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La historia persiguió durante los años 80 a Jaime Rocha, capitán de navío retirado y miembro del servicio de Inteligencia español. Fue destinado a Libia en un viaje relámpago en 1986, poco después de que la aviación norteamericana bombardeara Trípoli y Bengasi como represalia por la muerte de soldados americanos en una acción terrorista ordenada por Gadafi. Fueron días de tensión. La amenaza de Gadafi de lanzar misiles puso en alerta a España. Poco después fue enviado a Checoslovaquia y presenció la revolución que, sin que se disparara un solo tiro, derribó el régimen comunista y levantó una democracia liderada por la carismática figura de Vaclav Havel. En una conversación en su ático de Cádiz, rodeados de recuerdos de sus misiones por el mundo, buscamos paralelismos.
-¿En qué se parecen las revoluciones del norte de África y las que demolieron el telón de acero?
-En muchas cosas, pero no sé si van encaminadas al mismo lugar. La mecha se prendió y se fue extendiendo. Incluso, como ha pasado en Túnez, cuando les trataban de colar en el gobierno alguien de la Nomenklatura volvían a salir a la calle. Estaban vigilantes, como en Egipto y en Túnez. Pero en la caída del comunismo se quería acabar con un régimen dictatorial para instaurar una democracia. Aquí no lo tengo tan claro. No sé si la democracia occidental es exportable a estos países porque existe una variable difícil de controlar, la religión.
-Las imágenes de las revueltas populares son tan parecidas...
-Sí, recuerdo la plaza Wenceslao de Praga rodeada de tanques y la gente manifestándose en una gran fiesta de la liberación. Pero no se engañe. No existen revoluciones espontáneas. Todas las revoluciones necesitan liderazgos y ese liderazgo no es Facebook. Alguien mueve los hilos.
-En Checoslovaquia fue Havel.
-Le conocí, un hombre muy tímido. Era un fumador empedernido que había pasado años encerrado en una prisión inmunda. Miraba constantemente hacia abajo, pero lo poco que decía era muy sensato. El era el símbolo, pero estaba arropado por otra serie de gente. A eso me refiero al decir que siempre alguien mueve los hilos. Una revolución no se hace a través de movimientos populares, sino organizadamente.
-¿Y quién los mueve en el Magreb?
-Tardaremos tiempo en saberlo. Todo tendrá que reposar durante un tiempo, cuando llegue la calma. Es posible que lo sepan los servicios secretos israelíes porque les va mucho en ello y tienen ese territorio como un queso gruyere. En ese caso, también lo sabrán los Estados Unidos. Ellos tienen medios para saber quién es la mano que mece la cuna. Nosotros seguro que no tenemos esa información.
-¿Cómo era la Libia que usted conoció en el 86?
-Nuestra labor era fotografiar los lugares bombardeados. Era importante averiguar si se habían producido daños vitales en su defensa antiaérea. Entonces la tecnología era otra, mucho más rudimentaria, pero pudimos comprobar que por cada diez artillerías, Gadafi sacaba otras diez. Tenía y tiene mucho armamento. Se lo hemos vendido nosotros, Occidente.
-Entonces los americanos iban a por Gadafi.
-Gadafi les volvía locos. Cada noche dormía en un lugar distinto. Será un iluminado, pero es un tipo listo. Cuando yo fui a Libia me encontré un país gobernado con mano de hierro por un hombre de una personalidad aplastante. Ahora el objetivo, supuestamente, no es quitar a Gadafi, sino evitar una masacre.
-¿Cree usted eso?
-Sí, estoy convencido de que el objetivo principal ha sido ese, aunque existan otros, naturalmente. Pero también pienso que la resolución 1973 de la ONU tiene cuatro puntos, algunos de ellos con una vigencia de uno o tres meses. El cuarto es la ayuda humanitaria. La ayuda humanitaria hay que hacerla sobre el terreno y no creo que se pueda cumplir con Gadafi en el poder. Para cumplir ese punto hay que entrar en Libia. No se puede ofrecer ayuda humanitaria desde el aire. Mire, que utilicen los eufemismos que quieran, pero esto es una guerra, unos disparando a otros. Una guerra. ¿Qué sentido tiene estar tres meses allí y luego marcharse? Si se hace así, Gadafi estará tan vivo como está ahora y nadie evitará que pase a cuchillo a miles de personas. Si nos vamos de allí, lo hará, sólo habremos pospuesto la matanza.
-Dicen que Gadafi es buen estratega.
-Luchando contra unos rebeldes mal pertrechados y con todas las armas de su lado es fácil ser buen estratega.
-¿Cuál estaría siendo ahora el papel de los servicios de inteligencia?
-Ahora mismo es vital. Cuando está roto todo lazo diplomático son los servicios de inteligencia los que se encargan de mantener el hilo de conexión. Eso no se puede romper nunca.
-¿Qué le parece el papel de España?
-Cuatro F-18, un submarino y una fragata... en fin, lo que había que hacer para estar ahí. Zapatero tiene que seguir las aguas.
-Pues Merkel miró hacia otro lado.
-Eso se lo puede permitir Merkel y, al fin y al cabo, el máximo importador de petróleo libio es Alemania.
-No parece que Rota y Morón vayan a tener protagonismo.
-No, claro. Lo lógico es que ese protagonismo esté en Italia.
-¿Trípoli es una ciudad bonita?
-No, no especialmente.
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