Todo es mentira
La colmena
El humor es un bálsamo ante una actualidad cruel y difícil de entender. Pero es también el patrimonio de muy pocos
Parece mentira que hayan pasado cinco años desde que Risto Mejide se coló en las sobremesas de Cuatro para “analizar todas las noticias falsas (fake news), clickbait y demás bulos que aparecen cada día en la información de actualidad”. No veo nunca el programa pero es imposible mantenerme al margen de las polémicas que desatan; por el histrionismo con que lo cuentan todo, por el efectismo de sus colaboradores y por los miles de frentes que siempre tienen abiertos. Judiciales incluidos.
Esta semana están eufóricos: han archivado una causa que una asociación de antivacunas interpuso contra los presentadores a finales de 2021, todavía en plena crisis del Covid, por un delito de odio. De enfrentarse a una pena de cuatro años de prisión, hoy celebran que “es un buen día para la libertad de expresión”.
Y la explicación de este desenlace, del enfoque que sostiene Todo es mentira, es un matiz que obvié antes al describirlo: se supone que lo cuentan todo “en clave de humor”. De las lágrimas de Ábalos hablando de su expartido (el PSOE) al encuentro fortuito (o no) con Koldo en una marisquería; de la alarma por las fresas marroquíes (con hepatitis) a lo que “de verdad esconde” la foto manipulada de Kate Middleton y sus hijos. Y por supuesto Ayuso, ahora por culpa del (presunto) fraude de su pareja a Hacienda (más de 350.000 euros) con una trama de facturas falsas y empresas pantalla.
Siempre he pensado que el humor sana; que el humor es un bálsamo ante una actualidad cruel y cada vez más compleja. Pero el humor es también uno de los géneros más difíciles de gestionar. Hay que tener mucho arte para no caer en el ridículo; mucha sensibilidad para no cruzar líneas rojas que avergüenzan y abochornan. El humor es el privilegio de unos pocos; el refugio de muchos; la coartada de demasiados.
No tengo nada en contra de Todo es mentira (bueno sí, pero no es el caso). Me sirve de ejemplo para reflexionar en voz alta y preguntarme, cuando crece el hartazgo y la indignación ante tantos titulares que rozan la indecencia, si no es el humor la única tabla de salvación que nos queda. Me refiero a los que todavía no hemos tirado la toalla y seguimos pensando que es importante participar de la cosa pública. Pero luego repaso los grandes temas de actualidad y veo la trampa: nada de esto se puede contar desde el humor. No de un humor sin sentido. Como mucho, desde un humor inteligente que, lamentablemente, es patrimonio de muy pocos.
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