Una organización terrorista tocada pero no hundida
El rastro de sangre que va dejando en todo el mundo la milicia terrorista Estado Islámico (EI) es cada vez más largo. Desde Dacca a Estambul y Bagdad ha habido en las últimas semanas cientos de muertes de inocentes en atentados que se han atribuido los yihadistas.
También se responsabilizan ahora del atropello masivo con un camión en Niza, Francia, y aseguran que el responsable era uno de sus "soldados", según un comunicado colgado en Internet.
Sin embargo, la duda permanece. ¿Está aprovechando sencillamente el EI la ola?
El ataque encaja en los patrones propuestos por el EI y sus seguidores lo celebraron como una venganza por la muerte del líder terrorista Tarkan Batirashvili, alias Omar el Checheno, que habría muerto hace poco en Iraq.
No sería la primera vez que el Estado Islámico responde con atentados cuando se ve derrotado militarmente en su "califato" autoproclamado en Iraq y Siria. En los últimos meses murieron toda una serie de líderes de la milicia; además del georgiano Batirashvili también falleció su número dos, Abdul Rahman Mustafa al Kaduli.
La alianza liderada por Estados Unidos podrá proclamar en la conferencia convocada en Washington para este miércoles sobre la lucha contra el EI que el territorio que controla la milicia en esos dos países se ha reducido. El Pentágono afirma que se ha reconquistado hasta abril el 45% del territorio que tenía en sus manos la milicia en Iraq, y un 20% en Siria.
Otro importante objetivo era debilitar sus fuentes de financiación y por eso desde noviembre pasado fueron atacadas las instalaciones petroleras con las que el Estado Islámico obtiene, según estimaciones de los expertos, un 43% de sus ingresos.
Pero todo esto implica que el Estado Islámico está debilitado, pero no vencido. La variedad de objetivos elegidos para atentar muestra que la milicia antes circunscrita a Iraq y Siria ahora es una organización con múltiples tentáculos en todo el mundo. De forma similar a su competidora Al Qaeda, el EI se está convirtiendo en una red global a la que organizaciones nacionales le juran lealtad aunque sigan actuando de manera independiente.
Bangladesh es un ejemplo de ello. Se trata de un país mayoritariamente musulmán de unos 160 millones de habitantes que sufre desde 2013 una ola de asesinatos de motivación religiosa. Pero el terror alcanzó una nueva dimensión cuando siete atacantes asaltaron el 1 de julio un café de Dacca y mataron a 20 de los clientes.
El EI se atribuyó éste y otros atentados, pero el Gobierno local acusa de ello a extremistas nacionales que supuestamente son instigados desde el partido opositor islamista Jamaat-e-Islami. Debido a ello, en junio la policía lanzó una operación masiva en la que detuvo según sus propios datos a más de 12.000 personas.
Como su nombre indica, el EI se considera a sí mismo un Estado y por eso ha dividido el territorio que controla en provincias, a las que quiere añadir otra en Afganistán y Pakistán: IS-K, por ISIS (siglas en inglés del EI) y Khorasan.
El Ejércirto paquistaní combate con gran dureza a la milicia, y una y otra vez desmantela células de reclutamiento y de combatientes. Pero su número se desconoce y el Gobierno afirma que el EI no tiene una presencia organizada en el país.
Pese a ello, los círculos de seguridad están preocupados por la colaboración de algunos grupos extremistas con el Estado Islámico y el reclutamiento de hombres jóvenes para las guerras de Siria e Iraq.
En Afganistán los milicianos del EI han cometido numerosos atentados, aunque su crecimiento se ve frenado en gran medida por las brutales luchas por el poder con sus rivales talibanes.
Según un estudio del Instituto de la Paz de Estados Unidos (USIP) de abril, en la actualidad la milicia contaría con 2.500 hombres, la mayoría en la provincia este de Nangarhar. Los expertos en seguridad alertan del peligro de que la milicia perpetre más atentados en Malasia, Indonesia y Filipinas.
En África, Libia es desde hace tiempo el hogar de los yihadistas, pero en la actualidad su bastión de Sirte está siendo atacado intensamente por las tropas leales al Gobierno.
Por su parte, los terrorista nigerianos de Boko Haram le juraron lealtad al EI, con lo cual su territorio ha sido incluido como la provincia africana occidental del "califato", al menos en teoría, porque en la práctica no queda muy claro qué influencia tiene realmente el EI sobre esta sangrienta organización terrorista.
El futuro comandante para África de las fuerzas armadas estadounidenses, Thomas D. Waldhauser, dijo en junio en una audiencia en el Senado que la jura de lealtad al EI dividió en dos facciones a Boko Haram.
La comunidad internacional ha respondido a la amenaza con casi 14.000 bombardeos aéreos por parte de la coalición liderada por Estados Unidos en Siria e Irak en los últimos dos años. Los objetivos fueron posiciones de la milicia, arsenales de armas, puntos de control, vehículos y almacenes de dinero. También los rusos combaten a los yihadistas en Siria del lado del Gobierno de Bashar al Asad.
¿Pero es suficiente esto para acabar con el EI? Los medios militares deberían ser suficientes para vencer a la milicia terrorista en Siria e Iraq, pero los expertos coinciden en que llevará tiempo. El jefe de la CIA John Brennan fue poco optimista: "Aún tenemos por delante un largo camino antes de poder decir que hemos hecho avances considerables".
E incluso aunque los yihadistas pierdan su territorio, podrían no ser derrotados. Su ideología yihadista está tan expandida entre tanto en el mundo que la semilla del terrorismo podría seguir creciendo incluso sin su actual centro de poder en Iraq y Siria.
El mensaje que surge de los atentados es claro: El EI y sus simpatizantes pueden golpear casi en todas partes del mundo y de diferente forma, con comandos organizados y atentados planeados de manera organizada o con lobos solitarios. De ese modo, la milicia es impredecible y muy difícil de controlar.
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