Así las gasta el 'Loggione'
El séctor más radical y despiadado del público de La Scala de Milán atemoriza sin excepción a los cantantes de ópera.
El Loggione, la zona de los aficionados más críticos del Teatro La Scala de Milán, temida por los cantantes por sus despiadadas críticas, atemoriza al tenor Roberto Alagna, que fue abucheado en 2006 y renuncia ahora a volver al prestigioso coliseo porque es, dice, "superior a mis fuerzas".
El tenor francés, de origen siciliano, creía que había olvidado y perdonado aquella noche de diciembre de 2006 cuando, sumergido en silbidos y abucheos mientras representaba a Radamés en Aida, abandonó el escenario. La fuga de Radamés provocó que la mezzosoprano Ildiko Komlosi se encontrase sola mientras tenía que cantar un dúo, y entonces se produjo la entrada del sustituto de Alagna, un desorientando Antonello Palombi en camisa y vaqueros. Unos días más tarde en una entrevista al diario Le Monde, Alagna se disculpó aduciendo que quiso volver al escenario, pero que Palombi no lo habría dejado. Aquel fue un enésimo escándalo provocado por el Loggione de La Scala, que se nutre de esos exigentes aficionados operísticos para alimentar su fama de temible, pero que para uno de los divos de la opera actual como Alagna fue un verdadero trauma.
Ocho años más tarde, Alagna parecía haber hecho las paces con el templo milanés, que preparaba su vuelta y preveía su participación para la próxima temporada operística. Sin embargo, el pasado viernes llegaba un comunicado del teatro que confirmaba el pánico escénico que puede provocar La Scala. El Teatro informaba en la nota de que en estos meses el nuevo director artístico Alexander Pereira y el tenor se encontraron cuatro veces para hablar sobre tres proyectos: la ejecución del Werther de Massenet, Tosca en los meses de junio y julio de 2015, con ocasión de la Exposición Universal que se celebrará en Milán, y el debut como protagonista en una nueva producción en octubre del próximo año próximo.
Todo estaba confirmado, pero por sorpresa en una nota el artista daba marcha atrás. "Durante mi estancia en Milán -explicaba Alagna- he podido constatar que todos los artistas, el personal del Teatro y los mismos loggionistas me han reservado, efectivamente , una acogida calurosa, pero he asistido también a todos los espectáculos representados en La Scala en estos 15 días. Todos han sido silbados. Me sentido dolido y turbado y en estas condiciones me ha parecido algo superior a mis fuerzas afrontar de nuevo tantas tensiones", confesaba el tenor francés.
El público de La Scala es magnífico, pero intolerante; erudito, pero radical. No ha tenido nunca compasión o preferencias y ha devorado como un Dios Saturno a estrellas como Monserrat Caballé o Maria Callas. En 2012, la aclamada mundialmente mezzosoprano italiana Cecilia Bartoli volvía a La Scala 19 años después de su última actuación y fue envuelta en un abucheo tan atronador que le impidió seguir cantando. Incluso un furioso Daniel Barenboim abandonó la batuta y se dio la vuelta para hacer callar al público. "Fue un honor. Ya estoy en la misma nómina que Callas y Caballé", aseguraba después Bartolli con la ironía y el buen humor que la caracteriza. Pero no ha vuelto al teatro milanés.
La cruel Scala que mimó durante años a Maria Callas y la consagró como La divina tampoco la libró de silbidos y abucheos. Y tampoco fue tierna en 1992 con Luciano Pavarotti, silbado en Don Carlo. Lo recordará también con angustia Montserrat Caballé: en su Anna Bolena de 1982, cuando presionada por el público después de que una enfermedad la obligara a cancelar varias representaciones salió al escenario, un fallo en un Do sobreagudo despertó a los ultras del Loggione, que hasta la llamaron strega (bruja). La soprano italiana Katia Ricciarelli, tras una noche infausta en La Scala, se lo tomó con filosofía y aseguró que "sólo a las cantantes mediocres no se les silba nunca".
En diciembre del año pasado La Scala dio por terminado el año de Verdi con una sonora pitada a La Traviata que hizo incluso que el tenor Piotr Beczala jurase en su página de la red social Facebook que no volvería a cantar en el teatro milanés. Ante la que parece una auténtica epidemia de silbidos, el pasado marzo Pereira convocó a los loggionistas para entender precisamente qué querían y lo qué estaba pasando ante tanta crítica. Por el momento, no parece que haya calmado a los puristas ultras del teatro.
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