasta superar los 40 patios. En 1994 el concurso se circunscribió al Casco Histórico de la ciudad.
En el siglo XXI
Más de una veintena de concursos se han celebrado durante este siglo de manera ininterrumpida, a excepción del año 2020, en el que la situación sanitaria provocada por la pandemia Covid 19 obligó a su suspensión en el mes de mayo, aunque se celebró su apertura, sin concurso, en octubre de ese año. Durante estos años cabe destacar el aumento en la dotación económica tanto de los accésit de participación, como en los propios premios, y el notable incremento de visitantes tras la declaración de la Fiesta de los Patios como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad en el año 2012.
"Pero la vida sigue y el patio permanece, adaptado a nuevas formas de vida. Las familias de antaño, hacinadas en habitaciones con derecho a cocina, aseos y pila comunes, han dado paso, por fortuna, a patios con viviendas confortables en su perímetro, los patios del siglo XXI, de los que son buen ejemplo Rey Heredia 21 y Chaparro 3, en inmuebles de nueva construcción, o Cabezas 16 y Carlos Rubio 5, en casas antiguas que conservan patios y fachadas, claros ejemplos para deseables rehabilitaciones de inmuebles
protegidos que permitan mantener el alma y la identidad del casco histórico, donde aún habite aquella cordobesa de ojos negros y piel de terciopelo, según la lírica visión de Orti Belmonte, aunque hoy vista pantalón vaquero", sentencia Francisco Solano Márquez en Córdoba es Patio.
"La filosofía de ese nuevo modelo de patio la expresaba con precisión la comunidad de Chaparro 3, que ha colocado en su fachada un azulejo con la descripción de su idea de patio: 'Con cuatro paredes, un suelo y un techo a cielo abierto se hace un patio'. Si construimos unos arriates, plantamos árboles y sembramos plantas, se convierte en un vergel. Si después alzamos casas alrededor para que las habiten las personas, surge una comunidad. Y si estas personas además lo cuidan, lo ayudan a crecer, lo comparten y lo viven, surge algo mágico. Un lugar donde el tiempo se detiene, la conversación no es un pretexto, la
comida se convierte en fiesta y lo común es un tesoro. Algo intangible. Intangible y hermoso. Sin duda han dado con la fórmula de adaptar el espíritu del patio tradicional al patio moderno, conservando sus bondades y abandonando sus inconvenientes. Sabio equilibrio", añade el escritor y periodista en esa su obra que es la Biblia de los Patios de Córdoba.
Lugares de celebraciones
Los Patios han sido desde que existen lugares de celebraciones tanto familiares como de la propia comunidad vecinal. Así lo recoge el periodista Francisco Solano Márquez en Córdoba es Patio, donde se hace eco de otra publicación del también periodista Ricardo de Montis, La casa de vecinos (1911). En dicha publicación, De Montis insistía en que en el patio se festejaban acontecimientos como “el otorgo, el casamiento, el bautizo, la vuelta del soldado que fue de campaña”, unas celebraciones que se llevaban a cabo con “música de guitarra que alegran el alma, con cantares sentidos que llegan al corazón, con el baile clásico de Andalucía”. Márquez incide en que aquel ambiente festivo se tornaba en tranquilidad las noches de verano, cuando “después de haber regado bien el piso de menudas piedras, siéntanse los vecinos en amable coloquio para descansar de los trabajos del día, mientras en la penumbra de un rincón, una pareja feliz, abstraída de cuanto le rodea, rima el dulce y eterno idilio de los enamorados”.
En Córdoba es Patio, Márquez también se hace eco de otro artículo de Ricardo de Montis, Sangrías y caracoladas (1921), en el que el periodista recuerda aquellas otras celebraciones, “cuando las vecinas madrugaban para arreglar el patio y al atardecer regaban el pavimento empedrado y disponían de iluminación. Luego, sobre el empedrado se colocaban grandes fuentes de caracoles y a su alrededor sentábanse en el suelo hombres y mujeres formando pintorescos y amadísimos grupos provistos de cucharas y púas de espino para extraer el molusco”.
Márquez detalla asimismo en Córdoba es Patio, en referencia a ese último artículo de De Montis, que para las sangrías se colocaban en el patio, sobre una mesa, “lebrillos con la agradable bebida y un gran número de vasos que los muchachos se encargaban de llenar con cucharones y de repartirlos una y cien veces entre los asistentes. Luego los muchachos templaban las guitarras y bandurrias, y al compás de sus notas y del sonoro repiqueteo de las castañuelas, encantadoras muchachas bailaban con verdadero arte, derrochando la gracia y la donosura. De tan animadas reuniones surgían no pocos noviazgos”, concluye.
Los patios también han sido escenarios de la celebraciones de Cruces de Mayo. Márquez se hace eco de que tras la experiencia del primer concurso municipal de patios, en 1921, no se repitió el certamen , pero sí convocó el Ayuntamiento entre 1925 y 1929 un concurso de Cruces de Mayo instaladas en patios. Márquez cuenta que fue una idea del alcalde José Cruz Conde, alentado por el pintor Enrique Romero de Torres. La primera cruz ganadora fue la de Ocaña, 1, de la Juventud Recreativa.
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