Jorge Martínez: “Hay que llamar a las cosas por su nombre, utilizando las palabras adecuadas por malsonantes que sean”

POP CAAC 2023 | Ilegales

Ilegales, una de las bandas emblemáticas del rock español, abre el jueves una nueva edición del POP CAAC con un concierto al que llevan su disco más reciente, 'La lucha por la vida'

Ilegales (Jorge Martínez, primero por la izq.) / Rocknrolla Producciones
José Miguel Carrasco

30 de julio 2023 - 06:00

El próximo día 3 de agosto dará comienzo una nueva edición del ciclo POP CAAC con conciertos todos los jueves del mes y algún que otro viernes. El primero de todos, después de que los sevillanos Amante Laffón hayan abierto la noche con su música postpop, correrá a cargo de una de las bandas de mayor trayectoria en el panorama del rock español, Ilegales; emblemática a su modo, ya que nunca ha seguido los cánones de los demás grupos que comenzaron su andadura junto a ellos allá por los primeros años 80, de los que siempre se han mantenido apartados estilísticamente. Su primer disco se editó en 1982 y en 2022 cumplió su 40º aniversario, por lo que Ilegales comenzaron una gira de celebración que ya les trajo a Sevilla en mayo del año pasado. Pero la gira está siendo larga y fructífera, contando con más de setenta conciertos, y como todavía la están realizando vuelven a recalar en nuestra ciudad. De todas formas, este grupo no es de los que se dejen arrastrar por la nostalgia, así que la gira tiene un doble propósito, siendo el segundo de ellos la celebración también de su disco más reciente, La lucha por la vida, en el que cuentan con una gran nómina de cantantes invitados y del que comenzamos a hablar con Jorge Martínez, cabeza visible, voz y guitarra solista de la banda, que componen junto a él, Willy Vijande al bajo, Jaime Beláustegui a la batería y Tony Tamargo, incorporado recientemente, a la guitarra rítmica y los teclados.

-¿Las canciones de este disco suenan mejor cantadas por usted en los conciertos?

-Creo que suenan de otra forma. Tengo que reconocer que los artistas invitados han sido elegidos por las propias canciones más que por nosotros. Teníamos primero las canciones y luego las repartimos: esta para este artista, esta para este otro y creo que han alcanzado cotas muy altas, impensables en un principio, me han sorprendido; sabía que eran buenos, pero no tanto; sabía que las canciones les iban, que eran las suyas, pero no tanto. Lo han hecho francamente bien y a mí me cuesta mucho hacerlas a ese nivel. Lo que conseguimos en directo es una versión distinta.

-Aunque en realidad ustedes solo han editado una recopilación y hecho alguna reedición, este disco de La lucha por la vida, con tantos invitados, se hubiese prestado a ser un disco con canciones antiguas. ¿No les gusta mirar hacia atrás?

-Me parece muy poco generosa esa fórmula, aunque es triunfadora y muy eficaz, de revisitar las canciones más exitosas con invitados también de mucho éxito, muy populares; a mí me parece que eso es aportar muy poco a la propia música y por mucho éxito comercial que tenga, artísticamente carece de interés. Así que hemos usado una fórmula distinta: elegir canciones muy, muy poco rodadas o canciones totalmente nuevas; y de estas últimas, por ejemplo, Tantas veces me he jugado el corazón que lo he perdido, pensé que la cantaría bien con Loquillo, así que cogimos el teléfono y le llamamos; o para Juventud, egolatría, que es la que más críticas levantó, llamamos a Dani Martín, al que no conozco de nada, no es como Loquillo, que somos amigos desde hace muchos años, pero era el artista adecuado para esto. O incluso llamamos a artistas de más allá del charco, como Cucho Parisi, de los Auténticos Decadentes, de Argentina.

-Hablando de levantar críticas; uno de los cantantes invitados es El Niño de Elche, al que persigue la polémica y tiene un estilo muy diferente al suyo.

-Me parece un artista total. Muy polémico y provocador, pero es un personaje muy inteligente, que escribe muy bien; toca venas, tiene sentido lo que hace. La que canta aquí es una canción extraña, a la que llevaba tiempo intentando darle la forma definitiva. Estuve oyendo cosas de El Niño de Elche y pensé que era la persona adecuada. Le llamamos, llegó, entendió inmediatamente de qué iba la cosa y lo cierto es que lo ha hecho francamente bien, ahí está el resultado. Y no ha tenido que forzar nada, lo ha hecho con una naturalidad absoluta a pesar de que la canción es extraña, con un ritmo de 5x4 en algunos momentos, nada usual. El mensaje sí le va, porque El Niño de Elche a nivel literario se mete en cosas muy caras, es muy de meterse en experimentos; es un tipo realmente valiente, se arriesga. Y cuando te arriesgas recibes algún trompazo que otro, pero no se pueden hacer tortillas sin romper los huevos.

-En eso de que sus actos y palabras levanten muchas críticas no está muy lejos de usted.

-Es que es necesario ejercer como agitador cultural, es totalmente necesario. A veces hay un adormecimiento de la cultura en general realmente pernicioso, y un entontecimiento, y no es que sea signo de los tiempos; un hombre de buen gusto, que pretenda ser de buen gusto, no es ni de un siglo ni de otro, ni de una región, país, continente ni de otro, es alguien predispuesto a asimilar cualquier cosa buena que aparezca, cualquier cosa valiosa y a intentar hacerla suya, o admirarla y darla por buena. Y parece ser que la oferta imperante en este momento es de baja calidad, pero hay que mantenerse expectante, con los ojos abiertos y dispuestos a hacer las cosas bien.

-¿Interpretan en directo esa canción?

-En este momento no; vamos variando el repertorio, pero ya la haremos en directo, claro que sí. Lo que pasa es que si me escucha algún purista decir que es flamenco se va a poner de uñas. Y si canto en ese estilo me sale parecido a Víctor Manuel, porque soy asturiano y a veces la región imprime carácter. No siempre se puede huir de ese carácter que imprime la zona donde has crecido; no se puede extraer del todo y, más o menos, siempre queda.

"No nos gustaba lo que había cuando empezamos, gente que presumía de no saber tocar. Eso es un insulto"

-En estos 40 años Ilegales ha pasado por discográficas multinacionales, independientes, por su propio sello; ahora están sacando singles digitales. Se sienten cómodos en cualquier camino que tome la industria.

-Nosotros somos gente que trabaja en estudios constantemente y en directo. Estamos volcados con la música; más bien somos una pandilla de maniáticos que atesora un montón de equipo de mucha calidad: guitarras de alta gama, baterías de alta gama, teclados, las máximas novedades digitales para procesar los sonidos. Hemos crecido al mismo tiempo que todos esos medios electrónicos, entonces asimilamos con mucha facilidad todas las nuevas tecnologías y nos mantenemos abiertos a las nuevas tendencias musicales. Unas se desechan por pobres, por faltas de valor, y otras se adaptan y se roban inmediatamente; somo unos verdaderos ladrones de ideas. El hecho cultural es apropiarse de ideas ajenas de generaciones anteriores y cocinarlas de otra manera, hacer que todo avance o retroceda; porque los movimientos en las artes no siempre son progresivos, a veces son pendulares; con mucha frecuencia se está yendo y viniendo, progresando y siendo refractarios, volviendo otra vez hacia atrás. A veces vale la pena recuperar cosas porque hay caminos musicales muy poco transitados donde se encuentran verdaderas joyas, y hay que volver atrás porque te has dejado cosas valiosas en el camino; otras veces es un revival que no tiene ningún sentido. En Ilegales creemos que el presente está hecho, hay que pasar al futuro; así que miramos atrás para ver de dónde venimos y miramos al futuro para saber a dónde queremos ir. Es la única manera de saber dónde se está.

-A pesar de no haber sido nunca un grupo mainstream, Ilegales es un referente para mucha gente, que les cita con reverencia. ¿Qué tenían en mente al formarse?

-Hacer la música que nos gusta. Hacer música a nuestra medida. No nos gustaba lo que había en ese momento en que Ilegales comenzaba, un pop de nueva ola, la movida madrileña; muchos hacían gala de no saber tocar y a mí eso me parecía un insulto; a nosotros como público y también como profesionales, que lo éramos. Sus mensajes eran vacuos, vacíos totalmente, así que decidimos hacer música a nuestra medida y resultó que las camisas que fabricamos eran buenas para todo el mundo. Con altibajos, pero hubo momentos en que vendimos muchos discos, aunque hacíamos caso omiso de las ventas, porque lo que nos interesaba era la música y el mensaje que llevaba, esa colisión mágica entre el texto y la música, cuya suma resultante es más valiosa que la de ambas por separado. Es fascinante lo que se consigue con esa mezcla. Es lo que ha hecho que estemos hoy aquí. En mi caso, he sido muchísimo tiempo un niño hechizado por una guitarra eléctrica, cuando esas guitarras eran un objeto de deseo inconcebible. Yo vivía en Vitoria y solo había un escaparate en el que, al fondo, entre muchas bandurrias y guitarras españolas, se veía una guitarra eléctrica. La conseguí; era horrorosa. También tengo un bajo como el de Paul McCartney de la misma época, que también es horroroso, aunque no tanto como la guitarra. Y así puedo permitirme esto: flotar en esa sopa mágica, esa sopa sonora, que crea Ilegales cuando estamos en directo, que me parece un privilegio tremendo.

"El rock y el deporte permiten liberar instintos atávicos que todos llevamos dentro, pero sin provocar heridas serias"

-Ya no se puede ir a toda hostia por la carretera, ¿pero cuarenta años después se puede seguir siendo un macarra y un hortera?

-Yo nunca lo he sido. Esa canción era una contestación punk, que escribí en 1977; una letra antigua que se recuperó para el segundo disco de los Ilegales y la hice porque en los 60 y 70 se sacralizaba mucho a algunos cantautores; algunos eran muy buenos, otros no tanto. Y había uno, que era Joan Manuel Serrat, con su disco Mediterráneo; un gran disco, en el que hay muy buenas canciones e incluye ripios como soy palomo torcaz, dejadme en paz; y yo le contesté -poniendo voz de macarra- soy un macarra, soy un hortera, voy a toda hostia por la carretera. Me parece una actitud punk realmente loable; es reírse un poco de la rima forzada que hacían todos estos cantautores, rima a la que yo renuncio totalmente. Una de las cosas buenas que tiene Ilegales es la falta de rima; cuando la utilizamos y estoy rimando cosas es que me estoy riendo de alguien.

-¿Y sigue viendo dentro del espejo a ese tipo que le mira con cara de conejo?

-Sí, también. Eso es un ejercicio peligroso; se trata de mirarse en el espejo y reconocerse en él. Es peligroso porque cuando miras dentro de ti, en las más profundas oscuridades del yo, puedes encontrar cosas que no te gusten. Le pasa a mucha gente con los tripis; se toman uno, u otras drogas psicodélicas, miran dentro de sí mismos, se reconocen, y sus personalidades saltan en pedazos, se hacen muchísimo daño. La introspección es peligrosa; no es tan buena como decía Jung con su interpretación de los sueños, que me parece una falacia; o los significados sexuales de los que hablaba Freud, el rock and roll es una cura mucho mejor. Y el contacto con el medio natural es lo que puede realmente curar al hombre esquizofrénico del siglo XXI. Hemos sido extraídos del nicho ecológico para el que estábamos preparados; hemos invadido otras zonas del globo, otros climas, pero sobre todo hemos construido una cárcel que es lo que nos está volviendo locos a todos. El rock and roll tiene una cosa muy buena, es como el regreso a la tribu, es algo tribal; como esos cantos antiguos a la luna, esas fiestas orgiásticas. Otra cosa muy buena es que tiene un componente violento. También lo tiene el deporte, y mucho más violento, pero los dos son como válvulas de escape que hacen que no estalle todo; son realmente sanos, permiten una liberación de instintos atávicos que todos llevamos, pero sin provocar contusiones ni heridas serias; son mucho mejor que otras cosas, más sanos. La gente del rock es buena gente; lo he comprobado incluso entre los reguetoneros más empedernidos, traperos y de todo, que se acercan a un concierto de rock y lo ven todo con los ojos muy abiertos. Los oídos probablemente menos, porque muchas de las cosas que se dicen en el rock deben parecerles blasfemias.

-En la canción Mi deporte favorito dice usted que se acerca ya mi eterna noche solitaria. ¿Le teme a ese momento?

-Por ahora estoy demasiado acompañado. Yo tuve tendencia a la soledad y para ser reflexivo y apreciar las cosas es necesario alejarse un poco de ellas, de las personas, las situaciones, es imprescindible hacerlo. Si vas a un museo y te acercas muchísimo a alguna obra, ya sea pintura, escultura, no la vas a apreciar; puedes apreciar detalles técnicos, pero para sentirla realmente y entenderla tienes que tomar una cierta distancia. Y la soledad es un capital de un valor tremendo, inestimable; yo considero que es necesario incluso mantener una cierta distancia para amar y hay quien no te permite esa distancia, lo que hace que las relaciones fracasen con mucha facilidad.

-Hay bandas que recuerdan a muchas de sus tiempos, incluso entre las más radicales: hay bandas que suenan a Barricada, a La Polla Records, a Extremoduro, a Burning, a Nacha Pop, incluso a Enemigos, que aquí tenemos a Los Fusiles. ¿Por qué no hay bandas que se parezcan a los Ilegales?

-Ilegales manejan una paleta de estilos muy amplia, como demuestra este disco de La lucha por la vida, en la que ofrece una canción a Luz Casal y funciona, otra a Dani Martin y funciona, otra a El Niño de Elche y funciona, a Loquillo, a Coque Malla, a Andrés Calamaro; manejamos muchos estilos, pero a la vez llevan un sello que cuando intentan reproducirlo se dan cuenta de la dificultad que tiene. Tengo varios amigos guitarristas que tienen una técnica mucho más depurada que la mía, que le dedican muchísimas horas a la guitarra, bajistas, baterías; y cada vez que se ponen a hacer algo de Ilegales, que creen que va a ser muy fácil, se encuentran con que es muy difícil. Y eso es porque todas las piezas están plenamente ensambladas, muy en su sitio, todo pensado para no quitar ni poner nada; es muy difícil hacerlo. Las canciones están muy bien acabadas, para que luego suenen en directo.

Ilegales / Rocknrolla Producciones

-Hay una tendencia a decir, de forma equivocada, que ahora hay menos libertad que antes. ¿Usted en algún momento se ha autocensurado por si acaso?

-No, pero tampoco he utilizado jamás el exabrupto por el exabrupto, porque es muy poco elegante. He apuntado con muy mala leche a algunas cosas a las que hay que apuntar de esa manera, pero siempre de una forma elegante; porque cuando se echa espuma por la boca y se babea se pierde credibilidad. Hay que llamar a las cosas por su nombre, utilizando las palabras adecuadas por malsonantes que sean, pero no usar palabras malsonantes con pretextos vanos. Se trata de poner el punto de mira en el objetivo y abrir fuego, no de babear.

-Def Con Dos cantaban: sexo, drogas y rock and roll, o acabar como Loquillo, de cantautor. Usted casi acaba de cantante de boleros. ¿Se volverá a reinventar o habrá Ilegales para mucho tiempo?

-Aquello fue un experimento que había que hacer. Como en el rock and roll, se han escrito boleros muy valiosos. Lo que hicimos Jorge Ilegal y Los Magníficos fue recuperar un montón de valiosas canciones antiguas y añadir un 50 por ciento de material totalmente nuevo pero escrito y dado forma con los antiguos moldes que ya no se utilizaban. Creo que lo conseguimos y estaba muy bien. Era una cruzada que teníamos que emprender porque nosotros conocíamos y sabíamos tocar esos estilos de tango, chachachá, boleros, mambos, joropos, twists, rock and roll antiguo, que otras bandas no tenían ni puñetera idea; todo esos tipos de géneros que ya no estaban sonando en ningún sitio. Además, teníamos los instrumentos adecuados, instrumentos de época, que son carísimos y nadie tenía; porque a los músicos no les interesa la música tanto como dicen y no se gastan el dinero en este tipo de instrumentos, se lo gastan en otras cosas, como comprarse una casa. Nosotros invertimos muchísimo en la propia música y éramos lo únicos capaces de emprender eso; nadie tenía una guitarra de 1933, yo sí. Hicimos solo dos discos y los que vieron las actuaciones, algunos con ciertas reticencias, se vieron inmersos en un curso sobre tipos de música que iban desde final de los años 20 a la época previa a los Beatles, que les resultó francamente satisfactorio. Nos preguntan por qué no hacemos más, pero es demasiado caro asumir una cosa como esa, es casi un imposible; lo puedes hacer una vez y gastarte un pastizal en llevarlo a cabo, pero no se puede hacer más veces.

-Usted solía decir que su público es tan descerebrado como ustedes mismos.

-Yo no soy aficionado a hacerle la pelota al público; me parece un insulto a la inteligencia. Cuando llegábamos a Madrid decíamos: buenas noches Barcelona, y en Barcelona: buenas noches Madrid. En nuestro público hay de todo; los textos tienen dobles sentidos, en las canciones hay diferentes lecturas, algunas están hechas con ese juego y no son para todo el mundo; pero también tenemos un público más adocenado, un público que seguramente no entiende lo que hacemos, pero entiende rítmicamente y le llega una pequeña parte. No todo nuestro público es tan inteligente, pero tenemos un público muy crítico y que está bien, es una buena media. Ilegales, para los muy tontos no funciona.

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