La larga onda expansiva de Serrat

Premio Princesa de Asturias de las Artes

El músico logró calar en la sensibilidad de varias generaciones

Joan Manuel Serrat, Premio Princesa de Asturias de las Artes 2024

Con nuestra resaca emocional a cuestas

Joan Manuel Serrat, galardonado con el Premio Princesa de Asturias de las Artes / Europa Press
José Miguel Carrasco

24 de abril 2024 - 14:22

Podríamos pensar que Joan Manuel Serrat ya tenía todas las distinciones posibles que pueda acaparar un artista en su carrera, pero hoy mismo ha recibido otra más, el Premio Princesa de Asturias de las Artes. Después de este galardón ya solamente podría superarlo otro que todavía no se haya creado; este de hoy es el honor definitivo que se le puede hacer a un cantante español. Aunque siempre estaría ahí el Nobel de Literatura, porque los versos de sus canciones no tienen tampoco nada que envidiarle a los de Dylan en lo que a calidad se refiere.

Serrat es la estrella más brillante del firmamento musical español. Una de las pocas personalidades artísticas de nuestro país -y de cualquier otro- que podemos considerar como un modelo a seguir. Por mucho que pienso, no encuentro a nadie actualmente que inspire tanto respeto como él. A la vez elegante y con los pies en la tierra, ha escrito e interpretado canciones impulsadas por las emociones que han evitado las trampas espesas de los cantantes españoles más tradicionales de su generación -y de cualquier otra-.

Joan Manuel Serrat
Joan Manuel Serrat / Toni Galán / EFE

Ha celebrado el amor de la manera más realista posible, vinculándolo con la tierra y la naturaleza; sus canciones siempre han tenido el fluir de una conversación poéticamente elevada, no solo cuando ha musicalizado versos de Antonio Machado o de Miguel Hernández, sino cuando nos ha hecho reír, llorar, sentir tristezas y alegrías a lo largo de seis décadas con los suyos propios, que ya fuesen en castellano o en catalán siempre estaban llenos de mordacidad, ironía, sarcasmo, sensibilidad, crítica y romanticismo. Serrat conocía perfectamente los resortes humanos y era capaz de hacer sentir a cada uno de los presentes en sus conciertos que las canciones las estaba susurrando solo para él, a pesar de estar rodeado por una multitud.

Desde que comenzase, siendo un chaval, cantando en catalán una preciosa canción a la madrugada, su influencia en la música española ha sido incuestionable, aunque también haya sido Serrat objeto de constante polémica durante una gran parte de su carrera; basta con recordar que fue vetado como representante español en Eurovisión e incluso llegó a exiliarse voluntariamente de España por razones políticas y sociales. Pero su asombrosa capacidad de trabajo, sus constantes giras, que duraron hasta hace dieciséis meses -es hermoso partir sin decir adiós, serena la mirada, firme la voz, parecía profetizar una de sus canciones-, sus innumerables entrevistas, su inspiración sin fin, terminaron por calar hondo en la sensibilidad de todo el mundo, reforzando así el sentir de Miguel Zugaza, presidente del jurado de este Premio de hoy, que describe al artista como defensor del diálogo frente a la crispación, con una obra siempre al servicio de la tolerancia, los valores compartidos, la riqueza de la diversidad de lenguas y culturas, el afán de libertad y la irrenunciable vocación de tender puentes entre países y generaciones.

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