‘Amanece’, el peso de los orígenes y el rostro de las actrices
Festival de Sevilla
El almeriense Juan Francisco Viruega presenta en Panorama Andaluz un drama sobre "lo que no decimos"
El almeriense Juan Francisco Viruega asegura que "siempre" ha creído que "el alma de las películas radica en los actores", por eso su debut en el largometraje, Amanece, presente en la sección Panorama Andaluz del Festival de Sevilla tras proyectarse en San Sebastián, es una historia de reencuentros y una reflexión sobre el peso de las raíces que se lee en los semblantes de Aura Garrido, Iria del Río e Isabel Ampudia, dos hijas y una madre enferma que ajustan cuentas con el pasado, y un paisaje, una Almería alejada de los clichés, que sirve como espejo y eco de las emociones de las protagonistas.
La historia de Alba (Aura Garrido), que vuelve a la casa familiar tras una ruptura, y el retrato de un hogar roto que se recompone, sirve a Viruega para hablar "de la incomunicación, de lo que no decimos. En mi generación sentimos que en las relaciones familiares se han quedado muchas cosas sin verbalizar, sin compartir. No ha habido una educación emocional", argumenta el creador, que ya había presentado varios de sus cortos en Sevilla. "Nuestros padres se han deslomado trabajando para dárnoslo todo, y sin embargo ha faltado una transmisión de cariño. Te doy todo esto para que salgas adelante, pero que sepas que aparte estoy aquí para cuando llores, para cuando lo necesites. Hay controversia con esto, hay gente que cree que los padres no deben ser tus amigos, pero lo cierto es que el mundo va a ser cada vez más confuso y vamos a necesitar un refugio donde nos entiendan en casa", prosigue Viruega, que en las proyecciones de Amanece ha encontrado una fuerte conexión por parte de los espectadores. "Creía que estaba contando algo personal, pero las reacciones me han demostrado que era algo universal".
Amanece explora, a través del personaje de Aura Garrido, la culpa de quienes abandonan sus orígenes. "Todos los individuos, cuando entramos en la adolescencia, sentimos el impulso de romper el cordón umbilical, y esa ruptura es fundamental para encontrar tu amor propio, tu identidad, y no ser sólo una prolongación de tus padres. Y muchas veces, en esa búsqueda nos acabamos perdiendo. Teníamos tantas ganas de alejarnos que acabamos vagando por el espacio sin saber quiénes somos. Eso es lo que le ocurre al personaje de Alba".
El largometraje escapa del realismo con un tratamiento de la acción en el que irrumpen a veces lo onírico y lo simbólico. La mirada propia de Viruega apuesta también por un retrato inexplorado de Almería: "Queríamos huir del paisaje del western", dice un realizador que precisamente ha sido responsable del Almería Western Film Festival, "y utilizar el paisaje como un espacio vinculado al estado emocional del personaje. Alba tiene un bloqueo emocional y está vinculada al desierto. Candela es más espontánea y natural, y es el mar y el Cabo de Gata. Aurora, la madre, está ligada a la sal, una metáfora de la enfermedad que se va comiendo la casa en la que vive y su propio organismo".
En la presentación en Sevilla estuvo también la actriz Isabel Ampudia, que brilla en el papel de una mujer que "no supo cómo querer a sus hijas. A ella tampoco le dieron ese cariño. ¿Se nace con la capacidad para querer o es algo que se va haciendo?", se cuestiona la intérprete, que reconoce que cuando empezó a leer el guión se asustó por "las cosas terribles" que decían sus hijas en la ficción de su personaje. "Pero, luego, ya hablando con el director, decidimos que ella no sabe expresar el profundísimo amor que en realidad siente por su familia, y que demuestra un detalle: ha mantenido la habitación de las hijas intacta durante años. Es una mujer compleja y llena de matices, a la que la enfermedad le da la lucidez de saber que tiene que arreglar las cosas".
La protagonista de títulos como La espalda de Dios y 15 días contigo valora la originalidad de la voz de Viruega. "Las historias se pueden contar desde muchos sitios, desde el discurso cotidiano de Malasaña, o de la Alameda de Hércules, y aquí hay poesía, la depuración de los diálogos, que quede el cogollito, una forma de narrar muy limpia". Ampudia, que ya había trabajado con el director cuando aún era cortometrajista, destaca "su sensibilidad, pero también su cabecita, su inteligencia. La emoción que consigue la película es gracias a ella, a una precisión milimétrica, a una estructura muy pensada".
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