El color de la eficiencia
Gunter Pauli propone un cambio de paradigma en 'La economía azul', original ensayo editado por Tusquets.
La economía azul. Gunter Pauli. Tusquets. Barcelona, 2011. 344 páginas. 24 euros.
Según cuenta Michel Pastoureau en Azul, historia de un color, el suntuoso azul de Patinir se ha convertido hoy en el color de la eficiencia, de la probidad, del rigor, desde que Levi Strauss transformara un tosco pantalón de faena, utilizado por los buscadores de oro, en la prenda más célebre del último siglo. Antes, el azul fue el color de la pureza (véanse las Purísimas de Murillo), y antes aún, en la Grecia clásica, el desacreditado tinte que señalaba a los bárbaros. La economía azul de Gunter Pauli se refiere, obviamente, al azul de la excelencia económica, y no al tembloroso azul del Greco, que investía a sus figuras de cierta espiritualidad en fuga. Aún así, y a pesar de los aciagos pronósticos que se ciernen hoy sobre el mundo, lo más interesante de esta obra, tan sugestiva como esperanzadora, es la inadvertida oposición que se establece entre el azul de Pauli, de corte porvenirista, y el verde apocalíptico que ha caracterizado al movimiento ecológico de las últimas décadas.
En efecto, si el verde ha sido el color de la envidia, de la lujuria, de la horda marciana, de los agentes tóxicos (recuerden al Increíble Hulk, benemérito monstruo de un intenso color aguacate), en la segunda mitad del XX ha pasado a ser la señal inequívoca de cierto adanismo, que proponía, como los románticos, una imposible vuelta al Edén, después de la infausta aventura tecnológica. Al cabo, el Frankenstein de Mary Shelley, La Eva Futura de Villiers, el culto a las ruinas de Friedrich y Piranesi, la utopía aldeana de los nacionalismos, no eran sino la corporeización de este ideario anti-ilustrado. Sea como fuere, lo que Pauli propone no es una corrección de la actual industria y sus desafueros ecológicos. Lo que aquí se recoge, con datos concretos e investigaciones en marcha, es un absoluto cambio de paradigma. Si los "verdes" sueñan con el abandono de la civilización y la vuelta a la pradera, las cien propuestas incluidas en La economía azul, basadas en hallazgos y experimentos recientes, lo que sugieren es una simbiosis, una emulación eficiente, de los procesos naturales y el funcionamiento de los ecosistemas terrestres. Por ejemplo: la fabricación de luz sin mercurio, copiando y perfeccionando el modo en que generan luz las criaturas abisales. Hay otras muchas propuestas, todas ellas contrastadas, y algunas de ellas en funcionamiento, desde la fabricación de envoltorios, combustibles, sistemas de refrigeración y calefacción, tratamiento de aguas, fabricación de lentes, utilización del CO2, reconversión de resíduos, sustitución de cultivos, fabricación de papel sin productos químicos, aerosoles sin CFC, mantenimiento de móviles sin batería..., que proponen, no el abandono de la industria, sino una adecuación de sus procesos, siguiendo modelos de la naturaleza, que generarían millones de puestos de trabajo, colosales beneficios empresariales, y harían sostenible la marcha del planeta. Hasta qué punto es esto hacedero, lo ignoramos. En qué grado La economía azul es una suerte de panacea, propia de los tiempos de crisis, lo comprobaremos en muy breve plazo. Sí es cierto, no obstante, que cuanto Pauli glosa en estas páginas está fundamentado en experimentos y descubrimientos científicos que al parecer ya funcionan, a diferente escala, en numerosos puntos del globo. A lo cual se añade el aval, suponemos que riguroso, de Achim Steiner y Ashok Khosla, (subsecretario de la ONU y presidente de la Union Internancional para la Conservación de la Naturaleza, respectivamente), con que se abre este originalísimo ensayo.
En fin, no sabemos si los cien millones de empleos que promete Gunter Pauli son sólo el fruto de un optimismo o una ingenuidad inveterados, opuestos, en cualquier caso, al lucrativo catastrofismo del ex-vicepresidente Al Gore. Sí sabemos de cierto que el mayor problema al que se enfrenta la Humanidad (Eric Hobsbawm, el gran historiador británico, lleva advirtiéndolo varias décadas), es la superpoblación y el crecimiento exponencial de los habitantes del planeta. En apariencia, al menos, los asombrosos avances aquí incluidos, sugieren un camino posible, una solución brillante e inesperada, a la terrible situación en la que nos hallamos inmersos. Es curioso, sin embargo, que la ciencia abanderada por Pauli sea heredera, en cierto modo, de aquella alquimia de Paracelso y Flamel, y de los grandes embaucadores del Setecientos: Cagliostro, Saint Germain, Torres Villarroel y aquel memorable Casanova, que firmaba sus pronósticos como el mago Paralís. Allí, en la redoma gótica o en la floresta ilustrada, era la emulación, la imitatio de la Cosmos, lo que proveía de pócimas y lectuarios para la sanación del hombre. Ahora, tantos años más tarde, la queratina generada por una rana, la rana excavadora de Australia, quizá nos permita prescindir del papel de aluminio y la dependencia de un mineral escaso.
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