Ruta de San Lorenzo: Edenes bendecidos por el Custodio
Ruta de San Lorenzo (2 de 2)
Entre la iglesia del Juramento y la espalda de la de San Lorenzo se reparten unos patios que, aunque muy distintos, atesoran todos ellos muchos años de historia
San Rafael vive en forma de imagen tallada en piedra y otros elementos o en forma de cuadro en muchos de los patios cordobeses, pero en la que es la cita por excelencia del Mayo festivo de la ciudad de la que es el Custodio, el arcángel también tenía que tener el suyo, el de la antigua casa del capellán de la iglesia del Juramento. Más bien, sería mas correcto decir que son dos los patios que se pueden visitar en el número 7 de la plaza de San Rafael, recintos cuidados por voluntarias de la Hermandad de San Rafael. "Este año hemos recuperado el suelo de chino cordobés", cuenta Purificación Díaz, una de las hermanas del Custodio sobre un inmueble que data del siglo XVIII y que concursa en la modalidad de arquitectura antigua en el certamen municipal de la Fiesta de los Patios de Córdoba.
"También este año hemos incorporado una tinajas; aparte de muchísimas plantas, como los rosales, que los teníamos perdidos; las begonias, que se nos están dando muy bien y las galateas", cuenta Purificación. "Este patio -en realidad dos separados por una capilla- tiene un trabajo de mantenimiento enorme", insiste. "A la gente le llama mucho la atención su verdor patio, lo que ocurre es que nosotros, al llegar mayo, nos ponemos como locas a la hora de introducir plantas de color; no obstante, lo que más le gusta a la gente es lo verde que está el patio", añade. A los visitantes también le llama la atención esa capilla dedicada a la Virgen de Fátima que preside la estancia sobre un altar de guadamecí realizado por Juan Martínez Cerrillo, quien tuvo su vivienda y taller en la casa contigua. Junto a la Virgen de Fátima hay, también, una imagen de Santa Ana, del siglo XVIII. Además en el recinto también se puede contemplar una lápida que recoge las apariciones de San Rafael.
En el número 6 de la calle Frailes espera al visitante un patio al que llaman del Vesubio, que nada tiene que ver con el mundo clerical y sí mucho con el mundo árabe, un patio en tonos añiles que es poesía pura, el patio de Virginia Molina y su familia. "Este año hemos conseguido darle un estilo aún más árabe, más marroquí, mas tipo Chauen", comenta Virginia. "Además, el patio tiene más plumas de Santa Teresa; hemos puesto en la pared un hotel de insectos; y hemos colocado el relato que ha escrito mi hija Selene sobre el patio en un lugar en el que aparece de fondo una imagen mientras se lee", detalla. "Este patio, aunque no tiene muchas flores, es un patio con mucho color, con mucha vida, con mucha alma", insiste. "Hay gente que hasta se emociona cuando entra y lo ve", añade sobre un recinto en del que también destaca "la poesía mi hija ha escrito en la escalera, su columna romana, su pozo árabe...me comentan que este patio es muy distinto y, por supuesto, se interesan por la escalera".
Carlos Peinado ha redoblado esfuerzos este año a la hora de vestir el patio del número 21 de la calle Pozanco después de que su tía Elisa Pérez se viera mermada de fuerzas por una enfermedad. El de Pozanco 21 es un recinto singularizado por su largo pasillo, por el que caen a modo de cascada colgadas en la pared multitud de macetas de geranios y gitanillas y que desemboca en el patio propiamente dicho. "El pasillo tiene mucho colorido este año y hay más macetas que otros años, medio centenar más, por lo menos", detalla Elisa. "Nosotros lo llamamos el callejón; era un lugar en el que mi madre tenía sembrado un rosal de pitiminí. Este pasillo es único y no lo hay en otro patio", sentencia. En Pozanco, 21 reina el verde, el color por excelencia que Elisa ha heredado de su madre a la hora de vestirlo, esa es una de las razones por la que las macetas están pintadas de ese color tan especial para ella. "Cada patio refleja la personalidad de su dueño", defiende. De verde oscuro está pintado también un gran bidón de acero a modo de macetero ubicado en el centro del patio. "Este bidón, por el que me suele preguntar la gente, en el que hay sembrado un naranjo, tiene su historia; es uno de los bidones en el que se llevó a una exposición a Bélgica el aceite de Carbonell", detalla.
Si en Pozanco, 21 reina el color verde, el rojo es el color que reina en Mariano Amaya, 4 -ubicado a tan sólo unos metros del patio de Elisa-. "Las macetas de este patio eran de color azul y ya había demasiados patios con las macetas de ese color, por lo que decidí pintarlas de rojo", comenta Marina Muñoz. "Tenemos muchas macetas, pero no tantas como ese año en el que pusimos hasta 700; ese año todo el mundo se iba para San Basilio, por lo que dijo mi marido dijo que se acabó que, no se colocaban más clavos en las paredes", recuerda. Su marido, Antonio Almenara, "que era policía nacional", le dejó como "tesoro" una gran cantidad de aperos que ella tiene expuestos en el patio, un recinto en el que cada planta tiene su nombre colocado en pequeños cartelitos. "A mí mi marido me dejó una esquela escrita cuando faltó, me dijo que esto [los aperos] era un tesoro, que era muy antiguo y que no lo vendiera por dos perras gordas", recuerda.
Un tesoro, como tesoro es el patio de San Juan de Palomares, 11, la sede de la Asociación de Patio y Rejas de Córdoba Claveles y Gitanillas y un recinto que tiene todos los elementos del clásico patio tradicional cordobés: suelo de bolos de río, tejas de voladizos, escalera clásica, lavadero con pila árabe y viejo poco con brocal de piedra. Un patio que ha sufrido la gran pérdida de uno de los elementos que eran santo y seña en el mismo, la de su impresionante palmera. San Juan de Palomares, 11 es uno de los dos recintos que se pueden visitar en esta ruta fuera de concurso junto al del número 4 de la calle Trueque, sede del Centro de Interpretación de los Patios. "Ahora, sin la palmera, el patio [de San Juan de Palomares, 11] es distinto, parece otro, pero no deja de ser bonito, no deja de estar bien cuidado", defiende el presidente de Claveles y Gitanillas, Rafael Barón.
"Yo tenía un poema escrito a San Juan de Palomares, 11 que decía algo así como que con unas paredes blancas y unos palos de azul no se podía crear más arte", comenta. "Y es verdad, es que ese patio es muy sencillo, con sus bolos de río, unos pilares azules que sustituyen a columnas y a paredes y una escalera exterior...todos estos elementos crean un embrujo y un encanto que creo que le han dado los siglos de vivencias que hay reflejados en el patio; es un patio que no se debe nadie perder porque en él está reflejado el alma de los Patios de Córdoba, el espíritu de esas Josefas que durante casi un siglo lo han mantenido y lo han cuidado, espíritu que nosotros ahora intentamos respetar, por ejemplo, recuperando esos geranios de encaje que tenían las barandillas o esas gitanillas que siempre cubrían las paredes, además de manteniendo el limonero o la buganvilla, que tanto trabajo nos ha costado mantener".
Situado en la calle Trueque y de tradición, estructura y fachada esencialmente árabe, el visitante se encuentra con un recinto conocido popularmente como el Patio de la Carmela, en el que el Ayuntamiento tiene un espacio expositivo permanente en el que, a través de sus salas y un taller, trata de dar a conocer todo lo relacionado con la Fiesta de los Patios. Trueque, 4 destaca por su enchinado original, su pozo, su misterioso y estrecho callejón que, junto con la escalera de peldaños desiguales, marcan la antigua vida interior de las familias que lo habitaron. Este marco inconfundible, se adorna con una gran variedad floral de rosales, geranios, gitanillas, pericones, helechos, cintas, begonias, crisantemos, hortensias y un largo etcétera de plantas. Esta antigua casa de vecinos se presentó por primera vez al concurso de patios en 1957 consiguiendo el segundo premio al que le seguirían muchos más desde entonces.
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