Análisis
Santiago Carbó
Tras un buen año en lo macroeconómico, en 2025 hará falta mucho más
La victoria de François Hollande en las elecciones presidenciales de Francia cambia el espectro político europeo y complica las cosas a la canciller Angela Merkel, acostumbrada a decidir la dirección del Viejo Continente con el incondicional apoyo de su aliado Nicolas Sarkozy. Desde el domingo, el dúo Merkozy, pilar de la política anticrisis en Europa, es historia. La líder democristiana tendrá que acostumbrarse a un nuevo presidente que promete no seguirle el juego fácilmente y al que ni siquiera ha visto personalmente. Sin embargo, este lunes aseguró que recibirá a Hollande "con los brazos abiertos" y que la cooperación "comenzará rápido porque todos buscamos el éxito de Europa".
El mismo día de las elecciones galas, Merkel tuvo que ver cómo los partidos de la coalición de centroderecha que lidera sufrían una nueva derrota regional en los comicios de Schleswig-Holstein. Y el próximo fin de semana se enfrenta a una nueva y peligrosa cita electoral en Renania del Norte-Westfalia, el Land más poblado de Alemania. Las malas noticias llegan de dentro y fuera del país. En los corrillos del Ejecutivo la respuesta es unánime: al Gobierno no le espera nada bueno con la victoria de Hollande.
La canciller y "el hombre más importante en su vida política", como lo presenta el diario alemán Bild, no parecen tener nada en común. Ambos nacieron en 1954 y son reconocibles por un claro pragmatismo. Pero al margen de eso, un profundo abismo los separa. Merkel y Sarkozy se empeñaron en los últimos tiempos en imponer una férrea disciplina presupuestaria que debería culminar en el pacto fiscal que diseñaron juntos para Europa. Hollande, por el contrario, promete revisarlo para impulsar un programa de crecimiento y empleo. Pero el portavoz del Gobierno alemán, Steffen Seibert, insistió en que el pacto no se renegociará. "Desde nuestro punto de vista, no es posible", dijo en rueda de prensa en Berlín.
El socialista francés había anunciado antes de ganar su firme propósito de cambiar Europa. "Merkel ha dirigido Europa con Sarkozy y ya vemos los resultados". Durante su campaña, el socialista hizo hincapié en que pese a ser la primera economía europea y el principal contribuyente a los fondos de rescate, Berlín no debía decidir el futuro del bloque. Consiga frenar a Alemania o no, lo cierto es que el resultado de las elecciones galas, que le otorgan un 51,62 por ciento de los votos, tiñe de rojo parte de un mapa invadido por el azul de los conservadores.
Para el Premio Nobel de Economía Paul Krugman, el fin del eje impulsor de la austeridad de los últimos dos años "sólo sería peligroso si esa estrategia estuviera funcionando o tuviera alguna oportunidad de hacerlo, pero no es así". "Es hora de moverse. Los electores de Europa son mejores, más sabios y brillantes que el Viejo Continente", escribió el estadounidense en el diario New York Times.
"El fin de Merkozy significa el comienzo de una Europa mejor", subrayó el presidente del Partido Socialdemócrata alemán (SPD), Sigmar Gabriel. "Se acabó la era de la autocracia de la señora Merkel en Europa", agregó por su parte la secretaria general del mismo partido, Andrea Nahles. Horst Seehofer, líder de los cristianosociales de la CSU, hermana bávara de la CDU de Merkel y socia en el Gobierno alemán, reconoció que las elecciones en Francia y Grecia "no facilitarán las cosas" a Berlín, pero consideró que el eje franco-alemán seguirá funcionando simplemente porque se trata de "una razón de Estado".
Merkel, que según medios alemanes había pedido expresamente a sus aliados conservadores Mariano Rajoy, Mario Monti (Italia) y David Cameron (Reino Unido) que boicotearan la campaña del socialista evitando reunirse con él, lo invitó a Berlín en una conversación telefónica este mismo domingo. Según confirmó la canciller, el encuentro se celebrará lo antes posible porque las relaciones entre ambos países son "esenciales para Europa". La cita tendrá lugar probablemente el 15 de mayo, simbólicamente, el mismo día que Hollande asumirá el cargo. Justo después, ambos pasarán su primer fin de semana juntos en la cumbre de la OTAN y el G8 en Estados Unidos. "Ya verán como logramos este nuevo comienzo", manifestó el portavoz gubernamental alemán. La buena voluntad no puede faltar. "Si son inteligentes, se pondrán de acuerdo (...), ninguno de ellos puede tener interés en un bloqueo mutuo", sentencia el semanario Der Spiegel.
Merkel y el presidente electo de Francia son conscientes de la importancia estratégica de sus países para la supervivencia del bloque y saben por experiencia que Berlín y París pueden entenderse pese a sus divergencias. El socialdemócrata alemán Helmut Schmidt y el conservador francés Valéry Giscard d'Estaing limaron sus diferencias igual que lo hicieron el cristianodemócrata Helmut Kohl y el socialista François Mitterrand. Merkel nunca ocultó que prefería seguir trabajando con Sarkozy. La cuestión ahora es cuánto tiempo tardará en encontrar un camino común con su nuevo homólogo. Y muchos analistas creen que la espera será larga.
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