Un adiós que es hasta siempre
Pablo García Baena, uno de nuestros más grandes poetas, ha sido siempre también uno de los poetas más misteriosos, afables y discretos que he conocido. Acaba de decirnos adiós y me he quedado sin palabras. Hace muy poco pude disfrutar de su compañía y afabilidad cuando formé parte del último Jurado del Premio Ricardo Molina. A su lado y hablando con él estoy en una foto de prensa de aquella mañana cordobesa que siempre permanecerá ya en mi retina y en mi corazón. Desde su Córdoba lejana y sola vino a veces a encontrarse con la Granada de Federico, y también estuvo en Granada para recibir, precisamente, el premio que lleva el nombre de Federico García Lorca, el máximo homenaje que nuestra ciudad otorga a los más altos poetas. Sin duda todos celebramos aquel reconocimiento a la obra de García Baena, que ostenta, además, entre otros muchos, el Premio Príncipe de Asturias, el Reina Sofía, la Medalla de Oro de la Ciudad de Córdoba y el nombramiento como Hijo predilecto de Andalucía y doctor honoris causa por la Universidad de Córdoba.
Quizá el acontecimiento más decisivo en la vida poética de Pablo García Baena sea la creación, junto a un grupo de poetas y pintores amigos cordobeses, de la revista poética Cántico, hojas de poesía dirigidas por Molina, García Baena y Bernier y que publicó su primer número en octubre del 47. Cántico, como se sabe, plantea una mayor exigencia formal para la poesía de la época y pretende entroncar con la Generación del 27, poetas a los que reivindican, sobre todo a Luis Cernuda. Su esteticismo en aquella posguerra trágica en la que surgió se consideró en parte como una evasión de los problemas reales, acuciantes, de la población. De modo que se vieron perseguidos por ese estigma, que el tiempo ha ido poniendo en su sitio.
Desde sus primeros libros se despliega el altísimo poeta que es, su capacidad metafórica, ese arrancarle al lenguaje poético toda la ambigüedad, la sensualidad y el misterio estético y vital que encierra: de manera que el lector se puede sentir hasta abrumado por la intensidad de su palabra. Y aunque, como él mismo nos dijo, suele escribir poemas largos, llenos de imágenes y sonoridades… Un poema sencillo, ágil, breve, casi juvenil, de su primer libro, nos habla a las claras de su ambición poética. Me refiero al poema que da título a su primer libro, Rumor oculto.
Pero no quiero profundizar en un momento tan triste, en el alto valor de su poesía. Sólo recordarle con emoción. Y dedicarle un poema inédito que escribí hace poco para él y que aún no he publicado. Pensaba darle una sorpresa un día de estos. Pero, desgraciadamente, nos ha dejado y mi homenaje ha de ser póstumo.
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