Escocia, ante su gran dilema
Alta participación y ambiente festivo en el día en el que los escoceses deciden si quieren seguir en el Reino Unido.
Los escoceses viven un día histórico en el referéndum sobre la independencia de Escocia, un proceso democrático seguido con gran interés en Europa y el resto del mundo. Desde las lejanas islas Shetland al cinturón industrial de Glasgow o en la capital política escocesa, Edimburgo, decenas de personas hicieron fila a primera hora de la mañana, antes de ir al trabajo, para ejercer su derecho a voto, mientras que otras lo han hecho a lo largo del día o al final de su jornada laboral.
Unos 4,3 millones de ciudadanos, un 97% del censo electoral de Escocia, se han registrado para emitir su voto en los 32 distritos electorales, con colegios que han estado abiertos hasta las 23:00, hora española, para ofrecer un amplio margen horario, dado que la jornada era laborable. Podían votar los residentes en Escocia mayores de 16 años de países de la Unión Europea (UE) y la Commonwealth (mancomunidad de ex colonias británicas), así como militares expatriados. Un total de 789.024 personas pidieron votar por correo y el resto lo hizo en persona, en una jornada en que los políticos ya no podían hacer campaña pero que el tenista de Dunblane Andy Murray inauguró en Twitter con un "¡Hagámoslo!" favorable a la independencia. Al margen de algún incidente menor -un hombre fue detenido por agresión en Clydebank, sin que se tengan más detalles-, la votación se desarrolló en un ambiente festivo y con la sensación de estarse viviendo un momento sin precedentes.
En Edimburgo, las calles estaban tomadas en general por el campo del sí, más visibles con sus banderas escocesas y sus eslóganes por el cambio, si bien los partidarios del no intentaron también captar indecisos en las puertas de los colegios electorales. El militante laborista de 20 años Greg Lare hacía guardia frente al centro de Haddon's Court, en un último esfuerzo por promover las ventajas de permanecer en el Reino Unido. "Como progresista, quiero ver la justicia social que pregonan los nacionalistas pero no solo para los 5,2 millones de escoceses, sino para los 66 millones de británicos", declara.
En este colegio votó que no Kurt McInnes, un conductor de tren de 49 años, quien, luciendo su camiseta del Chelsea de Londres, defendió la unión "porque la independencia nos echará 30 años atrás". McInnes, criado "en un barrio obrero de Glasgow", es uno de los escasos escoceses que vota al Partido Conservador de David Cameron, al igual que la jubilada de 70 años Elise Theures, que entra en el colegio con su pegatina del no oculta bajo el abrigo para no sentirse "intimidada" por los independentistas.
El Saltire o bandera escocesa -la cruz de San Andrés blanca sobre fondo azul- cuelga de balcones y se enarbola desde coches y camiones en la capital escocesa, donde catalanes, vascos o sardos se han congregado también en defensa de sus propias causas o, si son residentes, para votar en el referéndum. En el colegio de Brunswick Road, en el barrio de Leith, Linda Somerville, de 49 años, reparte adhesivos del sí y explica que lo bueno del referéndum es que "es una fiesta de la democracia" que va "mucho más allá del nacionalismo". "Yo no soy nacionalista, pero voto por la independencia porque nos dará la oportunidad de crear una sociedad más justa", afirma, para agregar que "el Partido Laborista británico ha fallado al pueblo escocés". Según Somerville, aunque ganen los unionistas "el cambio es imparable", pues esta consulta "ha movilizado a una gran masa social, gente que nunca antes ha votado, y esta gente va a seguir pidiendo el cambio". En Stirling, el jefe del recuento, Bob Jack, destacó "la continua afluencia de votantes" mientras que en East Renfrewshire se formaron largas filas y, según una portavoz municipal, los ciudadanos "besaban sus papeletas".
En Glasgow, la mayor ciudad escocesa y con un gran movimiento social a favor del sí, la gente acudió en masa a las urnas, en ocasiones vestidos con el kilt (falda escocesa) y entre el sonido de gaitas. "Aunque salga el no, de todas formas conseguiremos más autonomía y seremos un referente en el mundo, habremos demostrado que estos procesos son posibles y la gente se planteará lo que es mejor para ellos", dice Lucy Oldham, independentista de 26 años. El recuento empezó en cuanto cerraron los colegios, primero a nivel local y después en la Oficina Electoral centralizada en Edimburgo, adonde llegarán por tierra y aire las papeletas de los territorios más alejados, como Argyll o la isla de Bute. Según esta Oficina, el viernes "a la hora del desayuno" los escoceses sabrán si siguen en el Reino Unido o han amanecido en un nuevo país.
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