Seis meses y Gadafi sigue
Los rebeldes libios han conseguido imponerse en la escena internacional pero no han logrado todavía el derrocamiento del régimen a pesar del apoyo de la OTAN.
En seis meses de revuelta, los rebeldes libios han conseguido imponerse en la escena internacional pero su falta de organización y sus divisiones internas no han permitido derrocar al coronel Muamar Gadafi, pese a los devastadores efectos de los bombardeos de la OTAN. Bajo el impulso de Francia, el Consejo Nacional de Transición (CNT), órgano político de la rebelión, se está convirtiendo en el único interlocutor de la comunidad internacional.
Entre las grandes potencias, sólo Rusia y sobre todo China no han reconocido todavía el movimiento rebelde como "representante legítimo del pueblo libio", aunque Moscú ya ha adoptado algunas tímidas sanciones contra el régimen. Y pese a sus declaraciones de principio contra el intervencionismo occidental, el continente africano también ha decidido girar la página de la era Gadafi. "Estamos asistiendo a un abandono", resume un observador extranjero que ha pedido el anonimato.
En Trípoli, los efectos de las sanciones económicas y los bombardeos de la OTAN empiezan a sentirse con fuerza, con cortes de electricidad, falta de carburantes y un aumento de los precios. En el ámbito militar, los rebeldes parecen tener la iniciativa, aunque la situación evoluciona lentamente.
En el oeste, los combates en Misrata alcanzaron a poner fin al asedio que vivía la ciudad, pero su avance hacia la capital está estancado en Zliten. En el este, las fuerzas leales al régimen están atrincheradas en la ciudad petrolera de Brega, que sufre constantes bombardeos de la Alianza Atlántica, y llevan a cabo una fuerte resistencia.
Sin embargo, los rebeldes consiguieron ganar al Ejército libio en la región montañosa de Nefusa, lo que les ha permitido progresar por el valle hasta la periferia suroeste de Trípoli, pese a que Gadafi sigue controlando Sebbah, centro de comunicación vital para el sur del Sahara.
A día de hoy, la rebelión no ha aprovechado del todo el apoyo aéreo de la OTAN -cuyos misiles provocan numerosas pérdidas a las tropas gubernamentales- ni de las armas enviadas por Qatar y, en menor medida, Francia. La ingenuidad inicial empieza a dar paso a una organización, a la que se han adherido voluntarios civiles que han entendido la importancia de coordinar la acción de sus "katiba" (brigadas) en el campo de batalla.
Pero por lo que parece, los rebeldes siguen siendo minoritarios en el país y a muchos se les acusa de jugar un doble juego La rebelión está obligada a avanzar. "Todo el mundo ha entendido que la capital no se sublevará hasta que los rebeldes no pongan un pie en la ciudad", cuenta un observador extranjero.
Pero mientras tanto, Gadafi sigue en el mismo lugar. "Cada día que pasa es una victoria para el líder libio", asegura la fuente. El coronel tiene todo el tiempo del mundo, todo lo contrario a la coalición, que ve cómo se reducen las contribuciones de la OTAN.
En las ciudades del este que están controladas por la rebelión desde febrero, el aliento de la revuelta "está empezando a decaer", según un periodista local. "Le falta un hombre fuerte, un jefe capaz de galvanizar la muchedumbre", añade. En Bengasi, Derna o Tobruk, muchos parecen contentarse con la actual situación, sabiendo que la OTAN intervendrá si los tanques de Gadafi amenazan el este rebelde. Pero, lo peor es que la credibilidad política del Consejo Nacional de Transición está en duda.
El misterioso asesinato el 28 de julio de su jefe de Estado Mayor, ex pilar del régimen de Gadafi, reveló las divisiones internas del movimiento rebelde. En definitiva, el CNT está resultando ser un peculiar conjunto de personalidades de la diáspora, ex funcionarios del régimen, Hermanos Musulmanes y tecnócratas, sobre el que vuela la influencia de los islamistas, lo que se ha convertido en una gran preocupación de los países occidentales.
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