Maria Oruña: "El mal está en todas partes"
LIBROS
María Oruña (Vigo, 1976) regresa a la saga de 'Puerto escondido' con 'Los inocentes' (Destino), una novela ambientada en el balneario de Puente Viesgo, en la que el suspense vuelve a ser el principal elemento narrativo, en esta ocasión aderezado con grandes dosis de acción y velocidad
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-La saga de Puerto Escondido llega a su sexta entrega, ¿qué se va a encontrar el lector Los inocentes, qué la diferencia con respecto a las anteriores?
-Cada libro de la serie traza un tipo de novela detectivesca distinto y en Los inocentes no iba a ser de otra manera. Yo lo califico como un thriller de acción, pero no de una manera deliberada o desmedida. Está hecho de esta manera para que los personajes no cuenten con el tiempo suficiente para razonar lo que están haciendo y actúen por el primer impulso, y de esa forma podamos ver realmente cómo son de verdad.
-En las anteriores entregas, siempre ha habido una especie de homenaje a distintos estilos dentro de la novela de misterio, ¿qué nos encontramos en Los inocentes?
-Además de tratarse de un thriller, el lector puede encontrar una reflexión sobre qué es el crimen, la inocencia, sobre la culpabilidad o sobre la venganza, especialmente, si es lícita o no según los patrones socioculturales de cada momento.
-En Los inocentes la acción, la velocidad, el movimiento, cobran un especial protagonismo. Todo va muy deprisa.
–Sí, para que de esa forma los personajes, e incluso el lector, tengan tiempo de pensar y de que al final se descubra el verdadero instinto salvaje de cada cual. Hablamos del ánimo de venganza o de la necesidad de castigar a los culpables.
-Las citas de Alejandro Dumas, Agatha Christie o Dostoievski dan muchas pistas del devenir de Los inocentes, e imagino que también han sido un faro durante el proceso de redacción.
-Son guiños a los lectores, provocaciones, de qué va a suceder en cada capítulo y que, sin perjuicio de esa velocidad, y aunque sea una novela de entretenimiento, de ficción, a mí me interesaba promover el pensamiento crítico, que el lector se cuestione también a sí mismo. Crimen y Castigo, de Dostoievski, hablando de lo que es punible o lo que no, de quién es responsable de los crímenes que se cometen, si las instituciones también tienen parte de culpa, en cierta de medida, está muy presente. Y añado El Conde Montecristo, de Alejandro Dumas, que, en mi opinión, es la novela de la venganza por excelencia. Consigue que el lector tenga un momento de rabia contenida a lo largo de la lectura, por la injusticia que se comete sobre Edmundo Dantés y ver cómo se va a vengar. Esto, en gran medida, también refleja nuestra propia moralidad, porque si te vengas de alguien que te ha hecho daño también te conviertes en un asesino. Todo es muy parcial y subjetivo y debemos cuestionarnos también a nosotros mismos.
-Toda la novela tiene un alto componente moral, de la repercusión que tienen nuestros hechos, el peso de la culpa…
-Sí, pero no hay una moralina, propiamente dicha, ni a una respuesta a lo que se plantea, precisamente por eso. Es una novela que, sobre todo, plantea preguntas, o abre debates que son atemporales, y sobre los que no hablamos tanto. Eso es lo que me interesa, promover el pensamiento crítico y promover el debate y la conversación. No dar por hecho hábitos o costumbres que en otros lugares son punibles, y que nosotros asumimos con total normalidad. Hablo de asistir a una manifestación o ponerte un bikini o utilizar ropa femenina, que en otros lugares del mundo está prohibido, y constituyen un delito.
-De sus novelas llaman la atención sus localizaciones, donde los espacios no urbanos cobran especial protagonismo.
-A mí esto me interesa no por querer marcar una diferencia con el resto de obras o autores, sino porque parece mucho más inquietante que el delito se comenta en lugares apacibles y tranquilos, el balneario de Puente Viesgo por ejemplo, como en esta novela. Porque el mal está en todas partes, aunque nosotros no queramos mirarlo. Y por eso la escena del principio, que es una metáfora, con ese mirlo acuático que sobrevuela sobre el agua. No está por capricho, es un reflejo del ser humano. Aunque solo vive en aguas muy cristalinas y puras, lo que está haciendo es matar a otro ser vivo. Eso es lo que vemos en los humanos. A pesar de que nos creemos los buenos del cuento, también somos capaces de hacer lo peor.
-En Los inocentes pone de manifiesto que, en ciertas ocasiones, se puede ser culpable de muy diferentes maneras, también por omisión.
-A veces el malvado actúa de manera deliberada, llevando de su mano todas las villanías imaginables. Pero hay quien escucha como gritan en el piso de al lado y no hace nada, porque no es asunto suyo. Cada persona cuenta y siempre dejamos que sean los demás los malos. Ni todos somos tan buenos, ni todos somos tan malos.
-¿Supone Los inocentes un adiós definitivo de la saga Puerto escondido? ¿Echará mucho de menos a Valentina Redondo?
-No tiene que ser definitivo, pero sí que es un cierre de ciclo. Si hubiera más misterios de Valentina, que podría haberlos en el futuro, formarían parte de otro bloque, y bajo otras premisas. Creo que era necesario cerrar un ciclo. Hay un tipo de novela detectivesca diferente en cada entrega de la serie, y con lo escrito considero que está bien. Si hay más, perfecto, si no, yo estaría tranquila.
-¿Habrá una adaptación de la saga de Puerto escondido, veremos una Valentina Redondo de carne y hueso?
-Los derechos fueron adquiridos hace tiempo, pero tenemos que ver si la acaban llevando a la pantalla. El mundo audiovisual es muy grande, pero también es muy lento. En cualquier caso, parece que está enfilado el asunto.
-Lo sucedido en la selección española de futbol femenino daría para una novela, ¿cuál sería el género?
-Para una novela mía, no. Para un ensayo, por ejemplo, creo que sí. Que sería muy interesante como espejo social y cultural del momento actual.
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