Paul Auster, el autor que conversaba con sus lectores
Muere Paul Auster
Con el autor desaparece una de las voces más personales, prolíficas y originales de las letras estadounidenses del último medio siglo
Decir Auster es decir Brooklyn
Auster, cervantino
Quienes amamos la literatura hemos amanecido hoy, 1 de mayo de 2024, con la amarga noticia de la muerte de Paul Auster, a los 77 años y tras una larga lucha contra el cáncer. Desaparece así una de las voces más personales, prolíficas y originales de las letras estadounidenses del último medio siglo. Cuando en 2006 obtuvo el Premio Príncipe de Asturias, el jurado acertó al aseverar que la obra de Auster ofrece "un testimonio estéticamente muy valioso de los problemas individuales y colectivos de nuestro tiempo".
Auster (Newark, Nueva Jersey, 1947-Nueva York, 2024) supo crear un universo literario propio que, durante décadas, fascinó a millones de lectores en todo el mundo al abordar cuestiones como la soledad, la fragmentación de la identidad en el mundo contemporáneo, la disolución de las fronteras entre realidad y ficción o la importancia del azar y las coincidencias en nuestras vidas, como refleja el título de una de sus novelas más memorables, La música del azar (1990), llevada al cine tres años después de publicarse con escasa fortuna.
La carrera de Paul Auster empieza al inicio de los años setenta, publicando sin éxito varios libros de poesía, que luego van a influir en que su prosa fluya tersa y elegante; décadas después, en 2004 verá la luz en Estados Unidos un volumen recopilando su poesía completa. En 1982, el autor se adentra ya con éxito en el ámbito de la prosa al publicar La invención de la soledad, un texto de carácter híbrido que la crítica suele considerar unas memorias, ya que el autor recrea las complejas relaciones con su padre y desvela dolorosos secretos de sus antepasados.
Cabe destacar dos paradojas esenciales en Paul Auster que hacen de él un escritor tremendamente singular: por un lado, y al igual que otros novelistas estadounidenses como Kurt Vonnegut o E. L. Doctorow, pese a su afinidad con los postulados del postmodernismo y analizar temas complejos, lo hace en un estilo atractivo y directo; por otro lado, aunque su obra esté muy enraizada en la cartografía física y emocional tanto de Estados Unidos como de Nueva York (el título de su novela de 2005 Brooklyn Follies es una muestra elocuente de ello), posee una gran influencia de postulados teóricos desarrollados en Francia durante los años sesenta del pasado siglo, aunque el autor solía negar dicha influencia.
Auster era más apreciado en Europa que en su propio país, y por ello el Center for Paul Auster Studies tiene su sede en Copenhague y no en EE UU. Se le respetaba especialmente en Francia, donde pasó varios años tras graduarse en Literatura Comparada por la neoyorquina Universidad de Columbia (donde vivió las protestas estudiantiles contra la guerra de Vietnam que preludiaron las actuales contra la situación en Gaza). Sin duda, cabe considerarlo el más francófilo de los autores estadounidenses contemporáneos; fue responsable de varias antologías y de numerosas traducciones de literatura francesa, algunas hechas en colaboración con su primera esposa, Lydia Davis, que es una escritora excepcional, al igual que su viuda, Siri Hustvedt.
La influencia del pensamiento francés queda patente en sus novelas merced a reflexiones de carácter existencial, como en la mítica Trilogía de Nueva York (1987), que lo consolidó como un nombre clave de la novela estadounidense de finales del siglo XX, pese a que inicialmente fuera rechazada por diversas editoriales. Esta reescritura postmoderna de las novelas clásicas de detectives habría de marcar de forma indeleble la trayectoria de Auster, con sus reflexiones filosóficas sobre la existencia, la presencia de alter egos ficticios del autor o juegos metaliterarios e intertextuales, que incluso incluyen agudas reflexiones sobre la autoría de Don Quijote. En algunas entrevistas, el autor llegó a lamentar que estas tres novelas a menudo eclipsaran el resto de una obra tan extensa como variopinta.
Otra de sus novelas más sugerentes es El libro de las ilusiones (2002), en la que el cine desempeña un papel capital. De hecho, un creador tan polifacético como Paul Auster también despuntó en el mundo del celuloide, sobre todo al escribir el guión de una de las grandes joyas del cine independiente estadounidense de los años noventa, Smoke (1995), dirigida por Wayne Wang e interpretada por Harvey Keitel y William Hurt. En este nuevo canto a la geografía neoyorquina que tanto amaba, Auster se embarca en una celebración gozosa de la fotografía y del arte de narrar, en una historia protagonizada -una vez más- por un alter ego ficticio. En 2022 se publicó en España un detallado estudio crítico titulado En el cine de Paul Auster, escrito por Óscar Curieses y prologado por el director Manuel Gutiérrez Aragón.
De hecho, la presencia de Paul Auster en nuestro país es muy sólida, aunque sin alcanzar el nivel de admiración que posee en Francia. La práctica totalidad de su obra (narrativa, poesía, memorias y correspondencia) ha sido publicada por una editorial tan prestigiosa como Anagrama y en la actualidad era Seix Barral la encargada de editar sus obras. En 2007 llegó a presidir el jurado del Festival de Cine de San Sebastián, donde presentaba una cinta dirigida por él, La vida interior de Martin Frost. Quince años después, cuando ya se encontraba enfermo, aceptó recibir un doctorado honoris causa por la Universidad Autónoma de Madrid, donde quienes tuvieron el placer de tratarlo lo recuerdan hoy como un artista de talla mundial muy cordial y cercano.
De prodigiosa cabe calificar su producción en los últimos años, ya que en 2017 publicó la novela más extensa de toda su carrera, 4, 3, 2, 1, en 2021 el estudio crítico La llama inmortal de Stephen Crane (reivindicando a un autor mal conocido en nuestro país), y en 2023 Un país bañado en sangre (ensayo sobre las matanzas escolares en su país) y su última novela, Baumgartner, un testamento literario en el que de nuevo asoma un alter ego ficticio.
Sin duda, la mejor forma de homenajearlo es evocar el magistral final del discurso que pronunció en Oviedo al recibir el Premio Príncipe de Asturias: "La novela es una colaboración a partes iguales entre el escritor y el lector, y constituye el único lugar del mundo donde dos extraños pueden encontrarse en condiciones de absoluta intimidad. Me he pasado la vida entablando conversación con gente que nunca he visto, con personas que jamás conoceré, y así espero seguir hasta el día en que exhale mi último aliento".
Hasta siempre, Paul Auster…
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