Del libro a la pantalla
Hamlet. Kenneth Branagh, 1996. La mejor adaptación shakesperiana de la historia con permiso de Laurence Olivier y Franco Zefirelli. Branagh rodó un film de casi cuatro horas con la versión completa de la inmortal obra de Shakespeare, con un reparto de lujo y consiguiendo lo que parecía imposible: sacar nuevos matices y recovecos de una obra que parecía agotada.
Fausto. Wilhem F. Murnau, 1926. La obra maestra de Goethe es irrepetible y de difícil adaptación a la pantalla, pero Murnau se atrevió a ello junto con Emil Jannings, indispensable actor en el cine alemán de la época. Sus efectos especiales causaron estupor en la época, aunque en como casi todo el cine de este gran director hay varios monta.
Oliver Twist. David Lean, 1948. De todas las innumerables versiones que la obra de Dickens ha generado en el cine, el díptico rodado por David Lean formado por este Oliver Twist y Cadenas rotas, sobre Grandes esperanzas’ es el más destacado. Lean puso la estética pobre y tenebrista propia del cine británico de la segunda postguerra mundial al servicio de la sordidez dickensiana de una forma admirable.
Madame Bovary. Vincente Minelli, 1949. Parecía adecuado que el maestro del melodrama Minelli llevase al celuloide la novela crucial del realismo decimonónico. Con esa extraña actriz que fue Jennifer Jones, el director supo extraer toda la pulsión de esta mujer aburrida mujer burguesa, aunque al Hollywood de la época no le gustó mucho este proyecto de adúlteras en fecha tan temprana como 1949.
Guerra y paz. King Vidor, 1956. En principio era un proyecto en technicolor, gran pantalla y reparto de campanillas dentro de la moda de competir contra la televisión, pero el defensor del hombre común que era Vidor sintonizó bien con el intenso drama vital planteado por el genial Tolstoi. A pesar de la excelencia del film, seguimos esperando que algún día se pueda ver con normalidad la tetralogía hecha por el gran Sergei Bondarchuk en la Unión Soviética en los años 60.
Los hermanos Karamazov. Richard Brooks, 1958. Brooks, perteneciente a la ola de guionistas que asumió labores de dirección en el mutante Hollywood de los años 50, se encargó de versionar la compleja novela de Dostoievsky. Yul Brinner hizo uno de sus papeles exóticos acostumbrados y la canción hizo fortuna en su época. Un ejemplo de una industria que buscaba legitimidad intelectual acercándose a los grandes nombres de la “Kultur”.
La isla del tesoro. Victor Fleming, 1934. El artesano para todo por excelencia del Hollywood de los años 30, Victor Fleming, se encargó de la versión más conocida de la novela de iniciación por excelencia, obra de Stevenson. Tras ella, se hicieron nuevas adaptaciones, con nombres como Orson Welles o Charlton Heston como Long John Silver, pero ninguna superó el encanto de ésta.
Fortunata y Jacinta
También te puede interesar
Instituto de la Cultura y las Artes de Sevilla (ICAS)
Teatro Lope de Vega de Sevilla: objetivo abrir en 2025