Patrullando la galaxia
Cómics
Marvel Gold. Capitán Marvel: El juicio del vigilante. Steve Englehart, Al Milgrom y otros. Panini. 240 páginas. 21,95 euros.
Tal como explica el propio Steve Englehart en su página web, su llegada a la colección del Capitán Marvel ocurrió por solicitud expresa de Jim Starlin, del que era buen amigo. Este le pidió que escribiera los diálogos del final de su afamada etapa con el personaje (recopilada en el tomo de Marvel Gold Vida y muerte del Capitán Marvel) porque, según palabras textuales de Englehart, "aunque él ya era una estrella, Jim todavía quería mejorar (…) tomé el control de la serie para que él pudiera aprender de mi trabajo".
Poco después, cuando Starlin dejó la cabecera, la ausencia artística fue cubierta por otro de sus grandes amigos, Al Milgrom. A Englehart se le ocurrió entonces repetir aquí la experiencia creativa que había vivido con Frank Brunner en Dr. Strange, esto es, trabajar cara a cara con el dibujante, de forma que cada uno pudiera alimentarse de las ideas del otro. No en vano, lo de Englehart con Brunner sigue siendo una de las cúspides de toda la historia de Marvel (que ya está tardando demasiado en reeditarse en nuestro idioma, todo sea dicho). Pero, al poco de iniciado el trabajo con Milgrom, el escritor se mudó a California y la larga distancia entre ambos les obligó a cambiar de metodología. El caso es que Milgrom aparece acreditado como co-guionista en casi toda la etapa, y es que él es el verdadero artífice de la misma. "Después de los primeros seis números, el cómic fue mayormente de Al", dice Englehart, que se resignó a la mera tarea de escribir los diálogos, esta vez obligado por las circunstancias.
El juicio del Vigilante reedita la citada etapa de Englehart y Milgrom, números 35 a 46 de Captain Marvel (noviembre de 1974-septiembre de 1976), un ejemplo colorido, enérgico y entretenido de los tebeos de corte cósmico de la editorial durante la década de los 70. No alcanzan el nivel de los números de Starlin, pero tampoco conviene despreciarlos de antemano. El Milgrom de los 70 tenía bastante más gracia de lo que mostró más tarde, y contar con un dialoguista como Englehart siempre es un lujo.
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