Paloma San Basilio: “El tiempo me ha dado ligereza, me ha despojado de las cosas innecesarias”

Música

La intérprete madrileña celebra los 50 años en la música con la gira 'Gracias', que arranca en otoño en escenarios americanos y que recorrerá Andalucía entre febrero y marzo de 2025

Entrevista con Clara Usón

Concierto de 'OT' en Sevilla

Paloma San Basilio.
Paloma San Basilio. / D. S.
Braulio Ortiz

16 de junio 2024 - 07:00

Cuenta Paloma San Basilio que desde niña fantaseaba con "cambiar la realidad, cambiar el entorno. Al ser la pequeña de la familia eran particularmente permisivos conmigo, y me dejaban hacer, y yo igual llegaba a casa y pintaba un mueble de otro color, o le ponía florecitas... Hacía barbaridades, pero creo que esa historia refleja bien mi personalidad: nunca me interesó quedarme quieta, siempre estaba maquinando algo", rememora. Más tarde, aquella niña que bailaba bajo la lluvia, como tituló sus memorias, se convirtió gracias a su inquietud y su curiosidad en una artista valiente y versátil, intérprete de himnos que calaron en la memoria sentimental de un país –Juntos, La fiesta terminó o Cariño mío– y pionera del musical que triunfó en la cartelera con hitos como Evita, El hombre de La Mancha y My Fair Lady. Para celebrar los 50 años en la música, ese camino "rico, sorprendente y generoso" en el que ha vendido más de 16 millones de discos, San Basilio prepara una gira que arrancará en octubre y noviembre "por EE UU e Hispanoamérica, por países con los que he tenido una relación muy fuerte, de mucha fidelidad. No quiero irme sin dar las gracias a la gente que me ha estado acompañando y que me ha permitido hacer este recorrido. Porque una carrera artística no es nada sin un público; es como un matrimonio, si no hay dos que apuntalan y avanzan esto no funciona", compara.

Ya en 2025, la cantante tiene programadas unas cuantas paradas en Andalucía: el 14 de febrero visitará el Palacio de Ferias y Congresos de Granada, un día más tarde el Teatro Cervantes de Málaga; en marzo esperan el Teatro Infanta Leonor de Jaén (día 14), el Teatro Auditorio de Roquetas de Mar (el 15), el Teatro Colón de Huelva (el 21), un espacio de Córdoba que aún no se ha anunciado (y en el que estará el 22); el Cartuja Center de Sevilla (el 28) y el Teatro Villamarta de Jerez (el 29). Escenarios en los que la madrileña dará las Gracias, el nombre que ha elegido para su tour, "una palabra corta pero preciosa".

–¿Cómo plantea los conciertos? ¿Le ha costado resumir medio siglo de trayectoria en un espectáculo?

–Llevo trabajando desde diciembre y será algo muy bonito. Un viaje musical muy diverso y ecléctico, como soy yo: a mí nunca me han podido meter en una jaula, yo he ido un poco a la contra, a menudo he hecho lo que me apetecía cuando igual no era lo que se esperaba... Voy a repasar mis canciones, pero habrá espacio para mucho más. Mi generación es posterior a esos grandes compositores de Hispanoamérica, autores como José Alfredo Jiménez, pero gracias a los viajes me fui enamorando de ese repertorio. Quiero agradecerles a esos creadores que hicieran una música tan emocional, decirles que su legado no ha muerto, que sigue muy vivo. Habrá hueco también para compositores contemporáneos, desde Perales hasta Yatra, y después recordaremos los temas que he interpretado a lo largo de mi carrera.

–En ese ejercicio de gratitud que supone esta gira no podía faltar América. Desde un viaje que hizo a Chile a finales de los 70, para presentar su primer disco, usted ha sido muy querida en ese continente...

–Yo siempre digo que América son mis alas, es muy hermoso el modo en que me acogió y me hizo suya. Me da rabia cuando la gente se pone estupenda con el tema de la inmigración: España ha sido un país de emigrantes, y América quitó el hambre a muchas generaciones de españoles. Mi carrera ha sido mucho más rica gracias a la recepción que me dieron en todos estos países. Ha habido momentos en los que yo tenía menos presencia en España porque estaba actuando en América. He sido muy afortunada, porque a mí me encanta viajar, soy poco dada al inmovilismo. A mi padre se le llenaban los ojos de viajes, pero hasta que no lo llevé a Venezuela no cumplió su sueño. Yo nací en Madrid, pero a los seis meses la familia se mudó a Sevilla, y después nos movimos por toda España. El cambio, para nosotros, nunca supuso un trauma, sino un estímulo. Cuando nuestro padre nos reunía para hablarnos de que le habían ofrecido otro destino, nosotros salivábamos, ilusionados, como perrillos. Así que la curiosidad por el resto del mundo estaba en mi genética, y también en mi experiencia de vida...

–Y de América venía "el personaje con mayúsculas", como lo definía en sus memorias: Evita.

–¡Sí! Estos días que se habla tanto de feminismo yo pienso en la suerte de haber interpretado a mujeres tan fuertes, tan poderosas. Evita Perón, Eliza Doolittle [My Fair Lady], Victoria Grant [Víctor o Victoria], Norma Desmond [Sunset Boulevard]... Todo lo que soy en un nivel escénico se lo debo a ellas, que me obligaron a meterme en su piel, y a dejar de ser yo, o a ser yo a través de esas personas, que eso también te ocurre como actriz... Igual que voy a darle un cierre a este ciclo de 50 años en la música con una gira, estamos preparando una vuelta en lo teatral para el otoño de 2025...

"Una carrera no es nada sin el público: es como un matrimonio, hacen falta dos para que la situación avance”

–Habrá vivido como un triunfo el auge que han experimentado los musicales en España. Usted los protagonizó cuando no eran una apuesta segura...

–Yo me alegro de que el género haya tenido, al fin, el reconocimiento que merecía. La gente percibía el musical como algo ligero, como un divertimento, no sospechaban la exigencia de esos proyectos, en los que muchos papeles requieren tesituras de soprano. La garganta es un instrumento delicado, y esas partituras no son precisamente fáciles. Yo empecé haciendo 11 funciones de Evita a la semana, durante los tres o cuatro primeros meses, y no suspendí ningún día, pero visto con perspectiva hacer algo así es directamente estar mal de la cabeza. Protagonizar Evita era como enfrentarte a una ópera, una ópera rock, pero es que además tienes que bailar mientras estás cantando, y al mismo tiempo debes interpretar y hacer que el personaje sea creíble. No es cuestión de tener buena voz, con eso no basta.

–A usted, incluso cuando defendía sus canciones más allá de los musicales, siempre le preocupó el movimiento, el disponer de una coreografía. Nunca quiso ser una cantante estática.

–Me querían para cantar baladas románticas ante un micrófono y me negaba. Yo soy feliz bailando, es algo que recuerdo además de mi infancia en Sevilla, allí fue donde aprendí, y es algo que continúo haciendo hoy. El otro día, después de darme un baño en la piscina, me puse música y empecé a bailar. Si alguien te ve desde fuera puede pensar que estás loca, pero hace poco leí un artículo sobre los beneficios que proporciona la danza al cuerpo y a la mente, lo bueno que es para el cerebro, para la oxigenación, para las endorfinas, para todo. Estoy de acuerdo. Y es algo que se remonta a los comienzos de la humanidad. ¡Las tribus bailaban!

"La gente percibía el musical como algo ligero, un divertimento. Hoy el género ya tiene el prestigio que merece”

–En su autobiografía argumenta que los niños fueron los "auténticos valedores" de Juntos, que esos chavales crecieron y siguieron amando esa canción...

Juntos pertenece a esa categoría de temas modestos que en principio no aspiran a ser nada, y cobran relevancia por el cariño de la gente. Quién me iba a decir a mí que esa canción, que podía interpretar cualquiera, que no tenía nada que ver con mi registro habitual, sería posiblemente el éxito discográfico más grande de mi vida... aunque en ese momento fuera la compañía quien se quedó con los beneficios y yo no saqué mucho royalty. Pero es bonito comprobar que Juntos se sigue escuchando, ¡y eso que es del año 81! En el cierre de curso de mi sobrina, sin ir más lejos, le hicieron una coreografía...

–La acogida que puede tener un proyecto siempre es un misterio. Usted habría querido más repercusión, por ejemplo, para Al este del Edén, uno de sus discos preferidos.

–Eso es una servidumbre, pero ¡bendita servidumbre! Tú sabes que puedes aportar más, que puedes hacer otras cosas, y quieres arriesgar. Pero el público decide lo que quiere de ti, y tienes que ser humilde y asumir que no tienes una fórmula infalible, que algunos discos se venden mucho y otros se venden menos. Hay artistas que se cansan de sus mayores éxitos y se niegan a cantarlos en los conciertos, y yo eso no lo entiendo. Es como si Serrat se resistiera a Mediterráneo. A mí me parece una traición. Tú has puesto algo encima de la mesa y la gente lo ha elegido, no puedes decirles ahora que se lo quitas... Un artista debe respetar siempre lo que su público le pide.

Paloma San Basilio, fotografiada hace unas semanas en la entrega de los Premios Talía de las artes escénicas.
Paloma San Basilio, fotografiada hace unas semanas en la entrega de los Premios Talía de las artes escénicas. / Sergio Pérez / Efe

–En estos 50 años ha cambiado notablemente el mercado discográfico...

–Cuando yo empecé mi compañía apostó por mí y esperó hasta que me hice un hueco. Eran otros tiempos, en los que la tecnología no te permitía mucho truco, te metías en el estudio y tenías que cantar la canción tal cual iba a sonar, no podías subirla ni bajarla un tono. O tenías voz, o te ibas a tu casa. Hoy todo es muy distinto. A mí me preocupa la voracidad que hay: no tenemos tiempo para esperar, todos somos como niños caprichosos que queremos algo, y lo queremos ya. Estamos ansiosos por que nos den el caramelo. Y eso es malo para el artista, porque la música, y cualquier tipo de creación, necesita tiempo. Me da miedo esta gente que tiene 800.000 escuchas de un tema, porque, con la presión, con las prisas, ese artista puede no tenerlo claro y apostarlo todo a una carta equivocada. Hay jóvenes que acaban teniendo una carrera muy corta, porque no permitimos la búsqueda, el tiempo para pensar. Esa voracidad se traslada también a la música que se hace, que tiene ya otro ritmo, otro lenguaje: por lo general, no se concibe para que te sientes en un porche y la disfrutes tranquila...

–En La niña que bailaba bajo la lluvia habla con devoción de compañeros como José Luis Perales o Rocío Jurado. Y en algún momento afirma: "Creo que la capacidad de admirar a otros nos hace mejores".

–Es que la admiración es un sentimiento muy noble y te conecta con lo mejor de la humanidad. Admirar nos permite salir del yo, dejar atrás el ego, para dirigir tu atención a algo de fuera. Eso es muy sano. Después, nos permite tener referentes. Si tú te crees el más chulo, el que se hace los mejores selfis, ¿cómo vas a crecer, de quién vas a aprender? Los demás nos completan. La gente que no admira a otros se empequeñece.

"Hoy vivimos con voracidad. Somos como niños ansiosos que queremos algo, y que lo queremos ya”

–Hablemos de la Paloma San Basilio escritora.

–Venga. Hablemos [ríe].

–Hay nuevo libro a la vista...

–Sí, después de repasarlo veinticuatro veces, espero que esté listo para salir en otoño. Yo leo mucho, pero también he escrito siempre, desde la infancia. Empecé a publicar con La niña que bailaba bajo la lluvia, en el que volcaba mis recuerdos; después vino El océano de la memoria, y ahí ya me metí con un relato más largo, con una saga familiar. Ahora presento una historia de búsquedas, que va del presente al pasado, del XXI a 1600... Esta obra es más corta que las otras y hay varias tramas paralelas que tienen que ver con la búsqueda y la pérdida. Todo nace de la pandemia, cuando yo pierdo a mi hermana mayor, que era una segunda madre, y eso me deja un enorme hueco, porque de aquella familia que se movía por el mundo ya no queda nadie. Yo era la pequeña de la familia y siempre había estado protegida, pero esas personas que me precedían han ido desapareciendo. A partir de una huida de la gran ciudad a un caserío en Navarra empieza la búsqueda y la sanación... El libro habla de cómo empiezas buscando una cosa y lo que encuentras es más interesante de lo que buscabas. A menudo tengo que peinar los textos, que están llenos de soliloquios, pensamientos en voz alta sobre qué somos, dónde estamos, qué nos pasa.

–Está celebrando el medio siglo de carrera. ¿Qué siente cuando mira atrás? ¿La satisfacción por el camino recorrido va acompañada de cierto vértigo?

–Lo bueno es que no me pesa. Lo peor del tiempo es que te pese. El tiempo me ha dado ligereza, porque me ha ido despojando de muchas cosas innecesarias. Como el que se va de viaje y carga con demasiados baúles, y poco a poco esos baúles se van cayendo por la borda y tú llegas a tierra ligera de equipaje. Siempre digo que la edad es una conquista, no una pérdida. Con este edadismo que sufre la sociedad creemos que la gente mayor está en su peor momento, y yo pienso que no nos hemos enterado de nada. A quien rechaza eso de envejecer yo le diría: De acuerdo, pues muérete antes, a ver si te gusta más el plan [ríe].

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